- 14/09/2008 02:00
La Historia auxiliada por la justicia
“La historia la escriben los vencedores”, reza el adagio. En ocasiones, no está muy claro quiénes son los vencedores históricos de una visión de la sociedad, y se escriben historias contradictorias. No siempre se escribe desapasionadamente tampoco, ni es la pluma de profesionales la que lo hace. De allí que se tienda a encubrir situaciones vergonzosas, que en el futuro puedan pasar la cuenta. Tal es lo que sucede con las dictaduras.
Panamá vivió entre 1968 y 1989 una dictadura militar como otras del continente, pero también con diferencias. Aquí los dictadores tomaron un giro ambivalente, entre la izquierda y la derecha, que les permitió sobrevivir con el apoyo económico de la derecha, a la que se protegía o beneficiaba, pero con la máscara ideológica de la izquierda, que venía bien internacionalmente, sobre todo en los tormentosos años 70. Así vivieron bien, de igual modo, algunos comunistas de aquí, esperando por la verdadera Revolución sin esperarla, o como decía un amigo, “esperando un tren que nunca querían que llegara”. Antes de tomar un giro ideológico a la zurda, la Revolución empezó bastante a lo fascista, persiguiendo comunistas, panameñistas, demócratacristianos, sindicalistas, obreros... y así se llevó por los cuernos a muchos panameños que no estaban dispuestos a ser pisoteados en su dignidad por entorchados a los que nadie había elegido para que salvaran nada. Pero que sentían espelucarse el cuerpo ante la posibilidad de perder sus privilegios si no ejercían el poder.
En aquellos primeros años de febril persecución, la Revolución acabó con la vida de Heliodoro Portugal, entre otros panameños. Pero 38 años después, la Historia vuelve a cobrar cuentas, por medio de los tribunales. Así, cuando funcionan imparcialmente y no se venden, cuando buscan servir a la verdad y a la justicia, cuando no están amarrados por el poder estatal (en este caso por estar fuera del país), los tribunales contribuyen a que la historia sea servida y se esclarezca.
En este caso, la justicia internacional ha servido para esclarecer la verdad histórica sobre la muerte de Portugal y su derecho a ser reivindicado. Esa verdad que el Estado de los torrijistas siempre ha negado, ocultado, y por la que no ha sabido pedir perdón.