• 01/07/2024 23:00

Lecciones sobre la colonialidad del poder

El modo de producción predominante es el que viene a enlazar al capital y el trabajo, en donde el primero se hace fuerte, dominante [...]

El sistema de dominación de la sociedad que vivimos, fue configurada desde la llegada del colonizador europeo a estos territorios amerindios, a finales del siglo XV.

El modo de producción predominante es el que viene a enlazar al capital y el trabajo, en donde el primero se hace fuerte, dominante, en tanto menos trabajo impago genera, es decir, en tanto más productos del trabajo deje de pagar a los que los producen, acumulando riquezas de manera privada, lo que se convierte en el fundamento material del poder.

Lo antes dicho dio paso, en la llamada época colonial, al uso de fuerza de trabajo no pagada (esclavitud) o pagada por debajo del valor producido (relaciones de servidumbre y más recientemente, las salariales). La totalidad del poder se organiza sobre esta base y tiene las limitaciones que dicha estructura de relaciones (capital-trabajo) le imponga. De este modo, quien posea menos capital, individualmente, tendrá menos influencia y control sobre las instituciones del Estado y la sociedad en comparación con los que mayor acumulación de capitales individualmente han alcanzado. En otras palabras, la dominación se hace eficaz si y solo si las clases que dominan en una sociedad lo hacen sobre la economía (capturando la mayor parte del excedente económico generado por las clases dominadas), la política (miembros del ejecutivo, del legislativo), las leyes (aplicación de leyes, decretos etc.), las fuerzas de represión y militar (especialmente cuando poseen la vocación imperialista de controlar más allá de sus fronteras), tanto como lo hacen sobre la producción y difusión de ideas. De esto último procede el interés por controlar los difusores o generadores de ideas, como los grandes medios de comunicación y las instituciones escolares.

Ahora bien, para poder ejercer ese dominio sobre todas las dimensiones de una sociedad, la clase social dominante a pesar de ser un grupo minoritario, acude al establecimiento de barreras que impiden que miembros de las clases sociales que son dominadas, entren a su círculo de poder y se lo socaven. En realidad, aquellas clases tienden a mantener homogéneos sus orígenes sociales (de aquí que se les conozca como “oligarquías”) y para ello aplican medidas y procesos de reclutamiento de miembros de las otras clases para que realicen la labor de crear, gestionar o aplicar, todo tipo de impedimento para que los que no son de esas clases, no puedan acceder a su selecto grupo. La condición fundamental para lograr que este mecanismo funcione era y sigue siendo que los dominados lleguen a “mirar con los ojos del amo”, como decía el psiquiatra Frantz Fanon en la década de 1950, al analizar cómo se reproducían los comportamientos del colonizador francés en el colonizado argelino.

Una de las barreras creadas muy efectivamente por las clases dominantes colonizadoras, fue la del racismo. Todo fue racializado; las relaciones sociales económicas, políticas, incluso las éticas que guiaban las conductas, creando un sistema de vida y relacionamiento entre las personas; racialización que se ha mantenido aún sin la presencia física del colono hispano o del anglo norteamericano.

En Panamá, la colonialidad del poder (dominación con barreras raciales) parece evidenciarse en eventos tales como cuando el presidente actual ha estado cuestionando los famosos mutuos acuerdos (legales, pero ética y socialmente ilegítimos) en Etesa, pero designa a una persona que también ha incurrido en tal evento que él cuestiona, para que dirija la electrificación rural; pero este designado, el señor Clement, también se acogió a ese beneficio. A unos se les acepta su conducta antiética y a otros no. A quien el presidente no se lo ha tolerado posee rasgos afrodescendientes; a Clement, que es angloeurodescendiente, hasta lo premia con el nuevo cargo.

Al fin y al cabo, esta conducta se repite en la conformación del gabinete y “círculo 0” del nuevo gobierno, los afrodescendientes (por identidad, no por color de piel) y los de pueblos originarios, brillan por su ausencia; ocupando puestos de cuarta o ninguna importancia en la estructura del poder. Aún fuera de los círculos gubernamentales, también abundan los mecanismos que fomentan tales desigualdades en la posesión del poder, comenzando con las ficciones del emprendurismo, donde ningún pobre alcanza a enriquecerse con tales esfuerzos individuales. La movilidad social hacia las cúspides del poder está proscrita en especial para los afrodescendientes y originario, igualito que en la estructuras coloniales.

El autor es sociólogo y docente investigador
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