Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
- 26/09/2024 00:00
La condena del médico y mi desilusión con el derecho
Impactantes resultaron las declaraciones del doctor Iván Sierra Robles, a quien se le dictó sentencia condenatoria, con pena de cinco años de cárcel, por la muerte de nueve neonatos, en el año de 2013. Para la fecha era el director médico en dicha sala. Renunció a la dirección, ocurrido el inexplicable suceso, pero sigue ejerciendo allí mismo como pediatra. Ya la población estaba alarmada, por el hecho espeluznante ocurrido una década antes. China nos suplía de una sustancia para preparar jarabe para la tos; y por equivocación enviaron una sustancia para automóviles. El Departamento de Farmacia y Drogas preparó el medicamento provocando el envenenamiento de muchas personas.
Escuchar la entrevista me dejó preocupado. En la noche recordé que quizás en YouTube podría encontrarla y volverla a escuchar más sosegadamente. En efecto, no solo encontré el excelente trabajo de la periodista Castalia Pascual, sino el de Adelita Coriat, artículos periodísticos y reportajes de manifestaciones de apoyo de madres al pediatra. Solo hasta cuatro años se puede reemplazar la pena por trabajos comunitarios, como hicieron con algunos funcionarios que tomaron sin permiso algunos milloncitos del erario.
El médico dijo: “Durante todo el proceso mi abogado sostuvo que no se demostró debidamente el hecho punible”. Hizo saber que en salud cada uno tiene una función: el médico prescribe la medicina, a través de la receta; el farmaceuta la prepara; la enfermera administra la cantidad que se debe tomar y cada qué tiempo. En muy baja voz dijo: “Yo nunca prescribí nada”. ¿Pareciera que sustentaron la condena en el hecho de que era director de la sala? Me recordó aquel suceso que marcó la historia del mundo. El hundimiento del Titanic. Los dueños del barco querían romper récord de velocidad. Ordenaron a los maquinistas no parar de echarle carbón a las calderas. Iban tan rápido que cuando avistaron el iceberg, ya no pudieron maniobrar, encallaron y se hundieron. ¿A quién condenaron? Al capitán.
En la Segunda Guerra Mundial, el ejército norteamericano estaba desesperado por fabricar una bomba muy poderosa, bajo el principio de la desintegración del átomo descubierto por Albert Einstein. Entre muchos científicos, escogieron a Julius Robert Oppenheimer para dirigir el proyecto. Al ver lo ocurrido en Hiroshina y Nagasaki, el científico se sintió muy triste. Dijo: “Me he convertido en el padre de la destrucción y la muerte”. Terminó la guerra al rendirse Japón. El mundo entero condecoró a Oppenheimer, mas, en 1954, lo humillaron en una audiencia y le quitaron todos los privilegios políticos.
Mi desilusión por el derecho. Cuando me sacaron de la Facultad de Derecho, por bajo índice académico, se me derrumbó el mundo. Años después, como decano, Humberto Ricord, dijo: “Déjenlos que entren, la vida se encargará de fracasarlos”. Gracias a ese hombre sabio regresé y me gradué, cumplí mi sueño. Mi mayor satisfacción fue escuchar a una hija decir: “Papá, mi jefe te admira porque dice que allí no es cualquiera el que corre y enlaza”. Se refería a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Mi desilusión fue cuando escuché testimonios de abogados, mientras ejercía como funcionario judicial. Dicen que existen algunos jueces que cobran por hacer una resolución. Verdaderos “delincuentes con toga de juez”.