• 18/06/2024 00:00

La opacidad del municipio de Natá

El municipio es la empresa más grande en una comunidad, por el ámbito de sus responsabilidades, y como tal, debe manejarse con criterios empresariales, no podemos continuar sin planes estratégicos, que da lugar a la improvisación y a la incertidumbre

Para destacar que Natá es un pueblo, cuyos dirigentes han perdido la autoridad moral para reclamar el sitio que nos corresponde, como la ciudad más antigua del litoral Pacífico, escribimos un artículo “Natá no tiene quien le escriba”, tratando de emular a lo que decía García Márquez, que el Coronel se quedaría esperando su merecida pensión.

Mientras nosotros no tengamos dirigentes que sean un ejemplo, que sus actuaciones estén revestidas de honestidad, que la comunidad sienta que están representados sus intereses, nos quedaremos esperando de que nos “escriban”, para ayudarnos a resolvernos nuestros problemas.

La gestión municipal que se ha caracterizado por su opacidad, preguntas sin respuestas, temas que no se han aclarado y donde hay la percepción que no hay los contrapesos para que los estamentos de gobierno cumplan sus funciones, porque lo natural es que si alguien ejecuta, las unidades fiscalizadoras eviten los excesos y haya racionalidad en los gastos públicos y sobre todo rendición de cuentas.

Nos quedamos esperando que las autoridades municipales explicaran el uso de los fondos de la descentralización, como también el cuestionable manejo que se les dio a las recientes fiestas de carnavales, donde algunas murgas suspendieron sus servicios por falta de pago, pero pareciera que esta ha sido la característica que ha marcado a esta gestión municipal.

La celebración de las fiestas de fundación de Natá, no ha estado exenta de estas opacidades. Aún no sabemos el uso que se le ha dado a las partidas extraordinarias que se hayan podido recibir, para celebrar los 500 años de fundación, ni el rol que desempeñó el comité organizador de los 500 años, donde el alcalde se autonombró presidente.

Los 502 años de la Fundación de Natá coinciden con la transición a las nuevas autoridades, pero pareciera que las autoridades actuales se han olvidado que sus funciones son hasta el 30 de junio, pero independiente del cargo que ostentan, en primer lugar son natariegos que han sido distinguidos por este pueblo y que deben estar en los actos cívicos.

Lo que observamos este año en el Parque de Natá ha sido deplorable, convertido en un vulgar mercado, con toldas improvisadas, sin servicio de agua y deteriorando la ya maltratada área verde. Nos hemos olvidado que el parque forma parte, del modelo típico de las ciudades españolas, al frente la Iglesia Santiago Apóstol y lateralmente la Casa de Gobierno, hoy Alcaldía Municipal y que debe conservarse como un destino turístico religioso.

Tenemos lecciones aprendidas, hemos pasado un quinquenio donde no tenemos nada que demostrar como logro de esta administración, a oídas hemos escuchado tantas quejas, los problemas se suceden unos tras otros, de tal forma que los actuales, hacen que los anteriores queden en el olvido, de pronto ya no recordamos la instalación de un centro de diversión, que los vecinos aducen que es ilegal, pero ahí se mantiene, mientras ese mismo sector reclama mayores agentes culturales, para que haya transformaciones sociales.

La nueva administración tiene un reto, rescatar la credibilidad que se ha perdido y recobrar la confianza para que los natariegos sintamos que tenemos un gobierno municipal, que tratará de rescatar los valores históricos y culturales de la legendaria ciudad, con la participación de todos, en un modelo de gobernanza municipal, liderizado por el alcalde, con una agenda abierta a que podamos hacer aportes a la solución de los problemas.

El municipio es la empresa más grande en una comunidad, por el ámbito de sus responsabilidades, y como tal, debe manejarse con criterios empresariales, no podemos continuar sin planes estratégicos, que da lugar a la improvisación y a la incertidumbre.

Natá se merece tener un mejor gobierno municipal y en esa tarea todos estamos comprometidos.

El autor es presidente de la fundación El Árbol del Libro
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