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- 09/12/2021 00:00
Cerrar el paraguas del Pentágono: tarea pendiente
El 7 de septiembre de 1977 se firmaron los tratados del Canal de Panamá, conocidos como Torrijos - Carter entre el general Omar Torrijos y el presidente estadounidense, James Carter. Tiempo después el militar panameño reconocería, durante una concentración política en la plaza 5 de Mayo, que el acuerdo alcanzado “Nos ponía bajo el paraguas del Pentágono”.
Aquella tristemente célebre expresión de Torrijos hacía referencia a los instrumentos conexos y adiciones que acompañaban el convenio y que posteriormente se conocieron como el Tratado de Neutralidad Permanente con sus enmiendas y reservas, siendo las más nombradas la Enmienda Nunn, propuesta por el senador demócrata por el estado de Georgia, Samuel Augustus Nunn, y la Reserva DeConcini, iniciativa del también senador demócrata por Arizona, Dennis DeConcini.
Torrijos, que para ese entonces encabezaba un Gobierno cívico-militar, que se instaló en el poder el 11 de octubre de 1968, luego de derrocar al presidente democráticamente electo, Arnulfo Arias, agregó a su primera expresión otra que luego sería incorporada a la jerga política local para referirse a algo que se consideraba aceptable: “Los tratados son potables”. Sin embargo, no todos los panameños se tomaron el “elixir”. Académicos, dirigentes estudiantiles, intelectuales y algunos dirigentes políticos de la oposición, en ese momento proscrita por la dictadura, tomaron la iniciativa y se movilizaron para pedir el rechazo a los acuerdos sobre el canal por considerar que estos eran lesivos a los intereses y la soberanía de Panamá.
Entre estos grupos destaca Vanguardia Popular, un movimiento integrado por estudiantes universitarios de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá, estos jóvenes de finales de la década de los 70 y hoy día profesionales del Derecho, entre ellos; Alberto Almanza, Carlos Manuel Lee, Ricardo Eskildsen Morales, Una Alfú de Reyes, Víctor Castillo Ortega, Ángel Sánchez, Federico Ismael Ponce, Jaime Jácome de la Guardia y Alberto Cabredo, han plasmado sus testimonios y aportes sobre esa lucha, que fueron recopilados por el periodista, abogado y escritor, Rafael Pérez Jaramillo, en la obra: Estados Unidos y Panamá. Neutralidad: tarea pendiente, presentada el pasado 28 de noviembre, día en que se cumplía el Bicentenario de la Independencia de Panamá de España, una coincidencia simbólica, pero que también tiene la intención de tocar la conciencia de los panameños sobre un tema que parece olvidado, pero que se trata de una trascendental tarea inconclusa.
La denuncia o abrogación (“denunciation” o “abrogation”) del Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá y sus instrumentos conexos, léase las enmiendas y reservas y la presentación del caso ante el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, sería una opción de la República de Panamá para librarse de la espada de Damocles que representa a su real soberanía e independencia el mencionado tratado con sus reservas y enmiendas, a decir de Torrijos: “Estamos bajo el paraguas del Pentágono”.
La búsqueda de solidaridad para plantear la cuestión ante la comunidad internacional o una propuesta de renegociación a los Estados Unidos, podrían ser otras alternativas que tendría Panamá para librarse del tutelaje que ejerce la primera potencia del mundo por medio del Tratado de Neutralidad. El tema es un asunto de interés nacional y por tanto los ciudadanos estamos en la obligación de exigir que quienes se presenten como candidatos a las elecciones de 2024 fijen su posición al respecto, aunque sepamos de antemano que ninguno de ellos querrá incomodar al Tío Sam.
Los presidenciables y sus alianzas políticas se encontrarían con la disyuntiva de escoger entre los intereses de Panamá o permanecer complacientes a las imposiciones e intereses de Washington. Corresponderá a estudiantes, académicos, profesionales y políticos honestos, grupos organizados y ciudadanos con sentimientos patrióticos iniciar una nueva jornada de lucha para concluir una histórica tarea pendiente que determine nuestro futuro en el concierto de las naciones libres. No hacerlo nos condenará a un vasallaje a perpetuidad que no sería aceptado ni perdonado por las futuras generaciones.