• 24/01/2025 00:00

Lección de patriotismo para el autócrata Trump

... resulta difícil creer que Trump no sepa que los barcos de guerra de su país pasan gratis por nuestro Canal, y además tienen paso expedito en relación con naves de cualquier otra nación, lo cual se establece claramente en los Tratados Torrijos-Carter de 1977

Lamentablemente, la ambición del poder, los fanatismos religiosos y los de índole ideológica, junto con las personalidades ególatras a ultranza y sus nefastas consecuencias, siguen fustigando las posibilidades de convivencia pacífica en el mundo que nos ha tocado vivir. Súmese la pobreza extrema y su contraparte la riqueza, varias veces multimillonaria y tendremos un retrato fiel del agudo desbalance que difícilmente habrá de resolverse por obra y gracia del espíritu santo.

Desbalance, por cierto, que nutre tanto las proclamas de solución de la derecha reaccionaria, como las de una izquierda usualmente carcomida por la egolatría del poder omnímodo enraizado en sí mismo. Y está también esa mañosa y desmedida ambición sin ideología alguna, que cuanto más refuerza sus ventajas frente a posibles rivales, más ansía echar raíces a costa de los demás.

El recién instaurado -por segunda vez- presidente norteamericano Donald Trump, o bien es un descarado mentiroso o está pésimamente informado. Sospecho que ambas cosas son ciertas, porque la intensidad y alcance de sus aseveraciones sobre el Canal de Panamá en su discurso de toma de posesión, rebasan con creces el más mínimo indicio de veracidad. Porque ni pagan sumas exorbitantes los barcos gringos por pasar por el Canal ni éste está en manos de los chinos. Demagogia pura y dura, que no debe tolerarse o tendrá a mediano plazo consecuencias funestas para Panamá.

Ya sufrimos una invasión absurda basada en un pretexto baladí: la captura de un dictadorzuelo dizque militar de poca monta. La que pudiera darse en un futuro cercano si no ponemos a tiempo en su lugar ante el mundo, las fantasías de un demagogo que tiene en su ADN las características del típico energúmeno fascista con ínfulas de mandamás universal.

Cualquier panameño de a pie sabe que afirmaciones como las suyas, sumadas a la nada disimulada amenaza de retomar las riendas de nuestro Canal si la actual situación no cambia, es no sólo una más de sus bravuconadas, sino una mentira del tamaño de Groenlandia, enorme territorio danés del cual también quiere apropiarse, al igual que de Canadá. Ínfulas, pues, de absurda grandeza hegemónica.

Porque resulta difícil creer que Trump no sepa que los barcos de guerra de su país pasan gratis por nuestro Canal, y además tienen paso expedito en relación con naves de cualquier otra nación, lo cual se establece claramente en los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Y por supuesto, tampoco es cierto que los chinos controlan el Canal. O bien sus asesores son tan brutos como él, o se hacen los tontos para complacerlo o estimularlo, que a la larga es lo mismo.

Creo, como panameño, que cuanto antes debemos “pararle el happy” –como a veces decimos en nuestro país– a este individuo convicto de un montón de acusaciones plenamente verificadas. Éstas van desde evasión de impuestos hasta ofensas sexuales a diversas mujeres, y por haber azuzado a sus derechistas huestes fanáticas para que asaltaran el Congreso hace cuatro años a fin de revertir por la fuerza las elecciones presidenciales que acababa de perder. Insurrección promovida y alentada por Trump mismo desde la Casa Blanca, en la que hubo numerosos heridos y algunos muertos por la violencia desatada por el fanatismo afín a las ideas de su ya entonces Presidente, en un afán de permanecer en el cargo.

Además habría que agregar que sostenidamente ha promovido situaciones de naturaleza racista y crueldad en contra de millones de inmigrantes que, si bien son ilegales, a menudo es porque las autoridades encargadas de tales trámites les han negado sostenidamente sus derechos humanos, tratándolos como criminales sin serlo.

Me parece que los panameños de cada rincón del país debemos manifestarnos de todas las formas pacíficas que estén a nuestro alcance, para hacer internacionalmente conocido nuestro disgusto y, por tanto, nuestra justificada protesta. Y que la primera de estas manifestaciones, que debe ser masiva y muy pronto, la debe organizar nuestro actual gobierno y ser presidida, en persona, por el presidente José Raúl Mulino y sus Ministros de Estado.

En ella deben estar presentes educadores, estudiantes, obreros, empresarios, empleados públicos y legisladores, así como directivos y trabajadores del Canal de Panamá, todos con mantas y pancartas que proclamen nuestro repudio a las pretensiones hegemónicas de Trump. Idealmente, una manifestación masiva como la que visualizo debe llegar hasta la mismísima embajada norteamericana, partiendo de los alrededores de la Asamblea Nacional, con el apoyo de transporte público gratuito subsidiado por nuestro gobierno.

Y si las cosas amenazan con ponerse “color de hormiga”, como ocurrió durante las matanzas del 9, 10 y 11 de enero de 1964, Panamá debe tener el valor y el espíritu de sacrificio que en su momento tuvo el presidente Chiari, y nuestro actual gobierno debe entonces romper relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.

El Canal ya lo tuvieron por innumerables años los gringos; ahora debe seguir siendo nuestro para siempre. Ascanio Arosemena y demás mártires, junto con Torrijos y Jimmy Carter vigilan desde la eternidad que así sea.

*El autor es escritor, docente, promotor cultural y editor

Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber

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