Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 19/12/2011 01:00
¿A quién más exhibimos?
I ba a comenzar esta columna expresando estupor por la cobertura y el manejo mediático del domingo 11 de diciembre, día en que regresó al país Manuel Antonio Noriega. Pero la verdad es que no me sorprendió mucho. A lo mejor, en algunos momentos, incurrí en la fantasiosa idea de que pudiéramos ser testigos de una presentación seria y sensata sobre el valor histórico de ese momento en un contexto más general que hiciera puente entre el Panamá de entonces y el de hoy. Igual, lo que prevaleció fue la guerra por el ‘rating’, ni más ni menos; y al final de tantas horas de exordio grácil, mediocre y sin mayores aportes para los que desconocen la realidad vivida, nos toca el triste desenlace para que exhibieran al reo.
Extiendo mi solidaridad con aquellos que sufrieron vejámenes y perdieron seres queridos durante aquellos 21 años de régimen militar. Pero no dejo de subrayar que el régimen de Noriega culminó con la muerte de miles de personas, la gran mayoría de estratos humildes y clase media. Muertes que pudieron ser evitadas. No eran necesarias y el espectáculo vivido en los medios ese domingo, – el juego por los ratings– fue una ofensa de carácter monumental a la memoria de los que desaparecieron.
Me tomo la libertad de transcribir del ‘El Libro de la Invasión’ de Pedro Rivera y Fernando Martínez el relato de la señora Chabela, del barrio de El Chorrillo: ‘Me dí cuenta de que había invasión cuando oí, después de las bombas, entre las 12 y las 12:30 a.m., los altoparlantes en la avenida de Los Mártires. Mis hijos estaban dormidos y se despertaron asustados. Me dicen: ‘Mamá, eso es guerra’. Para calmarlos les dije que no, que estaban practicando. Se quedaron quietos. Luego, se oyeron varias detonaciones. Sonaban duro y rápido. Entonces, cuando oyeron: ‘Ríndanse y no habrá muertos ni heridos’ [el mayorcito] me dice: ¿Cómo dice que es práctica si estoy oyendo que hablan de muertos? Tuve que decirles que era la guerra. Habían oído hablar de la guerra, y sabían qué era. Pero [les dije] que se quedaran quietecitos, que no iba a pasar nada, los tiré al piso. Ni el más grande ni la más chica [lloraban], pero el del medio lloraba y me decía: ‘Ay mamá, no me quiero morir’. Y rezaba y rezaba. Yo le decía, ‘No te vas a morir’. Un vecino me tocaba la puerta y me decía: ‘Vecina, salga’. Pero no sabía para dónde porque todo estaba oscuro’.
Continúa relatando Chabela del barrio de El Chorrillo en la página 67 del libro: ‘En la esquina de la calle 26, en la mañana, salieron muchas señoras y niños. Vi cómo los americanos ametrallaban a esa gente. Y yo me preguntaba: ¿por qué, si vienen saliendo para salvarse? Esa gente esperó la mañana para salir y los remataron allí mismo. Lo ví yo y muchas señoras que viven con nosotros. Sí, se quemaron varios vecinos allí. Conocía de vista a una abuelita que vivía sola y no pudo salir. Se quemó en la escalera. Prácticamente vi el asesinato de un muchacho que iba en una moto. Llevaba algo en la mano. No pude ver qué era. Se escuchó una detonación y todo, incluida la moto, se dispersó en el aire. No pude ver más. Me dio tanto horror que no quise seguir viendo’. (…) ‘Cuando íbamos por Balboa vimos los cadáveres, las armas quebradas, los carros dañados en la calle. A un carro anaranjado le pasó una tanqueta por encima. El que iba al lado del conductor estaba aplastado. Un hombre ‘agarrado’ [corpulento] estaba todo cortado, el torso cubierto y [mi hijo] oyó cuando dijeron que no tenía cabeza. Vi gente quemada y, también, el cuerpo de un soldado norteamericano en la esquina’.
‘Así pues, cruzamos la avenida de Los Mártires y nos dirigimos a Balboa. Ese día nadie estaba para sacar cadáveres. Todo el mundo estaba como para salir huyendo. Vi sacar cadáveres después, más adelante en Balboa. Eran como 60 cadáveres que estaban sacando de un bus de La Chorrera-Panamá…’.
Chabela continúa en la página 307 del libro de Rivera y Martínez relatando: ‘Traigo a mi hijo al Centro de Salud porque se le está cayendo el pelo. Lo noté porque siempre lo peino cuando va a la escuela. El doctor me dijo que sacara una cita con el psiquiatra y que se lo llevara nuevamente. Cuando lo regaño se estremece mucho. Las pesadillas le empezaron, pero no les di importancia hasta que un día lo oí que le decía al hermanito: ‘Chapo, corre, corre que nos vamos a quemar’. Lo levante, le di agua, lo puse a orinar y se echó a llorar (…) No quería que apagara la luz. Lo dejé dormir al lado mío con la luz encendida hasta que se durmió. Cuando se pone a hacer las tareas se queda en el aire, como si se le quedara la mente en blanco. Y es lento. ¡Anda con una lentitud!...’.
Cuando vi a los presentadores de televisión y periodistas esa noche, con sus actitudes y sus egos ensalzados, exigiendo que sacaran a Noriega, me dio lástima por el dolor de todos los que han sufrido estos 22 años. ¿A quién o quiénes exhibimos por todos los muertos, desaparecidos y por todas las víctimas de la Invasión?
COMUNICADOR SOCIAL