• 19/03/2020 04:00

La inocencia del 'dream team' del coronavirus

Entre 2016-2017 formamos 500 salubristas en liderazgo comunitario. Ahora necesitamos más que nunca de unos capaces de distinguir el pánico en gente asintomática que, en medio de una epidemia de hipocondría, deambula con máscaras y guantes.

Entre 2016-2017 formamos 500 salubristas en liderazgo comunitario. Ahora necesitamos más que nunca de unos capaces de distinguir el pánico en gente asintomática que, en medio de una epidemia de hipocondría, deambula con máscaras y guantes. O bien, la histeria colectiva del acaparamiento del gel alcoholado. O el fantasma de esta soledad carcelaria que deambula por los pasillos de nuestras residencias.

Combatir estos subproductos emocionales, bien estudiados desde Freud, aconseja incluir el abordaje multidisciplinario, trasvasando fronteras de la epidemiología, hasta la psicopolítica y antropología cultural.

La pandemia cabalga a lomos de lo  peor y mejor de nuestras instituciones. Si el equipo camina con una cojera crítica en destrezas de comunicación política para enfrentar retos sociales de esta pandemia, en parte al destino que los partidos políticos dan al financiamiento público.

De los partidos haber dirigido sus multimillonarios subsidios públicos para adiestrar a los panameños en temas de liderazgo político, hoy, los panameños estaríamos celebrando el dinero que le otorgamos.

Desde el pitazo inicial, con un insistente “estamos preparados”, un exclusivo “dream team” de maestros salubristas, liderado por la ministra Rosario Turner, destila su visión. Sin embargo, dolorosamente esta permanece herida por dos ejes nefastos, desdoblando la ingenuidad e ignorancia de quien no sabe que sabe poco de comunicación.

Un eje, la ingenuidad ausente de malicias queda expuesto cuando, sin mayor explicación, el sábado lidera el viceministro ante una comunidad que hierve en suspicacias. Crisis y medios que divulgan errores, inexactitudes, calzan como sinónimos. La incredibilidad es un copioso legado que aquel debiera considerar.

Otro eje demasiado serio, el suscrito ha insistido, más que en el texto, la gente oye lo que su contexto quiere. Resulta un desperdicio comunicacional aquella pantalla inexpugnable y de diagramas desalineados con el mensaje como trasfondo de la mesa.

El mensaje contextual de autoridad de un atestado auditorio de la Policía para cada conferencia de prensa, resultó insuficiente para contrapesar la connotación de pasividad de una que expone sentada ante cámaras, aunado al tono y rostro maternal-bondadoso de la ministra. Un comunicador político valoraría en extremo el rico potencial del lenguaje corporal que se consigue de pie.

Hasta el jueves 12, la lógica de Turner, enfundada en un lenguaje coherente con el rol cálido del buen padre, calificaba como buenamente persuasivo. Sin embargo, las advertencias coercitivas han crecido a paso de ganso, muy del estilo de manuales internacionales que no entienden, con el panameño, el autoritarismo vence, pero no convence. Al unísono, destruye la verosimilitud de un tono persuasivo que apela a nuestra responsabilidad.

Unas conferencias de oradores soporíferos que intentan convencernos por agotamiento y la impuntualidad en el inicio dejan entrever la dominancia de la ignorancia y la ingenuidad del equipo tiene más vigencia que la sensatez. Ahora propusieron entrevistas virtuales de audios defectuosos.

Un modelo médico científico guarece a un equipo, quien nos analiza los efectos de la evanescente prevención, como causal de vidas salvadas aquí.

La investigación en comunicación tiene mucho de desconcertante, cuando la misma causa genera efectos distintos entre persona a persona. Además, al estudiar mensajes necesitas sopesar variables psicohistóricas del contexto social donde una globalización eleva el individualismo a valor sublime.

El “team” enfrenta una contradicción existencial de esta sociedad egoísta, quien más tiene, más acapara. Ahora, necesita hacer creer a los pobres que en la solidaridad social radica la salvación del resto.

El ambiente aparece repleto de evidencias de que el equipo, brillante en lo biomédico, galopa sobre una inconsciente ceguera. Para convencer de su aplicación a cumplir, el domingo apela al aplauso generalizado, mientras, apenas ayer censuraba la crítica.

Airea una y otra vez su confusión ante lo inesperado. Ante una neurosis histérica colectiva interiorana que cierra vías a expensas del libre tránsito, no dispone otra salida que la coerción.

Lástima. Me dolió no estar allí para preservar la heroicidad del divo más intelectual, el epidemiólogo de triple riesgo, a la credibilidad del escritor e investigador Xavier Sáez Llorens tocó sufrir con la misión de advertirnos ante cámaras: “nada de críticas”. No sé qué ingenuidad le asignó el peor papel del soliloquio de esta opereta del coronavirus.

Investigador y formador político.
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