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- 12/11/2024 11:18
Festejos y valores
Al conmemorar un aniversario más de las gestas el 3, 10 y 28 de noviembre, rememorar a nuestros próceres y seres queridos que dejaron un legado a la Patria, nos corresponde también reflexionar sobre los valores básicos ausentes hoy en nuestra sociedad.
No han faltado todas estas últimas décadas los diversos intentos de quienes pretenden ocultar a las presentes generaciones los irreparables daños que dejó al país la dictadura militar. Desde entonces, Panamá vive en una prolongada crisis de valores que nos impide determinar cuáles son los valores más importantes que debemos instituir.
Parto mi reflexión de la base que el problema fundamental de Panamá -ha sido, es y sigue siendo- es de naturaleza política. Los diversos gobiernos que se han sucedido en el poder los últimos 34 años, en su afán de lograr “el funcionamiento normal y rutinario” del Estado, han venerado el Estatuto constitucional impuesto desde 1972, el cual no ha dejado de ser símbolo del autoritarismo y totalitarismo, que el pueblo había combatido a los gritos de “Democracia-Justicia-Libertad”.
Conmemoramos, nada más ayer, el Grito de Independencia de 1821 de la Heroica Villa de los Santos. Sin embargo, dado que se nos ha impedido -por diferentes mecanismos- institucionalizar la libertad política, el debate, la participación ciudadana, hoy hay quienes creen y quieren que no haya concertación sino confrontación, para poder imponer así sus criterios.
Hoy, ante los graves problemas por resolver, recientemente heredados de los epígonos de la dictadura y su empresa criminal conjunta, que gobernó el último lustro, se plantea nuevamente la necesidad de instituir una real, efectiva y transparente libertad política que elimine la interminable cantidad de obstáculos existentes en nuestro medio que impiden el actuar de la voluntad responsable de los ciudadanos.
La participación ciudadana se convierte en una obligación ciudadana si realmente queremos reducir los abismos culturales, sociales, económicos y políticos, impuestos por quienes solo les importa con sus egoístas intereses individuales. Comparto con el ilustre Fernando Savater cuando nos enseña que: “Al hablar de libertad no me refiero a nada especialmente místico, sino a la autonomía de los individuos en la colectividad para establecer y revocar leyes, elegir y deponer a los gobernantes, disfrutar de garantías jurídicas y de la posibilidad de explorar por cualquier medio no lesivo para otros la plenitud de su subjetividad”.
La puesta en marcha de un proceso constituyente, a iniciarse con la necesaria alfabetización constitucional, nos debe permitir consolidar los pasos, mecanismos y procedimientos favorables a las libertades políticas. Estas nos llaman -hoy más que nunca- a emanciparnos de la miseria, de la tiranía de la pobreza establecida, de la desigualdad, de la ignorancia. Para ello no podemos permitir que se continúe reduciendo la función de las instituciones y servicios públicos a la defensa y protección de los privilegiados y sus privilegios. En los días y meses por venir la crisis de valores sin duda se acentuará y aumentará el peligro de nuestras libertades políticas. Por ello, debemos rescatar nuestra pisoteada dignidad ciudadana y nacional.
*El autor es abogado