Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 05/07/2023 00:00
'Le limpiamos el parabrisas'
Uno de los rasgos más evidentes de la depresión económica en una ciudad, ámbito o país es el surgimiento, como matorrales en un campo silvestre, de iniciativas informales. Entre los factores causantes de este síntoma se encuentran la baja de oportunidades, el aumento del desempleo y sobre todo la falta de planes para alcanzar positivos niveles de desarrollo equitativo, lo que reduce las posibilidades de alcanzar la prosperidad en la base de la sociedad.
Las formas como se manifiesta el acrecentamiento de la informalidad evidencian una impresionante cantidad de personas que buscan espacios públicos para ofrecer a la venta todo tipo de chucherías, especialmente de aquellos bienes o alimentos que pudieran ser necesarios para la gente que anda por la calle: frutas de temporada, verduras, golosinas, aparatos que salen legal o ilegalmente al mercado de la tecnología, animales silvestres, ropas y un gran etcétera.
Además, aparecen individuos que, en este “supermercado en el semáforo”, como diría Consuelo Tomás, se prestan para realizar las más asombrosas tareas: magos, prestidigitadores, contorsionistas, acróbatas, payasos, tragafuegos. También hay los que limpian parabrisas, armados de una botella con disparador en aerosol, o un trapo húmedo y una escobilla que, en el extremo, lleva una barra de caucho para secar la superficie del vidrio.
Ellos tienen la facultad de ejecutar sus actividades mientras la luz del semáforo se mantiene roja; en esos segundos humedecen los cristales frontales o traseros del vehículo con la solución jabonosa, aplican agua para lavar, luego secan y en un santiamén, están listos para cobrar las tarifas impuestas a discreción. En algunos lugares es un acuerdo no escrito, en otros, según el nivel socioeconómico, suben el precio.
Sucede también que los que ejercen este oficio, saben de las urgencias que tienen en estos sitios de cruces concurridísimos y como la oportunidad la pintan calva, no pueden “ahuevarse”, pues deben cobrar antes de que cambie la luz, porque se le va la presa sin pagar. Ellos saben que los segundos cuentan y que su agresividad puede serles útil en el momento, así que “atacan” con el factor sorpresa de su lado.
Antes que el desprevenido conductor sea consciente de la oferta que tiene, a veces del lado ciego externo, oye algo que le dicen y responde un ¿sí? interrogativo, que es decodificado como una aceptación y como por arte de birlibirloque le empapan toda la visión frontal con la espuma del detergente y rápidamente viene todo el proceso. “Bien, 'chief', es un 'cuara' la lavada”, lo despiden y no queda más que meterse la mano en el bolsillo.
Esta relación económica, en ocasiones no es tan fluida por el acoso. Circunstancias hacen ríspida la breve comunicación entre estos actores del momentáneo encuentro. Y si hay una negativa de quien va tras el timón, puede llevarse un insulto, una mentada de madre o toda una muy rápida lección de la lucha de clases en una sociedad injusta, desproporcionada y venida a menos para quien ofrece este servicio callejero.
Hace unos días el asunto fue más lejos. Un despreciado limpiador, se ofendió con el “no” y escupió a quien tenía enfrente y no satisfecho con esto, golpeó y rayó el automóvil. Ante la queja de la víctima, las autoridades fueron a buscar al agresor y se dieron cuenta de que tenía como una docena de acusaciones. Entonces se decidió a arrestarlo por sus agravios al por mayor y le retiraron de las calles.
Surge la interrogante, ¿quién controla estos absurdos? ¿Quién pone freno a este negocio bajo los semáforos? ¿Existen riesgos de seguridad, de sanidad en esta actividad? Las diferencias y quejas constituyen una advertencia de que estos negocios pueden traer consecuencias que afectarían a quienes circulen por las vías públicas en las urbes y hay que prevenir abusos y, sobre todo, la violencia generalizada. Que se tomen medidas efectivas.