Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber
En la plaza toca:
Porque Puma Zumix Grupo juvenil que interpreta...
El 2025 arrancó. Si bien a muchas personas les gusta decir que no es nada importante el cambio de año, yo prefiero discrepar respetuosamente. Viéndolo en el calendario, parecería que solamente pasamos de martes a miércoles, pero es mucho más que eso. No es tampoco el hecho de que seguramente, al igual que yo, ya usted haya dañado un cheque poniendo 2024 en la fecha. Las connotaciones que el cambio implica son muchas.
Estamos en un enero lluvioso. Muy diferente del año pasado, uno sale de la casa y da la impresión de que estamos en septiembre o en octubre. Para un interiorano como yo, la diferencia es marcada. Cuando era un pelaíto, para estas fechas ya la hierba estaba amarillenta, acusando una falta de agua, y la brisa del norte era la nota. Nuestros veranos empezaban alrededor del 6 de diciembre, así que, en otro tiempo, ya tendríamos más de un mes de ausencia de lluvias, pero no es así hoy. No sé si se deba a la diferencia climática, pero ¿sólo a mí me parece que el gobierno lleva ya mucho tiempo de haberse instalado? Es una pregunta seria, pues tengo claro que apenas entraron en julio del año pasado. No obstante, tengo mucha información de asuntos que se vienen dando en materia gubernamental. Veo esto como algo bueno, léase, bien. Entendí, luego de una breve introspección que este gobierno, con todas las carencias que pueda tener, viene haciendo cosas diferentes. No veo al presidente en su charla de los jueves, pero agradezco que las realice. A este señor lo vemos semanalmente, sin fallo, mientras al del banquillo chueco no lo vimos en 5 años. Si bien no estoy de acuerdo con todo lo que dice, el presidente existe y nos lo hace saber con frecuencia. Bien ahí. Eso ayuda a que mi cerebro se nutra de información, y explica el porqué me da la impresión de que llevan más tiempo de investidos. La pasada administración vio en la pandemia una bendición, pues no tuvieron que salir a enfrentar a un pueblo, ya que nos tuvieron encerrados y con miedo gran parte de su quinquenio.
Esta administración tiene un punto de vista. Si bien no concuerdo con algunos de sus planteamientos, nos los hacen saber. También hay algunos elementos fáciles de aclarar que no aclaran, y eso despierta suspicacias, pero tienen un criterio, y eso lo respeto. Recientemente, un diputado de gobierno, con quien creo no tener nada en común, fue quien dijo las cosas más sensatas en el hemiciclo. Promete la cosa. Viene con sorpresas.
Este año me ha dejado claro que no sé nada de política. En la pasada elección, voté por alguien que ha resultado ser un ególatra obstinado, que cada día se entierra más al hablar. Hace años, caminé con otro a quien consideraba inteligente y diferente, pero entendí, al acercarme un poco, que no ve más allá de sus narices. En ambos casos, falta que gente cercana a esos dos les diga que se hacen un favor guardando silencio.
Haciendo un mea culpa, no puedo criticar a los que eligen diferente a mí, pues queda claro que las decisiones que tomé también eran erróneas. Así es, todas las opciones eran erróneas. Me viene un estribillo de una canción que me gusta a la mente. En The Gambler, del genial Kenny Rogers, traduciendo la parte a la que me refiero en la metáfora musical de un juego de póker, se dice que “cada mano es una ganadora, y cada mano es una perdedera”, y estoy completamente de acuerdo. Quiero decir que, sin importar las opciones que tengamos, no depende de las administraciones el que nos vaya bien o nos vaya mal. Depende de nosotros. Depende de nuestra actitud como ciudadanos.
Es de sabios reconocer los errores. Entiéndase, no me arrepiento de haber votado como lo hice, pues estaba seguro de que según mi criterio era la opción correcta. El tiempo me ha hecho ver que el viejo refrán tiene razón. “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”.
Hoy veo cómo los candidatos que elegí habrían tenido un efecto contrario al que esperaba en ese momento, de haber salido victoriosos. Ahora, viéndolos actuar en la más clara derrota, dejan aflorar una parte para nada grata de su forma de ser. Gente igual a sus contrarios, pero que se vendieron como diferentes. ¡Nah!
¿Cómo hacemos que la mano que nos ha tocado sea una ganadora? La respuesta sonará sencilla, pero no lo es. Como ciudadanos, tenemos que interesarnos por lo que sucede en el país. Recuerde que las personas en esta administración están allí por el voto de ese tercio que los favoreció, y están allí para administrar el dinero de todos. ¿Confía usted su dinero a alguien sin supervisarlo? Claro que no. Entonces, hay que supervisar lo que hacen con los fondos de todos. Denuncie lo malo, aplauda lo bueno, sea parte de la solución, no parte del problema. Actúe. “You’ve got to know when to hold ‘em, know when to fold ´em, know when to walk away...”. ¡Dios nos guíe!