• 03/10/2024 00:00

El júbilo de los radioaficionados panameños en el día en que Panamá recuperó su voz

La evolución de la radio en Panamá es de lo más interesante. Comenzando porque nuestro país nació casi a la vez que la radio, cuyas ondas electromagnéticas atraviesan el éter a la velocidad de la luz cubriendo las distancias entre los lugares más remotos de nuestro planeta.

Este sistema de transmisión del pensamiento que nadie, ni la fuerza irrebatible de la naturaleza ha podido impedir, es el triunfo más notable que el hombre ha tenido en los últimos dos siglos de nuestra historia como justo premio a la labor humana a costo de duros años de trabajo, investigación y experimentos. Hoy esos desvelos fructifican en las maravillas y ventajas inmensurables de todos los sistemas de la radiocomunicación moderna.

Pero, nuestro pequeño país tuvo mala suerte. Por el beneficio del mundo quedó sometido al peso muerto de los intereses militares y políticos de Estados Unidos.

Desde 1914, esos intereses ahorcaban para todos los panameños las enormes expectativas que traía bajo el brazo el novel invento de la radio, vedando en nuestro país la evolución de todas sus aplicaciones. No solo para los panameños que aspiraban el provecho de las estaciones radiotelegráficas y las radiodifusoras, sino también para los panameños radiooyentes, experimentadores y radioaficionados. La veda de las comunicaciones inalámbricas en Panamá no hizo distinciones; todos colgaron de la misma soga.

Dos décadas duró la injusta desdicha. Y, por dos décadas se escuchó con fuerza el reclamo de los panameños por el derecho a los beneficios de la revolución científica más trascendental que experimentaba entonces la civilización. Todos exhortaban la liberación de nuestro país del infame control de las radiocomunicaciones impuesto por la potencia americana. Solo a escondidas los panameños podían oír las transmisiones de radiodifusoras y de radioaficionados que venían de afuera. Y sin poder responder, los panameños eran mudos para el mundo.

Cuando el doctor Harmodio Arias Madrid ascendió a la presidencia en 1932, la situación de la radio era desesperante. La presión pública por la libertad radiofónica era angustiosa e imparable. En el terreno de las relaciones exteriores, al doctor Arias le tocó el duro trabajo de aniquilar con éxito los impedimentos y trabas que ponía Estados Unidos contra Panamá para la instalación y operación de cualquiera clase de estaciones inalámbricas.

Luego de una obra titánica de difícil diplomacia, el 3 de octubre de 1934, dos meses después del viaje oficial del presidente a Washington, fue sancionada la primera ley sobre la radio en Panamá, la Ley 12 del 3 de octubre de 1934, que de forma radical significó, como consumación de hecho y mandamiento de derecho, la liberación definitiva de Panamá de los impedimentos a las radiocomunicaciones por parte de Estados Unidos de América.

Apenas un par de meses más tarde, afilando el lance de capote, el presidente Harmodio Arias promulgó la Ley 25 de 26 de noviembre de 1934 que aprobó oficialmente el Convenio Internacional de las Telecomunicaciones suscrito por la República de Panamá y el Reglamento General Anexo, el cual organizaba la presencia de las estaciones radiotelegráficas, radiodifusoras, radioaficionados y los demás servicios de radio de nuestro país dentro de las bandas del espectro electromagnético.

Y, finalmente, cual suerte suprema en el último tercio de la faena para matar a la bestia, antes de que terminara 1934 dictó el Decreto 170 de 20 de diciembre que reglamentó el funcionamiento de las estaciones emisoras de radiocomunicación panameñas.

De esa forma se cerró el marco regulatorio de todo lo referente a las radiocomunicaciones en Panamá. En solo dos días empezaron a escucharse las transmisiones desde Panamá que se identificaban orgullosamente con el prefijo “HP”, y seis meses después ¡cerca de mil aparatos de radio ya se importaban en nuestro país!

Bajo estos preceptos quedó abierto el camino para que en nuestro país por fin se establecieran las importantes estaciones radiotelegráficas, así como también pudieran operar de forma legal estaciones radiodifusoras y estaciones de radioaficionados de Panamá. En consecuencia, a los pocos días se otorgaron las primeras licencias de radiodifusoras, a nombre de Radio Miramar (HP5B) y La Voz de Panamá (HP5J) y, el 11 de marzo de 1935, se otorgó la primera licencia de radioaficionados de Panamá, a nombre de Richard Decker Prescott (HP1A).

Indiscutiblemente, el 3 de octubre de 1934 constituye una fecha muy especial. Un hito que marca un momento cumbre, un antes y un después en la historia de la radiocomunicación en la República de Panamá. Ninguna otra fecha del calendario histórico de la radio panameña puede tener un significado más profundo y ser más digna de júbilo para los radioaficionados panameños que el 3 de octubre de 1934, el día en que Panamá recuperó su voz.

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones