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- 28/07/2019 02:00
La verosimilitud en la escritura
Para quien escribe, como para el que lee, cerrar los ojos a la realidad fáctica no es una opción, ni siquiera en la poesía o en los géneros narrativos en los que el vuelo imaginativo y la creatividad ficcional ocupan sitios esenciales transformadores de conciencia, capaces de afinar la sensibilidad.
Hay hechos contundentes que si en la vida cotidiana no es posible negar, tampoco en la literatura pueden relegarse en aras de crear sustitutos verosímiles. Porque tanto el ejercicio responsable del periodismo, cuya raíz misma es lo veraz, como la creación literaria, parten siempre de la realidad, por más que a veces el recuento de sus avatares parezca producto de una mente fértil cuya capacidad inventiva se basta a sí misma para convencernos de su verdad.
Planteo lo anterior porque me interesa sustentar que si bien es innegable que a veces la realidad se torna inverosímil por su asombrosa propensión al absurdo o a lo fantástico, también ocurre que la mente humana, que irremediablemente se alimenta de situaciones ya vividas, propias o ajenas, tiene entre sus múltiples facultades la de crear mundos autónomos que, por su verosimilitud de fondo y forma, nos resultan absolutamente convincentes.
En otras palabras: en la buena literatura, como en el periodismo de mayor altura y raigambre, saber narrar y describir con eficiencia, meterse en la mente de personas reales o de personajes, escoger el lenguaje más apropiado para connotar y denotar de forma eficaz y por tanto creíble lo que se relata, así como el punto de vista desde el cual conviene enfocar los hechos, son habilidades indispensables para poder obtener la atención de un lector atento o de un oyente. La credibilidad está, entonces, tanto en los sucesos mismos como en la manera de transmitir sus matices más importantes. Y cada autor, sin duda, lo hace a su modo, de acuerdo a su muy particular poder de observación, capacidad imaginativa, dominio del lenguaje y sensibilidad. Hasta llegar a dominar un estilo propio, intransferible.
Otro factor determinante es tener la intuición suficiente como para saber de antemano, de entre tantos aspectos interesantes o planos de la realidad, cuáles podrían resultar más relevantes para determinado tipo de lector. Esto, por supuesto, es un poco un albur, no obedece a reglas que uno pueda necesariamente anticipar. Entre otras razones, porque existen muchos tipos de lector, intereses muy diversos, expectativas variadísimas. Por tanto, ante un hecho tan poco confiable lo único que puede hacer un buen periodista o un buen escritor es mantenerse bien informado y, además, entregarse a sí mismo y confiando en que su visión de mundo y sus habilidades escriturales hallarán la mejor manera de asir la historia que se quiere contar, enganchando de paso a la mayor cantidad de lectores posible.
Si bien el concepto de ficción es propio de novelas y cuentos literarios y nunca del periodismo, ambas formas de escritura se basan siempre en la sensación de verosimilitud que lo que se relata debe suscitar en el lector. Cualquier lector. En otras palabras, lo que escribe un novelista o un cuentista, por más fantasioso que a veces pudiera ser en un primer momento, debe resultar creíble dentro de ‘las reglas del juego' que su creador elabora. Tan creíble como una pieza periodística basada en un hecho real comprobable.
Ahora bien, en literatura no puede haber contradicciones al interior de una historia, a menos que la contradicción sea parte de la trama misma, uno de sus elementos argumentales. Igual ocurre con determinados rasgos de carácter de los personajes: a menos que esté en la naturaleza de su personalidad contradecirse o mentir, debe haber coherencia en el modo de ser o de comportarse de dicho personaje. Se trata, por tanto, de detalles que el escritor debe cuidar al máximo.
Escribir es, entonces, no solo una responsabilidad personal de quienes ejercemos esta hermosa vocación, sino también social. Hacerlo lo mejor posible facilita no solo la interpretación de aspectos múltiples de la vida misma sino además, y sobre todo, la comunicación humana. Esa que tanta falta nos hace.
ESCRITOR