Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 02/09/2021 00:00
Intereses económicos nos apartaron de Hipócrates
El Legado Hipocrático nos pide “respetar la dignidad y cuidar la salud del enfermo, como su valor principal. Su primer lema: “No hacer más daño”. Por ese lema juramos los médicos al graduarnos. La globalización, el capitalismo salvaje, que denunció Juan XXIII y la politización de la medicina secuestraron los sistemas de salud, como es nuestra realidad.
Los increíbles negociados de las farmacológicas y su poder mediático y económico terminaron de hacer su tarea. Hoy, cuesta cierto trabajo encontrar doctores, colegas, que no se sientan tocados por esos intereses multinacionales, con capacidad de comprar conciencias. Por fortuna, quedan aún en el planeta médicos con alma y conciencia ética. El abuso de la medicina química y el abandono de las facultades médicas del estudio de “la farmacia de Dios”, las curas naturales han convertido a la actual raza humana en una sociedad global minusválida; todos “pastillados”, soportando los efectos secundarios, algunos más graves que los males que se pretendía curar. ¡Perdimos el valor de combinar lo químico con lo natural!
Se vive por la fama y la avaricia. Desde la facultad, la avaricia, y no el apostolado, guía a muchos, que sueñan con ser cirujanos cardiovasculares o neurocirujanos -excelentes especialidades necesarias-, pero muchos no por vocación, sino por creer que pierden mucho si se dedican al gran apostolado de la medicina general de atención primaria-preventiva. La consideran “medicina de pobres, donde no se gana mucho dinero”.
Desde inicios del siglo veinte, los Rockefeller y otros clanes tomaron la medicina química para ellos, crearon farmacéuticas, apartadas de la medicina de Hipócrates, naciendo multinacionales farmacéuticas, necesarias sin duda y con grandes aportes, pero sin ánimo de curar, sino de mantener enfermos que facturen.
Omar Torrijos nos animó, a un grupo de graduandos, al decirnos -MÉXICO, 1970-: “Ustedes representan la aristocracia del talento médico -con sus pares en el país- pónganlo al servicio de la gente”.
Recordamos palabras del gran maestro Dr. Antonio González Revilla: “La globalización e indisciplina política van a deshumanizar la atención de salud”. ¡Cuánto se ha cumplido de su sentencia, cuando vemos la situación atroz de la Caja del Seguro Social y Minsa, pésima planificación y mantenimiento de facilidades, solo premios políticos grupales -TUP-FIF!
¿Cómo creer en las normas de “rendición de cuentas”, si aquí no existe tal cosa, sino en papel? Esta crisis sanitaria mundial que nos azota nos encuentra sin atención integral y universal, como nos comprometimos ante Cepal desde 1966. Por eso esta pandemia, apoyada nefastamente en el miedo difundido por medios masivos, y con desprecio de varios medicamentos de larga data con claridad curativa ante cualquier virus, incluyendo este llamado COVID-19, de la familia Corona. El Estado, por las estadísticas de los “influencers o supercientíficos seguidores de OMS-OPS, ha dejado en sus manos, grupo reducido de médicos panameños” el manejo de la pandemia, solo les interesa promover vacunas y no curar en su inicio, fase 1, donde es posible curar el virus con fármacos orales, “desconociendo fisiopatogenia”. Farmacos usados con éxito por gran número de médicos a nivel mundial.
Me pregunto, ¿es una medicina humanizada argumentar que “el 80 % la pasará bien y 20 %, “Alea acta est” (“su suerte está echada”)”? Esperar falta de aire, para hospitalizar en sala COVID -secuelas-, UCI y hasta morir. Más de 7000 muertes, entre esforzados colegas, verdaderos mártires de la salud y ciudadanos en general, y, aún hoy, insisten en esperar y no intentar resolver a los infectados, hasta que se compliquen con virus pulmón y hospitalizar. Cito palabras del MD Peter McCullouhg: “la pandemia se puede parar, evitando hospitalizar (resolviendo fase 1) a infectados e inmunizar a los no infectados”. Y, aunque estadísticamente la tasa de mortalidad sea baja, la vida no tiene precio, supervaliosa, para afectado, familia y amigos. No hacer nada es indigno.
El Gobierno y los medios masivos del planeta, y también nacionales, nos venden -bajo la influencia de “médicos influencers”- la falsa idea de que “la única salvación son las vacunas”, sin mostrarnos real evidencia científica de ello, ya que hasta la fecha no dicen sus reales contenidos y no hay vergüenza estatal en que las corporaciones que las venden, con billones de ganancias, establezcan, sí o sí, que los países tienen que aceptar su condición: “no nos hacemos responsables en absoluto por daños directos o indirectos que nuestras vacunas puedan hacer en el humano”.