• 10/11/2022 00:00

La familia y la escuela, proceso educativo en común

“[...] en la medida en que todas las partes responsables participen y jueguen su rol primordial, iremos amoldando el carácter del individuo”

“Doctor, ¿cuándo debo empezar a educar a mi niño? -preguntó una joven madre a un médico bastante distinguido.

¿Qué edad tiene el niño? -preguntó el médico.

Dos años.

Pues, son dos años que ya lleva usted perdidos -repuso el médico con mucha seriedad”.

De esta manera empieza el capítulo sobre la educación el escritor español Arturo Cuyás, en su libro dedicado a los jóvenes, titulado Hace falta un muchacho. Esto definitivamente demuestra, como se ha escrito en múltiples ocasiones, y así lo entiendo también, que el hogar representa la primera escuela para todos. Después, cuando el niño cumpla la edad, la escuela hará su parte, además de instruirlo para el desarrollo pleno del individuo. Las personas responsables de la educación en el hogar deben involucrarse más, ya que el proceso exige la participación de todos.

Si el objetivo primordial es formar a los jóvenes de manera integral, todos deben tomar acciones concretas para su realización. Si estas acciones están bien enfocadas, los jóvenes tendrán historias fascinantes que contar en el futuro. Desde los primeros días en que los niños asoman sus miradas a los salones de clase ya es indicio de que traen consigo sus sueños para ser profesionales en el futuro. La formación en valores y la actitud que ellos asumirán con respecto al estudio dependerá del papel de los padres en el hogar y los docentes. En la medida en que cada instancia, familia y escuela, cumpla su rol a cabalidad, se estará formando el ser humano para la vida, y no solo seres humanos instruidos, pero carentes de educación. Los discentes muestran su comportamiento o actitud hacia el estudio en la medida en que los padres cumplan verdaderamente su rol en el hogar desde los tiernos años de vida, ya que son esenciales y representan los primeros cimientos de la educación.

Cada vez que tengamos más estudiantes en las escuelas, se reducirá la cantidad de jóvenes que se dedican a actividades ilícitas que no traen ningún progreso. Todo lo contrario, en el futuro tendremos más profesionales en distintas ramas del saber humano. Aportarán a cambios positivos a partir de su conocimiento y preparación.

El escritor y filósofo estadounidense Robert Fulghum, en su notable libro “All I really need to know I learned in Kindergarden” (Todo lo que necesito saber lo aprendí en Jardín de Infancia) plantea acertadamente que, a través de los inocentes juegos, el ser humano aprende sobre múltiples temas que necesitará practicar en la vida, como la responsabilidad, el amor, el respeto, la igualdad, la solidaridad.

Durante y después de la pandemia escuché frecuentemente a la gente afirmar que sus hijos habían perdido dos largos años de estudio, y que deseaban regresar a las aulas escolares. No obstante, también hay jóvenes que afirman que han aprovechado el tiempo no solo para leer libros y novelas de escritores notables, sino también para ayudar más a sus padres en los quehaceres del hogar, a valorar más el sacrificio de ellos. Todo eso forma parte de la misión que persigue la educación panameña, formar estudiantes en forma integral. Ninguna de las instancias, hogar y escuela, puede rehusar sus responsabilidades.

En tiempos más difíciles, los educadores redoblaron sus esfuerzos para instruir a los futuros profesionales que necesitará el país a través de la virtualidad, pero si también los padres motivaron a sus hijos hacia la lectura y la práctica de buenos valores, entonces no se perdió nada. Todo lo contrario, sus esfuerzos fueron para el beneficio de sus propios hijos. Estoy seguro de que los padres responsables han realizado su labor pensando cumplir esos objetivos. Por eso, el comportamiento de los estudiantes debe ser observado en todo momento, tanto en el hogar como en la escuela. En los actuales momentos, en donde la tecnología avanza a pasos agigantados, los jóvenes son los que más se desenvuelven en su uso, pero también es cierto que muchos están carentes de buenos valores, lo que los está perjudicando a ellos en su pleno desenvolvimiento en la sociedad, que siempre espera de sus futuros líderes acciones positivas para el desarrollo pleno.

Por lo expuesto, a pesar de que la calidad de la educación ha estado en discusión por los especialistas en el sentido de dinamizarla, darle más realce a la participación de los verdaderos actores de la educación, de que sean ellos mismos quienes logren las metas propuestas, a través de diferentes estrategias y metodologías del docente, los padres de familia tienen que jugar su papel predominante. Solo de esta manera será posible con lo que afirma Jaques Delors, quien conceptualizó los “Cuatro Pilares de la Educación”, en cuanto a que afirma que: “La educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social”.

Finalmente, en la medida en que todas las partes responsables participen y jueguen su rol primordial, iremos amoldando el carácter del individuo. De lo contrario, el foco de crítica siempre estará enfocado injustamente hacia la labor noble del docente que hace su labor con esmero y dedicación.

(*) Docente, investigador y ensayista, Escuela Francisco de Miranda.
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