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- 16/09/2023 00:00
'I Mama Torro' ('el Tigre Blanco')
Etimológicamente, ortográficamente y como parte de la lingüística, no sé cuál es su escritura correcta, origen verdadero o pronunciación adecuada y si lo vemos desde el punto de vista de la semántica, semiología, gramática, sintaxis o fonética y numerosas ciencias auxiliares, creemos que podemos cometer errores básicamente en el título, en otros aspectos quizás pensar que no sufriremos serias consecuencias en el contenido del presente artículo. Además, no sé si se coloca la diéresis al final de cada una de las palabras, en este caso, las últimas letras (A y O). Esa tarea se la encomendamos a los diligentes investigadores, antropólogos y, sobre todo, a los sabios y ancianos hermanos, más conspicuos de las autoridades embero.
Fue un viernes cualquiera, pero iniciando el noveno mes del año 23. El hilo transparente y caudaloso, pero manso a momentos, partía las entrañas de la Madre Tierra. El Sol estaba llegando a su máximo esplendor, las piraguas surcaban las tranquilas aguas del majestuoso Chucunaque y más adelante, continúa el curso del río Tuquesa, desplazando a numerosas personas, que iban a participar en un acto comunal.
Había movimiento de máquinas y equipo pesado, personas por doquier, era un ir y venir de muchos “chavas” (amigos, hermanos), permanente circulación, una barcaza transportaba algunos vehículos al otro lado del gran afluente, otros lo hacían por caminos recién abiertos, aproximándose al punto de encuentro, en donde se iba a celebrar una Gira de Trabajo Comunitaria (GTC), en la comunidad indígena de Nuevo Vigía, dentro de la Comarca Emberá-Wounaan, distrito de Cemaco, provincia del Darién.
Fueron días intensos de duro trabajo y organización, levantando la estructura de la carpa principal y accesorios, habilitación de ranchos, así como la preparación de comida y toda la logística interna y externa.
Acercándose a la mitad del día, el astro rey doblaba la curva de la mañana, se escucha un ruido imperceptible y se divisan, a lo lejos, dos puntos en el horizonte, cual pájaros mecánicos, de potente motor siendo más cercana su presencia, del estruendo ocasionado y que revoloteaban en el azul inmenso, intentando posar su plataforma de acero sobre la tierra. Las aspas detenían su giro, finalizando el vuelo y llegaba la comitiva de altos funcionarios del Gobierno nacional que acompañaba al presidente de la República.
Cuerpos y rostros pintados con “jagua” (especie de tintura oscura de la corteza de un árbol) en contraste con el multicolor abundante de las “parumas” (falda de las mujeres emberás), se mezclan entre los transeúntes. Los emberás, que significa gente, o debida: gente de río, y los eyabida: gente de montaña, también tuvo su tronco común en lo que se llamó Chocó, luego citaraes, zirambiraes, citabiraes.
Posterior a los actos formales y protocolares de bienvenida, hubo entrega de becas escolares, equipo para emprendedores, ayudas sociales, órdenes de proceder para obras comunitarias, equipo e insumos médicos, de salud, pequeños motocultores para arar la tierra, mejoramiento de acueductos rurales, útiles escolares, deportivos y otras actividades comunitarias.
De pronto, se presentaba la iniciativa colectiva comunitaria, en medio de la jornada -considero que no estaba planificado con antelación- surgió e irrumpe de improviso, el coordinador del evento, anunciaba, en lengua emberá y luego español, la realización de una ceremonia para designar al presidente de la República como el “I Mama Torro” o “Tigre Blanco”.
Es un ritual antiquísimo, de los pueblos ancestrales, cuyos orígenes se remontan a la cosmogonía mística-mágica y religiosa, en la cual la figura mítica del tigre, el color blanco de la piel en una trasmutación, representa la fuerza, habilidad y destreza en la naturaleza y los seres vivos que está presente en la espiritualidad grupal del entorno.
Inician el ceremonial, habitantes autóctonos, niños de ambos sexos y adultos haciendo un círculo próximo al presidente, un hombre con un gran penacho sobre su cabeza, bailando danzas tradicionales en torno a él, lanzando semillas de maíz, pétalos y hojas de flores, acomodando varios racimos de “bodocho” (plátano) en forma triangular en diferentes ángulos. Gesticulando y haciendo ademanes con brazos y piernas, acompañado de cánticos y alabanzas.
Es una distinción y un honor como reconocimiento a un trabajo realizado. Inmediatamente se coloca un collar con una imagen de un inmenso tigre blanco, alrededor del cuello de la persona homenajeada. Un acto público, breve, sencillo y solemne. Mezcla de sincretismo, devoción, contemplación. Se trata de una designación que pudiera interpretarse como una acción diferente del resto de los demás.
La persona, al recibir esta valoración, según la explicación brindada al público participante, adquiere las características intrínsecas del animal, además de las habilidades ya mencionadas, expresan la astucia, el instinto de conservación y la sobrevivencia en el ecosistema natural de la vida.
Los dirigentes emberás tradujeron de su lengua, al español, todas las incidencias y los aspectos más importantes que ocurrieron.
Fuertes y sonoros aplausos de la concurrencia retumbaron en el sitio, señalando la orientación que perseguía el objetivo, indicando la aprobación unánime y mayoritaria de los pobladores allí reunidos sobre la decisión adoptada. Agradecimiento por parte del Ejecutivo. Así concluía el conjunto de prácticas, simbolismos, ritualismo y ofrendas que se desplegaban ese día memorable.
El “I Mama Torro”, “Tigre Blanco”, en su acepción más pura y el simbolismo de la Madre Natura, con sus garras, su astucia, velocidad y mirada felina, en un planeta en crisis, nos vigila constantemente.
Así se fortalecen las tradiciones de los pueblos originarios, recorrer los caminos desandados y se renueva la Patria profunda.