• 14/02/2024 00:00

La celebración de la Cuaresma, tiempo de reflexión

Una verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá [...] mantenernos fieles a la enseñanza y comunión con Dios

El miércoles 14 de febrero, celebramos el “miércoles de ceniza” día en que los sacerdotes hacen la señal de la cruz en la frente de los demás oficiantes y de los fieles con la ceniza, mientras recita sobre cada uno, la antigua fórmula litúrgica: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”, recordándonos nuestro origen y nuestro fin.

El “miércoles de ceniza”, da paso a uno de los períodos más importante en la vida de la Iglesia: la Cuaresma. Etimológicamente la palabra cuaresma viene del latín tardío “cuadragésimo día”; por la duración de este período y se sitúa en las ocho semanas anteriores a la festividad de la Pascua. Es una época para la observancia del ayuno voluntario u otras formas de autonegación y hace hincapié en la penitencia, es un tiempo para la santificación de las personas y la preparación para la aceptación de la salvación brindada por nuestro Señor Jesucristo. La obligatoriedad de esta práctica es solamente para los miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

Para los días de la pasión y resurrección de nuestro Señor, y se hizo costumbre en la Iglesia prepararse para ello, por medio de una estación de penitencia y ayuno. Un tiempo para el recogimiento y ascetismo espiritual, tiempo para el silencio, el distanciamiento y sobre todo de autonegación, época para considerar seriamente la palabra del Señor en nuestras vidas, buscando y comprometiéndonos con el evangelio del Señor. No olvidemos que también es la época litúrgica en la que cuantos se habían separado del cuerpo de los fieles, a causa de pecados notorios, eran reconciliados mediante la penitencia y el perdón, y eran restaurados a la comunión de la Iglesia. De este modo, se recordaba a toda la congregación el mensaje de perdón y absolución proclamado en el Evangelio, y la necesidad constante de todo cristiano de renovar su arrepentimiento y su fe.

El propósito final de toda esta preparación es la de una renovación espiritual de nuestros votos hechos a Dios ese día de nuestro bautismo y que seguramente olvidamos con el pasar del tiempo. Era asumir un compromiso con los valores primigenios de la fe cristiana como son el ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, y el amor, virtudes estas que apenas consideramos importantes. Estas virtudes cristianas, que son don de Dios, es lo que producirá en nosotros la santidad deseada ante Dios y el mundo.

Una verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá en nosotros tener un carácter y voluntad en mantenernos fieles a la enseñanza y comunión con Dios y su Iglesia, en la partición del pan y en las oraciones. Nos fortalecerá para que no caigamos en situaciones de tentaciones y por ello de pecado, pero si así pasara, nos dará Dios las herramientas para arrepentirnos y volver a sus caminos. Fruto de esta Cuaresma, debemos salir fortalecidos para seguir proclamando las buenas nuevas de Dios en Cristo, buscando y sirviendo a Cristo en todas las personas, como nos lo enseña la doctrina de la Iglesia, con amor a nuestros hermanos de la única casa común.

Resultado final de toda la espiritualidad cristiana y que se espera de esta cuaresma, es mantenernos en esa lucha diaria y constante por la justicia y ese compromiso por ser seres de paz entre todos los hombres, respetando la dignidad humana. Eso es el fruto de la una buena celebración cuaresmal.

Eso solo lo podremos conseguir, mediante la gracia de Dios que habita en cada uno de nosotros. Esa gracia que estando en nosotros limpia nuestras vidas de toda falta y nos presenta ante Dios Padre justificados, pero que a su vez tiene esa gran cualidad de hacernos mejores día a día, como si hubiésemos recuperado nuestro estado original, iluminando nuestras mentes y avivando nuestros corazones haciéndonos seres con fuerza de voluntad para cumplir con esa voluntad del Padre Dios. Nuestra vida diaria será signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros para los hombres y mujeres necesitados de su gracia.

En este 2024, aprovechemos la Cuaresma para combinar todo lo que le está sucediendo y hagamos un alto en nuestras vidas. Un alto en nuestro proceder diario, en nuestras acciones interpersonales, en nuestra forma de ser sociedad, revisemos nuestros valores culturales, sociales y religiosos. Busquemos en oración y meditación profunda un nuevo modelo socio político y económico justo para todos, más acorde con la voluntad de Dios, que nos lleve a todos los que sufrimos de alguna manera hoy a mantener la verdadera esperanza del cristiano que es ese Jesús resucitado y glorificado.

El autor es sacerdote
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