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- 18/01/2023 00:00
Escuela Normal: cantera de líderes sociales nacionales
Ese gran centro educativo para formar docentes, ubicado en Santiago, logra una influencia histórica, especialmente de orden educacional, no solo local o regional, sino a nivel nacional, fruto de la obra magna del presidente Juan Demóstenes Arosemena, quien asume el mando en octubre de 1936. Ese visionario, contra voces contrarias, decide ubicar la escuela en el centro geográfico del país. Se empeña, casi de inmediato, en frenar el éxodo interiorano hacia la capital, proyectando esa infraestructura realmente colosal para esa época (y tal vez para hoy), realizada en cuatro y media hectáreas, cuando Santiago era un área más rural que urbana. En tiempo récord se inaugura dicha escuela, en junio de 1938, con una matrícula, según datos recogidos, de unas 659 señoritas adolescentes, con facilidad de internado para las estudiantes no locales, y unos 210 varones externos, inicialmente, a los que un tiempo después se les crea internado para los no residentes locales.
Buscamos destacar la enorme influencia de esa academia en el desarrollo de líderes sociales de distintas especialidades que surgen de sus aulas. Naturalmente, allí se comienza bebiendo de educadores no solo nacionales, sino de intelectuales extranjeros. Basta con saber que el primer director, elegido por el presidente Arosemena, fue un docto chileno con estudios universitarios en Alemania, el doctor Agustín Álvarez Villablanca, quien además era un ideólogo del Partido Socialista Chileno. Ante la carencia de profesores nacionales que llenaran las primeras plantas docentes, se eligieron profesionales de alto nivel provenientes del exterior con intelectuales de distintos países. De naciones como España, pero también de Chile y Colombia, entre otros. Naturalmente, desde la primera plantilla de docentes -unos sesenta- para dirigir académicamente a unos 900 estudiantes de ambos sexos, aproximadamente la mitad eran panameños o extranjeros que ya eran residentes y estaban muy calificados. Por cierto, para orgullo familiar, uno fue mi padre, Anastasio Díaz Jiménez. Ello nos indica que la calidad de los docentes era en promedio muy alta para su época.
En la construcción estructural de esa obra, llama la atención la calidad de sus materiales, que incluyeron elementos universales como mármol italiano. Es notable el contenido de sus estructuras y diseños internos, tan espaciosos como en ninguna otra academia a nivel nacional; sus estatuas, frisos, murales traídos desde Europa -según nos aseguran- pintados por Roberto Lewis en Europa y traídos los lienzos en barco. Eso nos hace pensar que ni siquiera el Instituto Nacional, principal centro educativo para bachilleres, tan notable, logró el nivel de tan excelente construcción, y, además una obra ubicada en el centro geográfico del país, precisamente en la cabecera de Veraguas, para entonces tal vez el área de mayor analfabetismo.
Más que quedarnos en las imponentes divisiones físicas -que llamaron la atención en países hermanos, de donde llegaron algunos alumnos y alumnas- nuestro análisis nos llevó a medir la influencia no solo regional, sino nacional del liderazgo social, político y cultural que emerge de ese centro de estudios y que se proyectó en la vida nacional.
La Escuela Normal de Santiago, bajo la influencia de esos cerebros intelectuales nuestros y los extranjeros, se torna, con las ideas de la pos-Francia revolucionaria y los contenidos ideológicos de los filósofos del viejo continente y además de la sabiduría de los grandes griegos, en una cantera de sabiduría y de pensamientos sociales que, natural y gradualmente, inciden en movimientos regionales y nacionales que exigen modernidad y cambios, no siempre bien acogidos por los Gobiernos de turno. En lo regional, surge “La Joven Veraguas”, integrada por alumnos y algunos posteriores docentes, brillantes y revolucionarios, que reclutan intelectualmente a jóvenes ansiosos de vencer al viejo cacicazgo conservador.
Un ejemplo vívido de lo explicado fue un movimiento social explosivo en Santiago, cuando el ministro de Educación, Rubén Darío Carles (padre de Chinchorro), ordena el traslado del estudio magisterial de varones al Colegio Félix Olivares en David y se armó una protesta inusual, que no solo fue noticia en Veraguas, sino a nivel nacional, con protestas volcánicas que auspicia la radioemisora “Ondas Centrales”, convertida en epicentro, y que hizo al comandante Remón Cantera enviar tropas a ese pueblo, al mando de un mayor Huff, el cual fue rodeado principalmente por mujeres que inutilizaron el bus que llevaba al pelotón. Tal nivel de protestas culmina en la destitución de cinco profesores que integraban el movimiento y una docena de estudiantes. Los varones aspirantes a docentes al final fueron obligados a mudarse a David. Eso ocurre aproximadamente en el año 1952 y el internado de hombres retorna a Santiago solo luego de la muerte violenta de Remón. Finalmente, deseábamos dejar registro de la enorme influencia de ese colosal centro educativo, dolorosamente bastante desatendido gubernamentalmente.