• 25/11/2019 00:00

Evidencias de una escritura en tiempos de migración

“Al escribir se dejan rastros de historia, evidencias de cada parte en el relato. De allí que el oficio de la escritura siempre ha tenido que enfrentar circunstancias desfavorables [...]”

La gente que migra se asume parte del cotidiano en el país de acogida. Bebe de la fuente de su lenguaje y sabe que no transita por lugares de paso, sino que va a establecer relación con el sitio en el que ahora ocurre su vida. En esta nueva residencia continuará buena parte de aquello que trae consigo y se afanará por otras. Hablar y escribir en el mismo idioma, cuando acontece así para el migrante, rompe la distancia de la comunicación haciendo que la palabra construya escenarios propicios para que su experiencia personal y cultural establezca vínculos incluyentes en el lugar que le acoge.

Al decir que el asunto lingüístico viene a ser un referente compartido como origen en común, no es menos cierto que en el caso de escritores nacidos en Venezuela que publican ahora en Panamá se encara también, como relación conexa, el antecedente histórico bolivariano de una América unida, de la que Panamá fue punto de encuentro esencial para el avance del proyecto. Hoy por hoy, este es el flujo migratorio que muestra el “mayor número de escritores de otro país, radicados en Panamá” (Jaramillo Levi, 2019).

De este excepcional fenómeno da cuenta el libro Evidencias, publicación presentada en 2019, que colecciona once años de producción cuentística de seis venezolanos residentes en nuestro país. Estos once años de historias, pese a las adversidades que conlleva radicar en nueva tierra, dan fe de vida en materia literaria y traen a la bibliografía nacional el aporte de una literatura producida por los migrantes en su territorio. En la antología, realizada por Enrique Jaramillo Levi como su compilador y coordinador de Foro/Taller Sagitario Editores, los autores son el sujeto de una nueva, compleja e insoslayable realidad social y política en la región. Su narrativa atestigua la formación ganada en tierra venezolana y la de su nuevo entorno literario en Panamá.

Luis Barrera Linares, docente, especialista en investigación literaria e Individuo de Número de la Academia Venezolana de la LenguaHYPERLINK "https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Academia_Venezolana_de_la_Lengua,_sill%C3%B3n_letra_D&action=edit&redlink=1", HYPERLINK "https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Academia_Venezolana_de_la_Lengua,_sill%C3%B3n_letra_D&action=edit&redlink=1"que prologa el libro desde Chile, lanza la pregunta sobre la presencia de relatos panvenezolanos. En este juego de palabras subyace la mixtura identitaria y la yuxtaposición apunta a que esta hibridación cultural desvanece fronteras al reunir en un solo libro países, voces e historiografía para Panamá. Jaramillo explica su interés en esta publicación por un motivo de orden personal: la reciprocidad de la que fue beneficiario en sus años de escritura en México. No obstante este propósito, el libro representa también una puerta abierta para conectar la experiencia de publicación con el lugar de nacimiento de sus autores. Si bien otras ediciones de Foro/Taller Sagitario habían destacado la publicación binacional de cuentistas bajo la colección Convergencias, Evidencias se distingue por ceñir su alcance en autores venezolanos que viven permanentemente en Panamá como migrantes y que se han integrado al circuito literario local (otras publicaciones, participación en espacios literarios y talleres).

Se recoge el trabajo de cuatro mujeres y dos hombres con distintos estilos y trayectoria literaria, que tienen entre cinco y doce años de residir en Panamá, con publicaciones en su país de origen y que cuentan con una diversidad temática y estilística en el género cuento/ficción breve como expresión literaria. Presentados en orden cronológico, según sus fechas de nacimiento, la muestra se extiende a lo largo de veinticuatro cuentos escritos por Vicente Emilio Lira (1959), Carolina Fonseca (1963), Joel Bracho Ghersi (1984), María Pérez-Talavera (1985), Elizabeth Daniela Truzman (1988) y Yoselin Goncalves (1993).

Migrantes por el mundo, “distintos escritores venezolanos han sabido llevar también su mochila literaria cargada de metáforas, símiles, imágenes e ideas”, señala Barrera Linares. De hecho, la literatura del escritor migrante convoca sus orígenes. Evidencias no matiza la denuncia o la mención al desarraigo como sucede con la literatura del exilio basada en temas de guerra, la nostalgia del origen o las diferencias políticas, si bien varios de sus cuentos enfatizan la mirada de quien está afuera, a través de personajes que se mueven por el miedo o la obsesión, la incomunicación por la mudez o por el internet, la adolescencia como extranjería, abordados con ironía algunas veces y con la sorpresa del erotismo en otras. Ya por su brevedad o la densidad en narraciones más extensas, los cuentos van dejando huella a lo largo del libro.

Evidencias resignifica la migración venezolana en materia literaria, a través de su integración en una colección cuentística unitaria. Además, la vitalización de su presencia en una muestra impresa ofrece pistas para entender la producción y lo que está pasando en la experiencia narrativa de escritores venezolanos en Panamá.

Al escribir se dejan rastros de historia, evidencias de cada parte en el relato. De allí que el oficio de la escritura siempre ha tenido que enfrentar circunstancias desfavorables en la construcción de la misma. Para este mundo que parece desmoronarse en el abismo de las diferencias, la literatura es clave para reivindicar algo universal que dé forma digna a la historia colectiva y nos conecte. Una cita de Whitman advierte un secreto en este vaivén: escribir sin esperar tiempo o lugar. Una declaración válida para la escritura en tiempos de migración.

Abogada y escritora.
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