• 08/08/2024 23:00

Las revoluciones no necesitan fusil

Este nuevo método del sentimentalismo, como forma de llegar al poder, es casi imperceptible entre la sociedad. Se va vendiendo gota a gota sin que las personas noten el cambio del Estado y su poder contra las libertades y derechos individuales, usan el bien común, el nacionalismo y el adoctrinamiento mediante la educación estatal como forma de justificar sus medidas, que al parecer “buenas” y con fines loables, termina en realidad controlando más y más a la población sin esta darse cuenta y creando fieles seguidores, más allá de ciudadanos libres

Desde hace mucho tiempo, aquellos grupos o personas que siempre han creído que para cambiar el sistema y tomar el poder, el único camino era una revolución armada. Esto ya no es así, hemos visto cómo estas personas han cambiado su forma de actuar hacia el uso más democrático de sus ideas.

Al final pueden ser las mismas que impondrían mediante la fuerza y la violencia, pero se dieron cuenta de que al ser humano lo mueven principalmente dos factores: el miedo y los sentimientos.

El problema con el primero es que puede ser un arma de doble filo, y en una era moderna como la que vivimos, muchos ya no ven el uso de la fuerza con buena cara. En cambio, la segunda se vende mucho más fácil; al final, lo que tiene que hacer quien busca el poder absoluto, es usar a su favor esas frustraciones, resentimientos e insatisfacciones de las personas, con el único propósito de venderle aquello que desean por medio de los sentimientos y emociones.

Esto es lo que llamamos como populismo, y ha sido este populismo el que los dictadores y totalitarios han usado como método para llegar al poder mediante el disfraz de “demócratas”. Se han dado cuenta de que la democracia puede ser un aliado importante, sobre todo en países donde parte de su sociedad se ha formado en un pensamiento donde el Estado debe satisfacer sus necesidades, lo cual es imposible. Pero a la vista de no poder cumplir con dichos deseos, los ciudadanos quedan siendo presas fáciles de cualquiera que sea carismático y venda discursos bonitos.

Hoy vemos cómo muchos países han caído en estos nuevos “demócratas” que, valiéndose de Estados poderosos, centralizados, y con una inexistente separación de poderes y respeto por las leyes, son el cultivo perfecto para llegar al poder sin tener que usar el miedo y la fuerza para tomarlo.

Este nuevo método del sentimentalismo, como forma de llegar al poder, es casi imperceptible entre la sociedad. Se va vendiendo gota a gota sin que las personas noten el cambio del Estado y su poder contra las libertades y derechos individuales, usan el bien común, el nacionalismo y el adoctrinamiento mediante la educación estatal como forma de justificar sus medidas, que al parecer “buenas” y con fines loables, termina en realidad controlando más y más a la población sin esta darse cuenta y creando fieles seguidores, más allá de ciudadanos libres.

Cuando por fin los ciudadanos se logran percatar del nivel de control que tiene el Estado y sus clases políticas contra sus libertades, es muy tarde para corregir el abandono causado por entregarse al Estado como un acto de fe, para que este les diera una vida plena y segura.

Ahora esa entrega ciega al Estado, atenta contra todos, ya nadie decide, solo el partido o el líder, todos deben actuar y pensar igual, nadie puede sobresalir por encima de los demás. El individuo ha quedado condicionado a las migajas que, desde el Estado, el gobernante desea otorgarle. Ya nadie tiene libertad, más allá de la que quiera darle su gobernante, y todo esto lo logró sin disparar un arma, solo valiéndose de la democracia y su debilidad de la mayoría.

Hoy podemos estar en esta situación y no estar dándonos cuenta, sobre todo por los últimos sucesos que han ocurrido en el mundo, pero lo cierto es que debería cuestionarse qué tanto cada uno de nosotros somos dueños de nuestra libertad, de nuestras decisiones, de nuestra vida.

Es mejor cuestionarse las formas como estamos actuando hoy, que tener que despertar mañana bajo un país que parece completamente extraño y desconocido, donde todo lo que algún día tuvimos por más imperfecciones que pudiese tener será mucho mejor del posible país que bajo la imposición y el control cualquiera deseara vivir.

El autor es economista
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