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- 20/04/2023 00:00
El DISEÑO de políticas públicas
Si asumimos como concepto de diseño, la proyección que se aspira plasmar de una idea, entonces debemos considerar que el resultado de la ejecución implementada desde el diseño, entonces, aunque sea bien intencionada, no es suficiente con dicha consideración, sino que el ejercicio disciplinario de evaluación del diseño debe dirigirse a la solución de problemas con el suficiente blindaje para no convertirlo en objeto del síndrome de Penélope.
En América Latina, sobran los ejemplos de gobernantes que, sin entender la idea conceptual del diseño de políticas públicas, se enquistaron en el poder, pretendiendo implementar intervenciones que solo identifican como programas o proyectos, y que generalmente, con apoyo de entes de financiamiento que previamente agendaron sus intervenciones novedosas y por contener ese acompañamiento financiero, son aceptados de inmediato para ser impulsados bajo sus gestiones.
Sería interesante que, previo a cada torneo electoral, las encuestadoras también encuesten a los aspirantes a los diferentes cargos de elección, para generar el nivel de conocimiento sobre la importancia de la mínima formación que deben acumular para ser parte del círculo decisorio no solo sobre los programas y proyectos generados en la ocurrencia, sino desde el ámbito público con la fuerza disciplinaria y metodológica digna de un diseñador de políticas públicas.
Las instancias nacionales y subnacionales deberán estar conectadas a través de un hilo conductor que permita desde el inicio simular la política que corresponda, para que no solo el texto del documento con el alcance del esfuerzo pueda enviar los mandatos “per se”, sino que se incluyan las fuentes de financiamiento, pero no limitados a plasmarlo en un presupuesto general o subnacional, ello se debe determinar claramente, de manera general y específica; por ejemplo, si por la recaudación del IVA o en Panamá por el ITBMS, cuál debe ser el comportamiento del consumo que generaría el segmento adicional para financiar la política pública.
Algunas veces sucede lo contrario, quiero decir que se asume que de un presupuesto imaginado se desprenderán recursos para una propuesta de ley, por ejemplo, que ni siquiera contiene un diseño teórico para evaluarlo o adaptarlo a un Plan Estratégico Nacional, el cual, como se observa a nivel hemisférico, constituye listas de buenos deseos.
En el umbral que limita el ejercicio político de los técnicos que no abundan en el ámbito público de América Latina, donde se debate sobre ocurrencias y método científico, esto sin contar con los extremos que hay en nuestras sociedades, sería recomendable entre otras propuestas, establecer simuladores de políticas públicas cuyos resultados consistan en un dictamen técnico de carácter obligatorio, y no solo una emisión de concepto no vinculante que es la condición permisiva para los absurdos que perviven en algunos casos desde el ámbito público.
Por último, se le debe preguntar en esa encuesta si conocen los ocho pasos de Bardache, y sin obviar una repasada a la escuela neozelandesa de administración pública.