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- 02/05/2024 23:00
La poesía como arte: más que una simple escritura
Podría parecer extraño que la poesía como tema, probablemente el género literario más antiguo, sea motivo de un artículo de opinión. Recuérdese, sin embargo, que quien aquí lo hace es sobre todo un escritor y promotor cultural decidido siempre a ampliar el horizonte de las letras nacionales, profundizando lo más posible en sus vericuetos y manifestaciones. Y es que la buena poesía - sin duda la hay para todos los gustos - no solo es una de las bellas artes, sino un fino mecanismo intelectual que se nutre del espíritu humano al más profundo nivel, pero también de los avatares de la sociedad.
En lo absoluto hablo de una serie de versitos ocasionales rimados a la antigüita que se nos obligaba a recitar en el colegio, si no de un ejercicio permanente de escritura creativa. Hablo de un maravilloso puente capaz de conectarnos con las múltiples vertientes de la realidad como tal, y también con las más sutiles entretelas del alma.
En el Panamá de hoy, pletórico de nuevos y talentosos cuentistas, hay también un número importante de buenos poetas de diversas generaciones que lamentablemente son poco leídos. Entre ellos, por lo menos cuatro grandes poetas vivos han sabido sondear a fondo lo público y lo privado de modo orgánico. Admiro la mejor expresión poética en: Manuel Orestes Nieto, Giovanna Benedetti, Salvador Medina Barahona y Magdalena Camargo Lemieszek, cada quien con méritos propios. Y es que han sabido establecer brillantemente los nexos propios de un lenguaje personalísimo que no hace diferencias entre lo sagrado y lo profano, entre otras cualidades.
Otros poetas que destacan por su ingenio creativo son: Moravia Ochoa López, Pedro Rivera, Bertalicia Peralta, Jarl R. Babot, Consuelo Tomás F., Héctor Collado, Porfirio Salazar, Eyra Harbar, Marifeli Domínguez, David Róbinson, Gloria Young, Javier Alvarado, Ela Urriola, Javier Romero Hernández y Javier Medina Bernal, entre otros. Pero habría que añadir que ya son varias docenas más los nuevos poetas de talento surgidos de talleres, diplomados y un número creciente de estimulantes premios, además de como resultado de muy efectivas asesorías personales en lo que va del siglo XXI. En ese rango pienso en poetas como Edilberto González Trejo, Gorka Lasa, Lucy Chau, Alejandra Monterrey Santiago, Melitón Robles Esquina, Mar Alzamora-Rivera, Jaiko Jimenez Caín, Julia Aguilera, Corina Rueda Barrera, David Ng, BBP Bethancourt y Blanca Montenegro, entre otros.
Por otra parte, para mi gusto grandes poetas panameños ya fallecidos fueron, cada quien en un estilo muy personal: Stella Sierra, Ricardo J. Bermúdez, Tristán Solarte, José de Jesús Martínez, Tobías Díaz-Blaitry, José Guillermo Ros-Zanet, y Roberto Luzcando, poco estudiados hoy. A todos ellos caracteriza el uso muy particular de lenguajes capaces de recrear con profundidad espiritual casi cualquier tema planteado.
Nadie puede dudar que en todos los órdenes del arte existen talentos naturales; pero tampoco podemos negar que teniendo esa magia de forma natural, los procedimientos formales pueden aprenderse teniendo acceso a buenos maestros. En Panamá uno de los más conspicuos y exitosos en sus resultados con la poesía ha sido durante años Salvador Medina Barahona (1973), cuya facilidad docente es asombrosa.
Por cierto, para fin de año probablemente ya esté circulando, con un entusiasta prólogo mío, su libro titulado He dicho nostalgias, donde reúne tres poemarios anteriores importantes en un solo racimo de talento, igualmente presente que retrospectivo: Viaje a la península soñada (2001), La hora de tu olvido (2008), y Pasaba yo por los días, Premio Ricardo Miró, 2009 (2010). Armados ahora como una obra integral - trilogía que oscila entre la nostalgia y la celebración -, Medina Barhona logra que la celebración del recuerdo encarnado y a su vez el recuerdo de la celebración, jueguen un papel fundamental.
Por su complejidad y capacidad integradora de múltiples aspectos de la vida y el arte, si hay algo difícil de definir en términos absolutos es la poesía. El solo hecho de tener un origen ancestral múltiple y su cambiante personalidad de acuerdo a lo que el poeta elija enfocar, así como a su muy particular visión de las cosas, ya sea para alimentarlas o solamente con el fin de añadirles la magia de su propia vitalidad, ya es asimismo un factor importante propio de la poesía.
En realidad, cualquier aspecto de nuestro devenir es susceptible de nutrirse de ella, y al hacerlo enriquecerse espiritualmente. De ahí que quienes escribimos este género literario tengamos que cuidar simultáneamente todos los flancos de nuestra actividad a fin de ser congruentes con la evidente esencia múltiple de la poesía, además de lidiar a fondo con el tema mismo de los textos.