• 18/08/2016 02:00

Los Premios IPEL en retrospectiva

Este artículo llega a destiempo por motivos académicos que me impidieron escribirlo antes

Este artículo llega a destiempo por motivos académicos que me impidieron escribirlo antes. Afortunadamente fui uno de los ganadores en la sección Cuento de los Premios IPEL, organizados por el Instituto Panameño de Estudios Laborales (IPEL). Sin embargo, con decepción debo reconocer que estuve a punto de no serlo. La razón de que se considerara mi descalificación fue meramente organizacional. Incluso se puede decir que logística. Debí comunicar a los organizadores que tendría que realizar un viaje de estudios al extranjero durante un mes, y que por dicha razón no iba a ser posible que asistiera a la gala de premiación.

Al conocer esta situación, el director del IPEL, Lic. Manuel Burgos, me citó a su despacho para sostener una reunión con los abogados de la institución. Se me hizo saber que se estaba considerando mi descalificación como ganador en base al numeral 10 de las disposiciones generales de las bases del concurso, que dice: ‘Los ganadores de todas las categorías (...) deberán seguir los reglamentos planteados por el IPEL para la producción y la promoción de la gala de premiación... De no cumplir con esta disposición podrían ser descalificados como ganadores '.

Presenté las pruebas de que mi viaje era estrictamente por estudios y solicité la comprensión de los organizadores. Finalmente, me comunicaron que una comisión evaluaría mi caso y tomaría una decisión.

Durante mi viaje, me enteré con alivio de que no fui descalificado. Sin embargo, no pude dejar de sentirme decepcionado por haber tenido que atravesar semejante proceso repleto de estrés y de discusiones que, en lo personal, me parecieron absurdas.

Y ¿qué tal si la decisión hubiera sido otra? ¿Qué tal si se me hubiera descalificado por aprovechar la oportunidad de estudiar un curso académico fuera del país? No hay que perder de perspectiva que estos premios destacan los méritos artísticos e intelectuales de sus participantes. ¿No es, entonces, una contradicción evidente que se considere descalificar a un ganador, precisamente porque está en busca de desarrollar más ampliamente sus capacidades?

Reconozco que una gala de premiación es una ventana para destacar la labor de los artistas, pero hablando con franqueza, no es ni remotamente la parte más importante de un certamen que promociona la cultura. Por lo tanto, si en las bases de los concursos culturales abrimos espacio para que se descalifique a un ganador que por cualquier razón se encuentra imposibilitado de ponerse su saco y su corbata o su traje de gala para asistir a una premiación, entonces quizá le estamos dando a estos certámenes un enfoque que no es necesariamente cultural.

Esto no es una represalia ni mucho menos un desahogo. Es una advertencia que sigue la línea de lo que ya muchos han señalado antes. No podemos seguir construyendo un país de apariencias ni escondiendo ese monstruo desagradable que se revuelve detrás de las sonrisas para la foto. Si queremos ir hacia delante, primero tenemos que mirar un poco más allá de nuestras narices.

*ESTUDIANTE DE ECONOMÍA DE LA UP.

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