• 05/12/2024 19:23

Extraterrestres nos visitan desde hace siglos

Más que uno de los grandes temas consentidos de la ciencia-ficción, a menudo llevada al cine con gran éxito, la existencia de Objetos Voladores No Identificados (ovnis) es un singular fenómeno que aún no ha sido explicado de forma convincente por los principales organismos afines al fenómeno, por más que sean cada vez más numerosos los científicos e investigadores serios que aseveran que desde hace décadas existe un deliberado ocultamiento.

A lo largo de la historia de la humanidad la presencia de seres provenientes de otros mundos ha sido una constante, fenómeno que formaba parte de la vida de no pocos pueblos aborígenes... Pero ha existido siempre resquemor de los militares; acaso miedo a desencadenar el pánico, pese a que miles de personas no sólo han visto ovnis de diverso tipo realizando maniobras asombrosas; y que otras declaran haber sido “abducidas” por tripulantes no-humanos y objeto de experimentación. Revelaciones que afloran bajo posterior hipnosis. Pero igual son intimidadas, tildándoseles de paranoicas o mediante amenazas.

Sucedió en el célebre incidente de Roswell, en Nuevo México (1947), cuando varios ovnis se estrellaron dejando cuerpos de alienígenas muertos, pero también al menos uno vivo. Tras publicarse la noticia del accidente en un periódico local, el ejército cambió su versión inicial y explicó que se trataba de globos aerostáticos. Pero existen fotos de una curiosa autopsia realizándosele a un cuerpo: pequeño, gris, cabezón, cuatro dedos en cada mano... Años después, una enfermera presente durante la autopsia reveló su autenticidad; y un hijo del coronel Jesse Marcel aseveró que a su padre lo obligaron a mentir, habiendo sido no sólo testigo del accidente sino que escondió fragmentos que luego se confirmaría no eran de este mundo.

Años más tarde, se supo lo ocurrido por testimonio del físico Bob Lazar, contratado por el ejército en 1988 para aplicarle a las naves caídas procesos de ingeniería-reversa, a fin de copiar sus extraordinarias habilidades de movilidad para la construcción de novedosos aviones; esa labor la realizaba en un sitio militar secreto denominado S-4, del Área 51. En entrevista con el periodista George Knapp, confesó haber visto nueve naves diferentes y participado en reuniones en que se describía la presencia de extraterrestres (Grises) en la Tierra desde hace 10.000 años, y que provenían “del sistema binario de estrellas Zeta Reticuli.” Recomiendo ver en Netflix el documental: Bob Lazar: Area 51 & Flying Saucers (2018), dirigido por Jeremy Corbell. Todo parece indicar, según recientes testimonios ante el Congreso, que dichos procedimientos siguen realizándose con éxito con nuevas naves caídas. Al respecto se ha creado una comisión especial en donde sólo declaran personas calificadas: exempleados de confianza del Pentágono, la NASA y la CIA y algunos periodistas e investigadores independientes. Bajo juramento explican lo que saben, ya que los avistamientos se han quintuplicado en fechas recientes.

Me remito también a especialistas como Luis Elizondo, exjefe del Programa Avanzado de Identificación de Amenazas Aeroespaciales del Pentágono, en su reciente libro: “Imminent: Inside the Pentagon’s Hunt for UFOs” (2024). También al Dr. Steven M. Greer, médico traumatólogo norteamericano, fundador de las organizaciones ufológicas: “Centro para el Estudio de inteligencia Extraterrestre” y del ya célebre “The Disclosure Project”, que busca revelar información extraterrestre presuntamente suprimida. En 2017 estrenó su documental “Unacknowledged”, que muestra cómo el secretismo ha sido implacablemente impuesto ante evidencia de contacto extraterrestre que data de décadas atrás. Luego estrenó su documental “Close Encounters of the Fifth Kind: Contact has Begun”... Otro investigador del fenómeno es el destacado periodista australiano, cuyo libro “In Plain Sight: An Investigation into UFOs and Impossible science” (2021), me resulta fascinante.

En el prefacio a mi libro “Top Secret (Cuentos sobre OVNIS)” (2021), expongo buena parte de lo que hasta ese año sabía sobre este fascinante tema. En dicha colección de 18 cuentos, uno en particular recrea una experiencia real vivida una madrugada de marzo de 1973 en la playa Mocambo del estado mexicano de Veracruz, sin duda el origen de mi interés por investigar más a fondo el asunto. Vi suspendido en el aire, a mediana distancia, una nave plateada sin alas; no emitía sonido alguno. Luego de varios minutos de levitación, súbitamente se mueve hacia la derecha como una exhalación vertiginosa para perderse en el espacio de aquella inolvidable noche... Yo no estaba ebrio ni drogado ni tampoco soñaba.

Tenía 26 años, había llegado en 1971, a los 24, becado por el Centro Mexicano de Escritores, en donde escribiría, bajo tutela crítica de los escritores Juan Rulfo y Salvador Elizondo, los 40 cuentos de mi libro más reconocido: “Duplicaciones”. Dos años más tarde lo publicaba la editorial Joaquín Mortiz (recibió favorables comentarios de Rosario Castellanos; Elena Poniatowska y Carlos Fuentes). Es decir, el libro se da a conocer el mismo año y mes en que me fue dado ver aquel ovni. Así, realidad y ficción no sólo se complementan en la escritura, sino antes, en la vida misma: dos caras de una misma moneda. Ambas experiencias -estoy convencido- contribuyeron a hacer de mí un mejor escritor.

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