• 21/06/2024 17:09

Comediantes e independencia

“La identidad es un aspecto de honda importancia en la cultura de un país y el pasado es la llave para comprender nuestro presente” (Sainz, 2020).

A finales del s. XVI aparecen las primeras compañías teatrales ambulantes y, paralelamente, se fundan las primeras casas de comedias en México (1597) y Lima (1598). La capital del virreinato peruano había sido fundada en 1535, escasamente cincuenta y tres años después se establecía el primer teatro (Romero, 2018).

El teatro hispanoamericano fue llamado -desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII- “Barroco de Indias” denotando así un estilo genuino y particular que, cuando la pieza era de otras latitudes, la ajustaba lo suficiente a la realidad local pero sin desnaturalizarla.

Paz (2021), siguiendo las investigaciones Lohman (1941), estudia el caso de un personaje emblemático del teatro peruano: Juan Meléndez (1590) quien para sostener su actividad teatral en una época poco rentable, fue sastre durante el día y escritor de comedias durante la noche. La combinación le resultó productiva porque logró fundar una compañía teatral callejera. Al igual que Meléndez, un batihoja (batidor de oro) descubrió su capacidad histriónica en esos teatros callejeros y así nació Lope de Rueda, famoso actor de aquellos incipientes años del teatro virreinal que lo dejó todo para dedicarse a su pasión artística en las tablas. Un tercer caso anecdótico es el de Francisco de Morales (1590), escritor de novelas que después de alcanzar notoriedad en Lima pasó a Charcas (hoy en la actual Bolivia) para descollar con sus producciones en las ciudades del Altiplano y en las minas de Potosí.

En mayo de 1598, España prohíbe la representación de comedias en la Península lo que genera un éxodo de comediantes hacia el Nuevo Continente. Una de esas compañías fue “un grupo de ocho actores encabezados por Francisco Pérez de Robles, actor natural de León y su esposa la comediante sevillana Isabel de los Ángeles, Juan Crisóstomo y Luis de Mayorga ambos también oriundos de Sevilla, Luisa Loaisa, esposa de éste último y el único miembro de la agrupación natural del Perú, Miguel de Burgos a quien se denomina “autor de comedias,” español, Bartolomé Suárez y Andrés González, a saber, ambos también españoles” que llegaron a Lima en el segundo semestre de 1598 (Betancourt, 1986). Si embargo, la compañía de Robles no era la primera en llegar a América. En 1596 había arribado a México (Nueva España) la compañía de Juan de la Cruz; y, en 1597, se había establecido en Lima la compañía de Gabriel del Río. Sin embargo, los comediantes de Robles fueron los primeros en poner en escena roles femeninos interpretados por actrices -hasta entonces, los actores varones solían representar a las mujeres-. En 1945, Lohman efectúa una traducción libre del primer contrato teatral que se conoce en el continente latinoamericano, fechado el 28 de junio de 1599, donde la compañía de Robles se compromete a una serie de presentaciones en Lima, Cuzco. Arequipa, Charcas y Potosí. “Es el primer testimonio de un contrato de esta naturaleza y, por lo pormenorizado de los detalles que presenta, suministra una valiosa información sobre la organización interna de estas agrupaciones teatrales” (Betancourt, 1986). Aun cuando no hay registro del repertorio que utilizaron, se especula que fueron las obras de Lope de Vega. Si bien la compañía duró hasta su disolución en 1621, Bartolomé Suárez fue el primero en dejarla para probar suerte en Panamá en 1602 pero, abrumado por las deudas, reembarcó para Nueva España en 1603 donde su rastro desaparece (Schilling, 1958).

Romero (2018) afirma que “Lima se mostró desde temprano como una ciudad muy aficionada al teatro, a tal punto que los funcionarios públicos solían descuidar sus obligaciones para no perder ‘la función’. En 1643 tuvo que intervenir el Rey, mediante una cédula que, en un tono poco cordial, recomendaba a los responsables de las posesiones reales velar más por los intereses de la Corona y olvidar un poco las veleidades ‘coreografistas’”.

Con el advenimiento del Siglo de las Luces la prensa empezó a jugar un papel fundamental en la difusión de las nuevas ideas pero en un continente con un alto número de analfabetos la Ilustración permeó en las élites y en la proto clase media más no en el pueblo por lo que los intelectuales de entonces se interesaron en el teatro como vehículo de difusión de sus propuestas de cambio. La independencia es, como afirma Sainz (2020), “un momento histórico de gran relevancia que arrasa en todas las manifestaciones culturales, sociales y políticas al mismo tiempo”. Un ejemplo de teatro político independentista fue “Roma Libre” (1823), escrita en México, que impulsaba los ideales republicanos.

Al aproximarse el Bicentenario de la batalla de Ayacucho (1824), estudiar el teatro virreinal y de la independencia permite entender los ideales políticos de diversas épocas y territorios.

El autor es embajador peruano
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