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- 23/05/2024 08:57
En memoria de Aurelio Alfonso Alba Villarreal
Me siento obligado a hacer un comentario en homenaje y celebración a la vida de este gran panameño con quien me une un indeleble vínculo histórico. Las carreras del diario vivir y las distintas facetas que nos distraen y consumen en medio del irrevocable paso del tiempo lamentablemente me hicieron perder contacto con él, sabiendo sin embargo que el mismo andaba aún confortable por los caminos de la longevidad, desafiando al tiempo y ya bien pasado de los 90. En más de una ocasión en mis andares de campaña paré por su lechería en Ocú a saludarle y a conversar con él, siempre se interesó por la política y le preocupaba mucho el rumbo del país... Luego, resultaba fácil asumir que, pasados varios años sin verle ni saber de él y siendo una persona tan mayor, quizás hubiera ya fallecido. En alguna ocasión, hace como 10 años, compartiendo entre amigos relatos de historias políticas, sin querer y erróneamente nos referimos a él en término pasado y alguien de los presentes nos cuestionó señalando que por qué lo habíamos “matado” hablando en pasado, indicándonos que creía que Don Lelo aún seguía vivo, lo cual nos dejó a todos asombrados, pero con alguna duda ante la falta de mayor certeza y detalle de parte de quien hizo el señalamiento, más porque sabíamos que igual para esas alturas de su vida el debería ya andar cerca de la centuria.
El asunto es que luego de ello solo quedó la curiosidad que nos sembraron con esa observación, pero nos faltó seguir y verificar el tema, nos quedamos fue asumiendo que aquello habría sido quizás solo un noble comentario para referirse a que Don Lelo había vivido muchos años. Ahora, al enterarme de su triste reciente partida, consecuentemente descubro con gran asombro y algo de inevitable remordimiento (por haber asumido -sin verificar- que el ya no estaba entre nosotros, y por no haberlo vuelto a saludar) y sobre todo con un profundo sentimiento de pesar, que este gran señor y apreciado personaje y amigo, que fue también nuestro compañero de luchas en una épica batalla y página histórica, resultó que en efecto se mantuvo con vida hasta hace solo unos días (13/5/24), mucho más allá del pronóstico de las estadísticas y de la imaginación y hasta acariciar los 108 años de bendecida existencia. ¡Increíble! Hoy pienso y recuerdo el contexto en que nos acercamos y que nos convirtió en compañeros de batalla. Suceso histórico que lo llevó a ser nuestro aliado y además mi vicepresidente en la Asamblea, cuando yo era solo un novel diputado de 30 años y él ya tenía la edad para ser mi abuelo, ¡75 años!
Para los que no saben, o no recuerdan el contexto histórico de mi precitada cercanía y vinculación con este apreciado personaje, aprovecho y les enmarco aquí seguido la circunstancia e interesante historia que nos unió a Lelo Alba y a mí persona hace un tercio de siglo (33 años).
Acá pues el contexto histórico: En 1991, cuando ni siquiera transcurría el primer año y medio de la gestión del presidente Endara, este y su primer vicepresidente (Ricardo Arias Calderón, líder histórico de la Democracia Cristiana, hoy Partido Popular) tuvieron una lamentable y fuerte discrepancia y confrontación, misma que llevó a la prematura, inmadura y precipitada ruptura de la alianza de gobierno (siendo entonces así expulsada la DC del gobierno). La referida alianza, llamada “ADO Civilista”, estaba conformada por los partidos y fuerzas que habían luchado contra la dictadura del PRD y los militares, dentro de la cual (aparte de molirenas, panameñistas y liberales auténticos -unidos en ese momento en un mismo colectivo, el PLA) la expulsada Democracia Cristiana era la fuerza mayoritaria y a su vez también la más grande bancada en la Asamblea (con 28 legisladores o diputados). Fue pues en ese marco que un grupo de impetuosos jóvenes diputados del oficialismo, nos alzamos cuestionando por inmoral y absurda la idea de los allegados y asesores de Endara de tratar de construir una alianza con la adversaria bancada del PRD (todos adeptos de Noriega) solo para desplantar y enfrentar con ello a los exaliados de la Democracia Cristiana, quienes habían sido hasta hace poco nuestros compañeros en la lucha contra la dictadura de Noriega.
El grupo de jóvenes diputados que apoyábamos a Endara le pedimos así pues una cita al presidente para tratar de hacerle ver y entender lo cuestionable e inconveniente para su gestión de tal equivocada idea, y que, al margen de las diferencias ocurridas entre él y su vicepresidente, había aún que tener presente el compromiso con el país y con la reconstrucción post dictadura y post invasión, por lo que, por más difícil que pareciese, había que tratar de evitar llevar las diferencias que habían fracturado al gobierno también a la Asamblea (donde su gobierno quedaría en minoría y donde unirse al PRD, que aún olía a Noriega, a cruda represión y a turbas de batalloneros desquiciados, era sencillamente un total disparate). Para eso, le recordamos al presidente Endara que en nuestra Constitución Nacional se refiere y consagra el sabio precepto de la separación de los poderes, misma que dicta con claridad que los órganos del Estado actúan en armónica colaboración, pero separadamente. Y en base a ello con el mayor respeto le instamos al presidente a que por favor nos permitiera tratar de mantener la alianza de la ADO Civilista en la Asamblea, de forma de hacer posible que a nivel del Órgano Legislativo el compromiso civilista de reconstrucción nacional se mantuviera en pie y que la agenda de gobierno pudiese entonces cumplirse, cosa que en efecto logramos y que se pudo concretar como consecuencia de nuestro esfuerzo y del comentado acuerdo legislativo con la Democracia Cristiana.
Valga aquí referir la graciosa y complementaria nota sobre el “apodo” que en los medios nos pusieron y que se hizo popular para identificar al grupo de jóvenes parlamentarios del oficialismo que promovimos dicho entendimiento. El comentado sobrenombre guardaba relación con la entonces recién lanzada serie animada llamada en español “Las Jóvenes Tortugas Mutantes Ninjas”, misma que inspiró el invento de parte de los periodistas de política que cubrían la Asamblea de ponernos el mote de “Los Ninjas” al grupo de jóvenes diputados rebeldes del oficialismo que nos alzamos en contra de la pretendida alianza con el PRD y que nos mantuvimos en acuerdo con nuestros aliados históricos y civilistas a nivel de la Asamblea. Aurelio Alba Villarreal, panameñista de viejo cuño y amigo personal del Doctor Arias, fue la excepción de ese grupo, por ser el único de la vieja guardia de la bancada oficialista de ese momento que no solo comprendió y respaldó desde el inicio nuestro planteamiento, sino que además se unió al movimiento y nos ayudó a constituir nuestro proyecto, o más bien a “mantener” la alianza civilista en la Asamblea. Y gracias a ello logramos el fundamental objetivo de que dicho Órgano del Estado continuara apoyando la reconstrucción del país. Logrando así constituir de paso y de hecho, consecuentemente una línea de conducción de la Asamblea que, sin obstaculizar ni confrontar al gobierno, se manejó con una independencia real y nunca antes vista.
En ese marco pues, nuestro siempre recordado Don Lelo, que frisaba ya los 75 años de edad, se convirtió en especie de nuestro guía y consejero y en primer vicepresidente de la Asamblea; y en tal condición, junto con Gisela Chung del Molirena, como segunda vicepresidente, me acompañó a asumir el impensado gran reto de dirigir ese Órgano del Estado en aquella histórica y complicada circunstancia a la precoz edad de 30 años. Gestión que valga también destacar, al hacerse público el referido acuerdo, fue amarrada – como nunca antes se había hecho – al compromiso de una agenda legislativa de 10 puntos, misma que fue, a la par del acuerdo, firmada y hecha pública al país. En ella nos comprometimos a realizar reformas integrales al reglamento interno de ese Órgano del Estado y a impulsar la agenda de reconstrucción nacional y el programa de reformas económicas necesarias para que Panamá se pudiera finalmente poner nuevamente en sus propios pies después de la invasión. Dicha agenda se cumplió en casi un 90% y sus consecuencias, todas de máxima trascendencia para el país y para nuestra entonces incipiente democracia, hoy aún repercuten y en buena medida mantienen su positivo efecto y valor.
Así pues, con esta reseña, de un pedazo de la historia que nos unió a Lelo Alba y a mi persona y que relata la vocación común que nos llevó a luchar juntos por un país mejor, misma que aún me despierta cada mañana e impulsa en mi continuado bregar, quiero hacer homenaje a este gran panameño que discreta, pero decididamente luchó por la democracia que hoy tenemos y que, a pesar de la distancia generacional, de casi medio siglo entre los dos, un día me honró con compartirme su amistad, confianza, consejos y sabiduría. ¿Quién dice que jóvenes, adultos y ancianos no pueden compartir ideales, luchar juntos y jalar en la misma dirección?, ¡a mí que no me propongan lo contrario!, ¿acaso existe otra mejor forma de lograr metas colectivas y grandes propósitos?