• 03/07/2024 23:00

Arrancamos, ¿no?

No se engañe, amigo lector, los partidos de siempre siguen vivitos, y mandando en este país. También es cierto que las nuevas fuerzas son humanas, y pueden errar, o simplemente pueden cambiar de opinión

En escritos anteriores hacíamos la salvedad de que no era correcto, ni real, hacer señalamientos sobre una gestión que aún no arrancaba. Expresar críticas o, de plano, mostrarse en oposición a algo que aún no empezaba a desarrollarse no sería más que demostrar el ardor de la pérdida reciente, o la desesperación por hacerse notar; ansias de protagonismo, o necesidad de ‘taquillar’, en ese conocido panameñismo.

El país despertó, tras la salida de la vergonzosa gestión que acabó, como aquel que despierta después de una larga enfermedad. Ardor en los ojos, dolores musculares, y en general, una debilidad manifiesta, pero con la certeza de que se está mejor. O al menos, esa sensación esperanzadora de mejoría alcanzada con el lograr salir de la cama en la cual se estuvo postrado. Bien.

Ahora viene la parte en la que los doctores empiezan a decirnos los diagnósticos y las causas que desataron nuestros quebrantos de salud. Nos explicarán lo que nos va a costar el tratamiento que, si bien es ineludible, no deja de ser en parte nuestra propia culpa.

Hemos venido viviendo una pugna social desde hace décadas. No es una lucha de clases, como nos quieren vender los pseudo socialistas enriquecidos, sino una lucha entre iguales.

¿Por qué lucharíamos entre nosotros mismos? Porque nos han hecho creer que formamos parte de una comparsa, separándonos como si fuera esto un carnaval. Pero no es tan simple como la farsa veraniega. Acá hay múltiples calles, y cada una se enfrenta con la otra, mientras financiamos a los que se dicen líderes de cada facción.

Me quedó claro cuando escuché, a regañadientes, los mensajes inaugurales de aquellos que estrenaban curul. Unos comedidos, otros agradecidos, otros restregándonos en la cara que ellos son los que mandan. Ellos mandan. Interesante concepto, considerando que, en completa oposición de ese comentario, deberían ser ellos los primeros en obedecer.

“Que a mí me eligieron 14,000, y a mí 30,000, y a mí ...” un concurso de oratorias numéricas que después de cortos minutos se hizo tedioso, pero al que era obligatorio atender, porque precisamente es por nuestra falta de participación que las cosas suceden en este país, no como desearían esos 14,000 o 30,000 electores, sino como ultimadamente consideran las 71 personas que residen en el hemiciclo. No se engañe, amigo lector, los partidos de siempre siguen vivitos, y mandando en este país. También es cierto que las nuevas fuerzas son humanas, y pueden errar, o simplemente pueden cambiar de opinión.

No se puede entrar a una pelea de maleantes, y esperar triunfar peleando como caballero. No señor. Hay que ser tan tigre como los tigres para tener una oportunidad. La población, en su comodidad cibernética, acusa y condena los movimientos iniciales de los que despertaron hace poco en una selva sintética, donde nada es lo que parece. Esos conceptos ideológicos que llevaron a muchos de los que hoy ocupan un escaño en el hemiciclo a luchar para llegar allí, empiezan a quedar atrás, alejándose con la costa de lo que fue su vida anterior, mientras recién se enteran de que abordaron un navío, que los adentra en lo desconocido. O tal vez no.

Tal vez lobos vestidos de piel de oveja llegaron justo a donde querían llegar y, alejarse de su vida normal era justo lo que buscaban. Solo el tiempo lo dirá.

Lo cierto es que la ciudadanía debe entender que la persona por la cual votaron ya no es más. Ahora es una especie de conglomerado, que se tiene que regir por normas establecidas, y por otras tácitas, que son su nueva realidad. Ahora responden a un nuevo juego de reglas, invisibles al ciudadano común.

Tal vez esto que menciono pueda ser explicado mejor por Nietzche, con un extracto de su libro Más allá del bien y del mal. Reza “quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

Requerirá de temple, una formación en valores, y criterios bien establecidos no transformarse en aquello que juraron combatir. Ese juramento, ese compromiso fue lo que consiguió ese voto, uno a uno, llegando a sumar lo necesario para alcanzar su nueva investidura.

El navío que abordaron brinda dos paquetes de jornada. Uno, ofrece retorno sano, y un viaje lleno de nuevas experiencias, a través de las cuales crecerán como personas, velando por el desarrollo del país. El otro, es una travesía de nuevas experiencias también, pero es un viaje de excesos, descontrol y torcidos apetitos, del cual la persona que abordó no vuelve jamás. O se vuelven monstruos, o caen en el abismo al borde del cual ahora gravitan.

El primer paquete que ofrece el navío es posible. Tenemos al menos dos ejemplos de personas que se embarcaron, prometieron volver y cumplieron. Nadie prometió tal cosa ahora.

La mayoría de los casos históricos toma el segundo paquete, y todo se va a la pequeña canasta de madera, en el punto más elevado del palo mayor del navío (el carajo), país incluido.

Parece que ya arrancamos, ¿no?

El autor es ingeniero
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