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- 20/01/2023 00:00
Indiferencia blanca
Después de estar por 60 días en un coma inducido, al despertar vi en primera línea la soledad que implica estar en un recinto hospitalario y, pese a que me encontraba rodeado del personal de salud, mi dolor, mi sentir, mi solicitud de ayuda le era completamente indiferente.
Para ellos era uno más y lo único que les interesaba era pasar sus seis horas de trabajo sin ninguna dificultad. Cuando pasaban por mi cuarto, intentaban no mirarme para que no les pidiera nada y la mera solicitud era vista como una molestia.
La dificultad que tenía para valerme por mí mismo, es decir, realizar funciones básicas -bañarme, comer, caminar, etc.- me hacía completamente dependiente y fue por esta dependencia que pase horas con mi comida en la puerta de la habitación, suplicándole a todo aquel que osaba mirarme, si me podía hacer el favor de dármela, o aquellos días en donde no tenía ninguna manta para arroparme del frío, o la vez que pasé cinco horas sin que me limpiaran.
La indiferencia me hizo darme cuenta de que el cariño de la familia es algo mágico y aquellos que se preocupan por los demás son pocos, pues la frialdad física del recinto hospitalario es solo una demostración palpable de lo que hay dentro de los corazones de algunos trabajadores de la salud.
La imagen que perdura en mi memoria es que los nosocomios son lugares fríos, sin colores, donde la felicidad se escapa por sus ventanas y el blanco uniforme de los funcionarios es una demostración visual de su poca empatía.
Pero no todo fue malo, pues vi a los internos y al personal de terapia respiratoria con el deseo y la voluntad para ayudar. Este acontecimiento me permitió vislumbrar que todo aquel que era indiferente tenía décadas trabajando para el sistema de salud, lo que me llevó a pensar en que es el sistema mismo de salud el que incita y fomenta que los individuos sean completamente ajenos al sufrimiento.
La burocratización del sistema de salud conduce a la indiferencia, pues ve al ser humano como simple tarea y al sufrimiento del paciente como una molestia que no le permite al trabajador de turno cumplir con sus tareas. Por tal razón hay muchos funcionarios que se han convertido en autómatas.
El sistema de salud público parece una gran jaula de hielo y el que sufre las consecuencias es el paciente.