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- 03/08/2024 00:00
Diplomáticos científicos
La jovencísima República de Panamá acreditó, como sus delegados oficiales al Cuarto Congreso Científico Latinoamericano (o Primer Congreso Científico Panamericano), a los señores Melchor Lasso de la Vega, exministro de Instrucción Pública, y Pedro de Obarrio, galeno.
El congreso se llevó a cabo en 1908 en Chile, solo cinco años después de la independencia política de Panamá cuyo Canal estaría terminado seis años después.
Los anales del referido congreso describen a Lasso como un “espíritu refinado y estudioso, ha hecho de la consagración a la enseñanza un verdadero culto como lo dejó patentizado durante las sesiones de la Sección de Ciencia Pedagógicas en las cuales hizo papel airoso [...] a él debió su patria la fundación de la Escuela de Artes y Oficios” (Pourier, 1915). Acerca del delegado de Obarrio se afirma que es un “facultativo eminente, superintendente del hospital de Santo Tomás de Panamá”.
Lasso interactuó en el congreso con Hiram Bingham - más tarde famoso descubridor estadounidense de Machu Picchu - acerca de su libro Historia Antigua de los Scots Darién, y con el coronel William Gorgas, entonces recientemente promovido a ese grado militar por una resolución del congreso de su país en reconocimiento a su exitosa lucha contra la fiebre amarilla en La Habana. Dos ejemplos de la simpatía que poseía el delegado panameño para forjar amistades y alcanzar metas específicas.
Al momento de instalarse la Mesa Directiva de este encuentro científico, el delegado peruano Matías Manzanilla - que ocupaba la tercera vicepresidencia - abogó por la incorporación de Lasso, lo que efectivamente sucedió, lográndose que sea elegido secretario de dicha mesa. El día del inicio del congreso, Lasso destacó por sus palabras inaugurales: “Sean pues mis primeras palabras de felicitación para los honorables miembros de la comisión organizadora de este augusto cuerpo que tan alto han colocado sus nombres con su fecunda y meritoria labor, por el feliz suceso con que han sido coronados sus inteligentes y múltiples esfuerzos. Sean también ellas portadoras de mi agradecimiento, ya que a la benévola y galante invitación de ellos se debe que la más tierna de las repúblicas americanas, recién salida de la cuna y arrebujada aún en sus pañales, tenga asiento en este cenáculo, perdonándosele el bagaje de luz y experiencia que la índole de esta institución reclama para franquear sus umbrales. Y sea por último, el eco de mi voz mensajero del ósculo que la nueva nacionalidad imprime en la frente de sus hermanas como símbolo de amor, fraternidad y concordia”. Y en otro momento de la sesión, al agradecer por el apoyo político de Chile a la causa panameña, afirma: “ya aquí se realiza el más bello ideal republicano que consiste, no en imitar sino en dar ejemplo de virtudes cívicas”. Lasso que miró después hacia los intereses nacionales de la joven República manifestó, “os invito a que acordéis que la inauguración del Canal de Panamá se celebre con la reunión allí del Quinto Congreso Científico Americano. Nada más digno para perpetuar ese magno acontecimiento que, con la conjunción de todos los pueblos, de todas las razas y todas las civilizaciones, viene a cambiar virtual y benéficamente la faz del hemisferio americano”.
Propuesta audaz que dio origen a debates fuera del foro porque, en ese momento, tres ciudades se disputaban la sede del siguiente cónclave científico: Washington, Lima y Bogotá. La votación la ganaría la capital estadounidense con una amplia ventaja sobre las otras dos, aunque al momento de la intervención de Lasso se especulaba sobre resultados sin puntajes pronunciados, escenario que pudo haber llevado al panameño a forzar una situación en favor de la proyección internacional de su patria. Lasso logró incluso que Pedro de Obarrio, el otro delegado panameño, fuese parte de la comisión seleccionadora. Lo cierto es que, finalmente, los estadounidenses bregaron con éxito para obtener los votos de quince - incluido Panamá - de los veinte países participantes.
Mérito de Lasso es también una de recomendaciones del encuentro científico, la de impulsar el canje de libros y publicaciones “para asegurar el conocimiento y la más fácil comunicación entre las naciones”.
La presencia de Panamá en la histórica cita científica de 1908 permitió vislumbrar el anhelo de una nación y de sus delegados por crear redes que le permitieran el acceso a los mejores medios de trabajo científico, a las comunicaciones de los diversos grupos según especialidades, a unificar las anotaciones, las bibliotecas y los canjes. En suma, sus diplomáticos - científicos buscaron, desde el primer momento, colocar a Panamá en la mejor posición posible para evitar que las brechas de conocimiento con Europa y Estados Unidos se agrandasen.