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- 26/08/2024 00:00
La complicidad
Tengo un enredo muy grande sobre el asunto de la comisión de un delito o, la sospecha para ponerlo de alguna manera, y la responsabilidad de poner la denuncia ante las autoridades para que se haga la investigación.
El uso indebido de los dineros del Estado es un delito. Si me quedo callado, ¿qué pasa?
Un ejemplo que perturba son los millones de balboas de la descentralización paralela que se le entregaron a los representantes de corregimiento. No hubo controles ni informes. Al parecer, muchos altos funcionarios del gobierno pasado lo sabían, incluyendo el contralor de la república. Comparto algunas reflexiones publicadas hace algunos años que hacen pensar que no habrá solución ni castigo.
El acto de desaparecer dinero público para beneficio personal y de los amigotes y familiares, es de vieja data. Si nos preguntamos cómo es que llegamos a este punto, por el momento no pudiera señalar el instante preciso, pero la complicidad ha subrayado los acontecimientos y la impunidad se ha convertido en la columna que lo sostiene todo.
A su conveniencia, los grupos políticos y económicos que se han alternado en el poder obviaron la necesidad de hacer cambios estructurales significativos en el ejercicio del poder en Panamá. Faltaron, entre otras cosas, a trabajar para reestructurar el sistema político y social que necesariamente ha apuntado a cambios fundamentales en lo educativo y cultural que hoy nos tiene al borde de las amenazas que presenta un Estado fallido.
Como esto viene distorsionándose desde hace más de cinco administraciones, en su momento relaté lo siguiente: “El 20 de junio del 2007, Ngozi Okonjo-Iweala, exministra de Finanzas y Relaciones internacionales de Nigeria, expuso el tema: ‘Corrupción: mitos y realidades en el contexto de un país en desarrollo’ (‘Corruption: Myths and Realities in a Developing Country Context’), en un evento auspiciado por la Institución Brookings y el Centro para el Desarrollo Global”.
“La exministra presentó argumentos de significativo valor contextual sobre los problemas de corrupción en las naciones en vías de desarrollo. En muchas instancias, dijo: ‘El debate sobre la corrupción se centra en la corrupción económica en casos como los de la captación de renta, fraude en los procesos de contrataciones y despilfarro en los presupuestos gubernamentales ...’”.
Ngozi también sostuvo que: “La corrupción política, particularmente relacionada a las finanzas de los partidos y a las finanzas de las campañas políticas, gradualmente se viene constituyendo en un reto de proporciones mayores en los países en vías de desarrollo. (...) Los partidos políticos y el proceso político en las democracias emergentes, invariablemente tienden a caer en corrupción”. Me preocupa, dice la exministra, “que la corrupción política, en sus formas más perniciosas, se esté apropiando del continente africano, mientras se buscan los mecanismos para emular de los países occidentales, los procesos de control de los financiamientos a las campañas políticas, pero sin la fortaleza en las instituciones fiscalizadoras para su salvaguarda”.
A 23 años de esos planteamientos, en un foro internacional que se supone que los líderes de nuestro país le prestan atención, la falta de cuidado a ese llamado ha provocado un deterioro significativo en perjuicio del pueblo panameño. Si creemos que la falta de agua del jueves pasado no tiene que ver con la corrupción que nos agobia, piensa de nuevo.
Todos los sistemas políticos experimentan momentos de corrupción y períodos que han significado para ellos algún grado de retos para su supervivencia. Pero este tiempo parece un callejón sin salida en Panamá.
Le pregunté a un grupo de abogados qué ocurriría si, en el curso de un allanamiento en donde encuentran evidencias de un delito (drogas, por ejemplo), en el lugar de los hechos de casualidad me encuentro yo: iría preso, por muchos años aunque no tuviera nada que ver. Seguramente habrá quienes tienen argumentos en contra. Pero, con la respuesta inicial de mis amigos abogados, creo que hay delito en las inacciones de no reportar presuntas violaciones a la Constitución, las leyes y estar rodeado de “funcionarios” corruptos que utilizaron sus cargos para violar la ley.
Si es así, pecadores y cómplices deben rendir cuentas y pagar sus culpas. Toda esa gente que estuvo presente cuando miembros y allegados del gobierno, y gobiernos, pasados presuntamente abusaban de los recursos del Estado en provecho propio y de sus socios; que acomodaban los asuntos del país para sus propios intereses, tienen deudas con la nación.
Esos, los que estaban al tanto, sentados en las reuniones de gabinete sin abrir la boca para protestar deben rendir cuentas por su conducta. Solo así comenzaremos a sanear el ambiente político y social y a trabajar afanosamente por establecer una nueva cultura de servicio a la nación. Desafortunadamente, eso está por verse.