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Estos días en que Evo Morales, entonces presidente de Bolivia, aspiraba a un cuarto periodo de Gobierno, me hacen recordar la enorme terquedad en que incurrió Ernesto “Che” Guevara, muy admirado en todos los tiempos como médico, intelectual y guerrillero osado que se destacó al lado del alzamiento que encabezó el doctor Fidel Castro.
Tengo que agregar una interpretación errónea y terca del Che Guevara, quien, a pesar de los buenos consejos que le dio en su momento el gobernante cubano ya desaparecido, de que no incurriera en el error de que Bolivia es un terreno propicio para un movimiento de liberación como el que se llevó en su momento en Cuba, porque las condiciones le serían adversas y, a pesar de que, además le puntualizó para su mayor razonamiento el partido comunista en Bolivia estaba muy dividido por un dirigente de apellido Monje.
Pero, a mi juicio, toda la obcecación del Che desde el punto de vista psicológico, que creo tengo alguna capacidad en ese campo por mis estudios de Derecho y otras lecturas, que el Che realmente se sentía incómodo siempre en un país extraño como Cuba, ya que él era argentino de nacimiento de pura cepa y además era de un espíritu que nada lo detenía. Cuando tenía un propósito, ni en su país cuando viajó en motocicleta hasta Guatemala y vivió aquellos momentos de la Revolución guatemalteca y la historia registra que se unió a Fidel en los preparativos de la guerrilla en México.
No debo negar que la Revolución cubana, al triunfo de la misma, lo distinguió en elevados cargos y no voy a olvidar que dirigiendo el banco de Cuba con muchos manejos en sus finanzas, su padre lo fue a visitar para que le contara todas las aventuras de que había sido objeto en compañía de Fidel, advirtiéndole a su progenitor que no se creyera que por su influencia utilizara algún fondo muy bendito de ese país. Le subrayó “cualquier gasto de gasolina yo la pagaré de mi bolsillo”; es decir, hay que reconocer al Che como un hombre muy honrado de una elevada moral y quizás en algún momento le inquietó la presencia de tantos rusos en ese país como asesores y se diría “¿qué hago yo aquí?”.
Luego, como sabemos, el Che, en el terreno equivocado, sufrió deslealtades y traiciones y hasta un campesino que creía era su seguidor alzó el sombrero para que el ejército se enterara dónde estaba agonizando de asma y con su fusil inservible.