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- 24/09/2022 00:00
Carmen, la visionaria que nos legó un mundo mejor
Carmen Miró Gandasegui nació en ciudad de Panamá el 19 de abril de 1919 y se nos fue el 18 de septiembre de 2022 a los 106 años. Hija del poeta Ricardo Miró, el escritor más destacado y reconocido de la literatura panameña, desde niña se nutrió de un ambiente intelectual y cultural que fue referente en su vida. Cualquier intento de sintetizar su trayectoria es una misión imposible por la vastedad de sus aportes como académica, política, servidora pública y por su valor como ser humano extraordinario.
Carmen estuvo en la vanguardia de iniciativas y propuestas en el campo de la demografía, alejándose de quienes únicamente veían estimaciones de fecundidad y mortalidad. Impulsó lo que llamó Demografía sustantiva, aplicando esa disciplina para apoyar a la sociedad y a los cientistas sociales y gobernantes en el entendimiento profundo de los problemas de la sociedad.
Uno de sus múltiples escritos publicado durante las luchas ideológicas en torno al crecimiento de la población mundial, clausuró el debate al demostrar contundentemente que la expansión demográfica era resultado de las relaciones sociales sujetas a un desarrollo capitalista fuera de control. Precisamente por estas ideas, Carmen recibió el Premio Mundial de Población otorgado por las Naciones Unidas.
En la década de 1940 ingresó al Frente Patriótico de la Juventud —movimiento social que promovía libertades democráticas, reformas sociales y rechazaba la presencia estadounidense en la Zona del Canal—. En 1950, con apenas 27 años, fue directora de la Dirección de Estadística y Censo, impulsando transformaciones significativas que colocaron a la vanguardia al sistema estadístico panameño por su rigurosidad y confiabilidad. En 1957, Naciones Unidas la invitó a dirigir el Centro de Estudios Latinoamericanos de Demografía (CELADE) donde por veinte años desplegó sus virtudes de liderazgo y organización, fortaleciendo la aptitud de los países para analizar la dinámica demográfica, entender sus interrelaciones con el desarrollo económico y social y diseñar políticas públicas orientadas a reducir la pobreza y la desigualdad.
En 1964 contribuyó a crear una maestría en demografía en el Colegio de México y en 1972 a fundar el Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana. Ocupó la secretaría ejecutiva del Programa de Investigaciones Sociales sobre Población en América Latina (PISPAL), estimulando el desarrollo de teorías y metodologías adecuadas a la región y la producción de investigaciones.
Por la calidad de sus labores docentes y la promoción de la investigación demográfica recibió muchísimos reconocimientos. Fue miembro de la Asociación de Estadística de EE.UU., recibió sendos Doctorados Honoris Causa en ciencias sociales por la Universidad de La Habana- Cuba, por la universidad de Córdoba- Argentina; por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y por la Universidad de Panamá. Se le concedió la Condecoración Vasco Núñez de Balboa; ganó el Premio Daniel Cosío Villegas del Colegio de México, la condecoración Orden René de Lima del Consejo Superior Privado para la Asistencia Educacional (Cospae) y el Premio Ciencia de Asociación Panameña para el Avance de la Ciencia (Apanac). Fue una autora prolífica, destacándose entre sus publicaciones: Población y desarrollo; Capitalismo y población en el agro latinoamericano; Social Science Research for Population Policy Design.
La Dra. Carmen Miro causaba un impacto profundo y duradero a quienes tuvimos el honor de conocerla por su dedicación al trabajo, liderazgo y desprendimiento para compartir sus conocimientos. Tuve la oportunidad de trabajar con ella desde 1988, cuando por invitación suya, me incorporé como investigadora al Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá (IDEN) donde bajo su liderazgo se ejecutaron análisis y publicaciones orientadas a resolver problemas vinculados a pobreza, desigualdades en el acceso a educación, salud y a un hábitat digno.
Cuando Carmen exponía sus ideas era clara, incisiva, original en sus planteamientos y firme en sus convicciones; y también irreverente -alejada de las prácticas habituales que rinden culto a formalismos e hipocresías-. Ella destacaba por su permanente curiosidad; me refiero a la curiosidad epistémica, aquella que es el verdadero “apetito de saber”-en palabras de Immanuel Kant, o el “anhelo de la mente” como la llamó Thomas Hobbsen describiéndola como -la perseverancia en el deleite que produce la infatigable generación de conocimiento-
Ese insaciable apetito por el conocimiento llevó a Carmen a examinar una diversidad de problemas para identificar soluciones particularmente en la aplicación de políticas públicas y políticas de población. Persistentemente, defendió la educación pública como el mejor instrumento para la transformación y progreso de la sociedad, convencida de que las mejoras en los niveles de vida provienen fundamentalmente del aprendizaje.
Esa curiosidad llevó a Carmen a impulsar investigaciones multidisciplinarias para resolver problemas acuciantes tales como: la concentración desordenada de la población en las periferias de las ciudades y el crecimiento caótico en zonas urbanas, lo que causa problemas ambientales amén de profundizar en las desigualdades socioeconómicas y territoriales.
Las acciones y las palabras de Carmen fueron semillas que cayeron en suelo fértil en múltiples lugares de Latinoamérica; ella fue y será modelo para demógrafos, investigadores y cientistas sociales. Nos dio lo mejor de sí: esperanza, confianza, tenacidad y humildad. Su compromiso y generosidad al esforzarse permanentemente por cambiar una sociedad que consideraba injusta son los ejemplos inspiradores que nos deja para construir un mundo mejor.
Estoy segura de que a Carmen le hubiese encantado leer este escrito, no por escuchar halagos, sino por acrecentar la certeza que nos dejó un mundo mejor del que encontró con personas que han escuchado y aprendido de ella y de su trabajo y siguen su modelo. Muestro aquí mi gratitud y cariño por ella.