• 18/08/2011 02:00

El ruido de las cosas que no caen

PERIODISTA. Y a existe un colombiano que escribió una novela sobre los tiempos paralelos de Escobar Gaviria y ganó el Premio Alfaguara....

PERIODISTA

Y a existe un colombiano que escribió una novela sobre los tiempos paralelos de Escobar Gaviria y ganó el Premio Alfaguara. Cuando se ganan este premio, hacen un recorrido por España y toda América Latina y, de pronto Panamá puede recibir a un buen escritor y quizá solo al ganador de un premio literario. De cualquier manera, es algo bueno, en medio de un marasmo incalculable y que se extiende sin misericordia.

El escritor es Juan Gabriel Vásquez y la novela tiene un título inesperado y sin adjetivos: ‘El ruido de las cosas al caer’.

Usar la palabra cosa en el título de una novela podría ser una torpeza o una apuesta muy arriesgada; y esas apuestas solo se hacen cuando la persona es muy insensata o cuando guarda como secreto una seguridad sobre su tesoro, su hallazgo. Así lo hizo el arcángel colombiano Juan Gabriel, que por más señas y suerte no es cantante sino escritor, lo cual no creo que sea peor sino anterior.

Su título me recuerda una novela de Puig, donde los sonidos vienen de la noche tropical que cae. Precisamente el narrador, de la novela, Antonio Yammara, alude de forma directa y explícita al momento en que la noche cae sobre Bogotá. Pero este título atrevido también nos regala la remembranza de la formidable novela de Coe, en cuyo poético título se alude a la lluvia, pero antes de caer, que es cuando haría ruidos.

Pero en lugar de las interminables alusiones, que alguien más inteligente llamaría la intersexualidad, busquemos las menos agradables e incluso las contradictorias. El título del arcángel colombiano también nos puede producir (o conducir a) una filosofía cosmética o cosmogónica (depende del ruido de las profundizaciones) acerca de los oscuros y amenazantes ruidos de las cosas que no caen.

En esta novela redondeada con elegancia y casi hasta con pulcritud, aunque con mucha condescendencia con la cultura pop para mi gusto, la metáfora de la caída es un hermoso resorte que aparece desde la primera escena, desde el primer verbo que se permite el texto: la caída de un hipopótamo. Aunque no se menciona el ruido de su caída, pero el reporte de los medios de comunicación son precisamente el ruido de esa cosa que cae, como parte de un largo desmoronamiento de las edificaciones oníricas de los varones de la droga, y del más representativo o temido de ellos. Luego cae Galán, sin ruido o con un ruido ocultado por el ruido de los gritos. También el protagonista narrador y el protagonista de la búsqueda del protagonista: Ricardo Laverde caen sin ruido, luego que les dispararan en las cercanías de la Jiménez.

Todos son guiños y destrezas del espléndido ejercicio de la memoria del escritor, que aunque cansa, no es dañina para el texto, aunque lo sugiera para sí mismo el narrador. Este oficio, ya lo santificó Giardinelli y está tan blindado que resiste hermosas y frases tan bien tejidas como las de Antonio.

Pero el gran ruido de las cosas al caer lo produce en aproximación una reproducción magnetofónica. La grabación de la caja negra de un vuelo entre Miami y Cali. Un ruido eterno que no termina nunca.

Ahí se afirma y fundamenta la filosofía de la caída, con sus pliegues sonoros y sus implicaciones vitales y reiterativas. Con sus significados que se multiplican sobre los significantes limitados.

Las cosas que caen en la obra y parece que en la vida, terminan su existencia y su ruido es la epifanía del hecho. pero es un estruendo en el corazón o la psiquis. Sólo la noche cuando cae no deja, sino que comienza a existir, pero hace dejar de existir al día, a la claridad, a la luz. Es decir que las cosas que caen dejaron de ser, mientras que el ruido de las cosas que no caen son todavía parte del presente. En Panamá tenemos el recuerdo de Noriega. Había mucho ruido de las cosas que no caían y cuando cayeron hicieron mucho ruido, aunque menos que cuando estaban por caer. Ahora, quizás porque la democracia nos da la dura lección de que algunas cosas no deben caer para que ella subsista, estamos por escuchar muchos ruidos aún durante cerca de tres años.

A fin de cuentas, es una filosofía que no existe, un entendimiento que nace de la ficción, aunque sea una propuesta para entender al ser humano en medio de las calamidades que lo subyugan y que superan sus esfuerzos de comprensión.

Quizá podrá pensarse, con desatino y comodidad, que las cosas que hacen ruido, pero que no caen, no se precipitarán al vacío o al piso de la verdad en ningún momento, pero seduce más la idea de que el ruido es un prólogo de la caída o una forma de descenso que provoca su propia degeneración, o su puesta en evidencia. Sólo recordemos que el título es ‘El ruido de las cosas al caer’, no el sonido, ni la música de las cosas al caer.

Qué saludable es la multiplicación de sentidos que provoca una buena novela que además es premiada.

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