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- 20/08/2024 23:00
Atracos a turistas
La pareja de turistas pidió al conductor del taxi que los llevara a un punto de la ciudad. Él les dijo que entraran al vehículo e insistió con señas porque los clientes hablaban otro idioma que no era español. Fueron rápido al destino, aunque dieron vueltas por varias calles y al final del recorrido preguntaron que cuánto era la carrera. La cuenta excedía los diez balboas y el dúo de jóvenes, enrojecidos de la rabia, no tuvo más que sacar el dinero y pagar.
A esta gente que había llegado hacía poco al país, le extrañaba que, con un tramo tan corto, el viaje costara tan caro. En la noche mientras conversaban con unos amigos en una fiesta, se enteraron el porqué: resulta que eran turistas y se podía saber, ya que hablaban otro idioma, y que, quien les ofreció el servicio, se aprovechó y pudo aplicar un precio más alto y diferenciado a ellos que recién habían llegado al país.
¿Existe una tarifa especial para los turistas que visitan el territorio panameño? ¿Por qué cuando los taxistas escuchan un acento diferente o un idioma extranjero y saben que se trata de personas foráneas, inmediatamente aplican otro valor al transporte que ofrecen en sus automóviles, pese a que son de color amarillo y hacen una ruta regular?
En otros países cuando alguien llega al aeropuerto y va a tomar un transporte para la ciudad, se establecen adecuados controles. En México, por ejemplo, la línea o empresa toma los datos del destino y aplica una tarifa que la persona paga allí en el local y recibe una factura que entrega al conductor; este lee el destino y pregunta específicamente el punto de desembarque, conduce hasta el lugar y deja a la o las personas sin mayor problema.
En Costa Rica, en la terminal aérea, el individuo busca un taxi y le consultan por el sitio a donde se dirige y le dicen el precio. Ninguno de los vehículos cobra más de cierta cifra. El pasajero es llevado a donde se dirige y se le cobra. Por otro lado, en el desplazamiento por la ciudad, se pone en marcha un ‘taxímetro’ que marca los kilómetros y brinda información del costo.
En Panamá no se utilizan tales instrumentos, no existe una tarifa oficial, ni aparecen tarjetas con información sobre el valor de los movimientos en el sector urbano. Se han determinado unas zonas, pero todo el mundo las ha olvidado y se utiliza un precio pragmático que es asumido por quienes conducen los taxis. Se dice, por ejemplo, que salir de la Terminal del Transporte hacia cualquier punto cercano tiene un precio determinado y desde allí se calcula.
Hay ‘piqueras’ de taxi situadas en determinados puntos, que cobran un agregado por las llamadas y otras en el distrito de San Miguelito que no entran desde las carreteras colindantes por menos de cuatro balboas. Lógicamente que, si son forasteros, todo cambia y se eleva como una manifestación del ‘juega vivo’ para aprovechar el desconocimiento de cómo son las dinámicas del transporte en el país.
Si bien es cierto que existe localmente el servicio turístico con unidades de autos en color blanco y que atienden pedidos especiales; es ilógico - cuando se trata de extranjeros - que los ‘amarillos’ se aprovechen de la condición de su clientela, para subir el precio, porque saben que estos no conocen las políticas del transporte.
Si alguien afectado se dirige al ente que regula esta materia como el tránsito o aquella que se ocupa de la defensa del consumidor, ¿qué respuesta recibiría? Habría que indagar sobre casos en que se hayan aplicado sanciones por estas causas. Evidentemente que significaría un trámite engorroso para quien solo estará unos días en el país.
De todas formas, es una experiencia negativa que deja mucho que decir de nuestras políticas de turismo.