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- 01/05/2017 02:03
Los humanos: sus carros y sus armas
Desde que me conozco, y de eso hace ya muchas décadas, hay conversaciones sobre ciertos temas que sencillamente no me llaman la atención como a otras personas. Hablar sobre automóviles es una. Mis amigos del barrio durante la adolescencia pasaban largas horas hablando sobre modelos de carros. Las bondades y desventajas entre los autos americanos, los europeos o los japoneses, que apenas comenzaban a marcar en la industria. Discutían sobre la potencia de los motores, caballos de fuerza, pistones, cilindraje, kilómetros por galón de gasolina, etc. Para todos, en ese tiempo solo era un sueño la idea de que algún día tuviéramos un vehículo, aunque fuera una carcacha sobre cuatro tucos.
La segunda de las conversaciones es sobre armas y armamentos de guerra. Los inicios de la televisión local nos trajo ‘Combate', una serie sobre la Segunda Guerra Mundial. Me formé en las postrimerías de la Guerra de Vietnam y algo me quedó de la generación antes de la mía, amigos y familiares de la comunidad que, de alguna manera, por tener mejores condiciones para su desarrollo personal, se enlistaron en el Ejercito de los Estados Unidos.
Algunos fueron a esa guerra y de allí regresaron permanentemente afectados por las crueldades de ese conflicto.
Pero a lo que iba era a que, al igual que el tema de los automóviles, el de las armas y armamentos de guerra fascina a muchas personas. Los compinches de la esquina conocían en detalle las características de los armamentos utilizados en aquella guerra de mi adolescencia. Tenían bien claro cómo había cambiado la tecnología comparado a las utilizadas en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de Corea, sobre el poderío de la aviación y de la marina de los Estados Unidos frente a otras fuerzas.
Hace unos días supuestamente varios navíos nucleares transitaron por el Canal de Panamá. El envío y reenvío de imágenes de estos aparatos, además de los comentarios sobre la inminencia de la Guerra, dan cuenta de nuestra atracción irreflexiva sobre las amenazas a la vida.
Las más recientes estadísticas de los organismos internacionales registran el gasto militar de algunos de los países más desarrollados del mundo. Según el portal del National Priorities Project, el gasto militar mundial ascendió a más de 1,6 billones de dólares en 2015. Estados Unidos —con 596 mil millones de dólares— representa el 37 % del total. Ya el presidente Trump ha prometido aumentar ese gasto en 9,27 % este año.
Mientras digerimos eso (porque igualmente es incomprensible para mí y para muchos concebir altas cantidades de dinero después de cierta cuantía), sepamos que las Naciones Unidas han estimado que se necesitarían unos 30 mil millones de dólares anualmente para atender, en un esfuerzo por erradicar totalmente, el problema del hambre a nivel mundial (el aumento de Trump equivale a $54 mil millones). Un misil Tomahawks, de esos que lanzaron hace dos semanas contra Siria, cuesta entre 1 millón y 1.4 millones de dólares. Lanzaron 59, haga usted la matemática versus lo que necesita la ONU.
A lo largo de la vida mis compinches comenzaron a tener automóviles y varios gastaban cientos de dólares acondicionándolos con equipo musical, rines y demás. El auto, con o sin esos rines, le sirve para lo fundamental, ir y venir de un punto a otro. Es desconcertante ver cuando un conocido tiene problemas para cumplir con los asuntos necesarios del día a día, más cuando tiene familia, pero el costo de los rines de su vehículo pudiera pagar la matrícula anual de sus hijos por unos cuantos años. Y para fregar, como en los tiempos de barrio, hace alarde de esas banalidades.
Desde la primera pedrada o cuando la rueda dio su primera vuelta sobre la superficie de la Tierra, nos hemos empecinado en seguir desarrollando estos aparatos. En las últimas semanas se ha sentido esa pasión por los asuntos de los armamentos. En este tema, así como en la de los autos, los humanos nos hemos pasado hablando futilidades sobre los carros y desatendiendo lo mortal de los armamentos por la fascinación enfermiza sobre su tecnología, así como en los tiempos del barrio. Las justificaciones son incomprensibles. En esta vuelta, con las armas, podemos acabar con todos los carros y con la condición humana tal como la conocemos.
COMUNICADOR SOCIAL.