Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
Todavía es temprano para hablar de “lecciones aprendidas” en la difícil situación que el Gobierno de Estados Unidos ha colocado a Panamá, bajo un manto de ignorancia, mentiras, miedos e intereses. Esto apenas comienza, pero para diseñar una posición nacional frente a los embates del presidente Trump, es necesario repasar primero lo que no hemos hecho en los últimos 25 años, para luego recordar que hicimos como país en situaciones similares en el pasado.
Después del 31 de diciembre de 1999, los panameños, más dados al cortoplacismo y a las improvisaciones, hemos fallado en elaborar y ejecutar una estrategia país en función de nuestras potencialidades y las ventajas geopolíticas que nos ofrece nuestra geografía, donde el Canal es tan solo un componente.
Salvo un intento por relacionar las ganancias del Canal en beneficio de las comunidades durante la presidencia de Martín Torrijos con el Prodec, los gobiernos han ignorado a los accionistas del Canal, el pueblo panameño, y se han conformado con publicar una foto donde la ACP entrega un cheque anual de dividendos sin un informe del uso o destino de esos recursos.
Por ello, no sorprende que hoy muchos ciudadanos no valoren el impacto económico y social de los réditos del Canal, lo que se aprovecha para mezclar preferencias partidistas y el descontento por la mala gestión pública para gritar a los cuatro vientos que el Canal no rinde beneficios a los panameños.
Desde la transición del Canal nos concentramos en administrar la vía de manera rentable, pero soslayamos la existencia del Tratado de Neutralidad, un pacto “a perpetuidad”, donde Panamá declaró su neutralidad para el tránsito seguro y abierto de las naves de todas las naciones “en términos de entera igualdad”. Por su parte, Estados Unidos, en conjunto con Panamá, convinieron “mantener el régimen de neutralidad” para que el Canal “permanezca permanentemente neutral.” En esos términos, surgió una relación desigual ante la posibilidad de que uno de los dos países tuviera, a su única discresión, que usar cualquier medio para reabrir o reanudar las operaciones del Canal por razón de un acto de interferencia ajeno a su funcionamiento.
Bajo esta perspectiva de asimetría de poder, nos faltó entender que Estados Unidos, de por sí y ante sí, es una amenaza potencial para la neutralización del Canal. 25 años después, Estados Unidos considera que el costo de su responsabilidad en el Canal excede sus beneficios y por ello exige a Panamá, para sus buques, prebendas y privilegios que incluso violan su neutralidad.
Pero este escenario de “ignorancia, mentiras, miedos e intereses” de Estados Unidos y sus más altos representantes, de manera triste y alarmante también está presente entre los panameños.
Por ejemplo, la mayoría ignora el Tratado de Neutralidad, pero algunos aseveran, sin dudas, que la enmienda DeConcini permite la intervención militar norteamericana en nuestro país sin límites ni cortapisas. Otros mienten al decir que Panamá ha violado el Tratado porque no ha pagado dividendos de manera directa a cada panameño. Unos sienten miedo por las nefastas consecuencias que pudiera traer un enfrentamiento con Estados Unidos, particularmente en el ámbito económico, y algunos pocos, los que profesan que “todo es negociable” y “nadie come soberanía”, se esfuerzan por identificar oportunidades de negocio para imponer sus intereses, más allá de cualquier posición de respeto y de dignidad de Patria.
Ya lo ha dicho el presidente Mulino, no hay nada que negociar con el Canal. Sin embargo, es conveniente recordar algunas verdades de Perogrullo: (a) es importante restablecer y fortalecer la cátedra de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos; (b) en las relaciones internacionales los países no tienen amigos, solo tienen intereses; (c) los canales informales en cualquier conflicto son buenos para acercar a las partes, pero nunca sustituyen la formalidad de la negociación; (d) buscar aliados en la contraparte como mensajeros de nuestros argumentos corre el riesgo de que se confundan con los intereses de esos “amigos”; (e) frente a un contrario de mayor tamaño y fuerza, siempre es bueno contar con aliados, aunque sea para recibir ánimo; (f) la fuerza de la razón debe ser la base para imponerse a la razón de la fuerza.
La situación es difícil, pero no insalvable. La firmeza, la prudencia, la buena comunicación y la transparencia deben ser los elementos del gobierno para convocar y aglutinar al pueblo panameño en apoyo de la defensa de los derechos y los mejores intereses de nuestro país.