Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Los actuales Jack Oliver se atiborraron tres camioncitos llenos de sandías ocueñas (sabrosísimas) para el 2024, y ahora les toca pagar las jubilaciones al humilde ‘Chema’ Luna. Jack Oliver sí fue convocado a buscar soluciones por medio del pacto bicentenario y al monólogo que vendieron como diálogo, y se sentó plácidamente a seguir comiéndose —puntualmente cada quincena— las tajadas de sandías para realizar edificaciones sin insumos a pesar de que ya sabían que no tenían para pagar al año siguiente lo que se comen.
Para construir un Panamá inclusivo, no debemos ignorar las relaciones causa-efecto. No debemos ignorar al panameño que se le descuenta la cuota de la seguridad social juiciosamente y sin falta todas las quincenas, que debe levantarse a las 3:00 am para estar en su trabajo a las 7:00 am y que requiere electivamente/prioritaria una cirugía de próstata, pero la Institución donde debe realizarse el procedimiento no tiene insumos; mientras se mantienen plácidamente en sus puestos de mandos los responsables del desabastecimiento crítico y abandono de los hospitales.
En Panamá nos forjan desde muy chicos el concepto de que “Pícher ganando del juego no se saca”, pero ¿Los actuales regentes de la seguridad social para qué equipo están lanzando y para quién están ganando el juego? El papel del Estado ha consistido en asumir el riesgo con valor y visión, en vez de limitarlo a reducirlo para que los donantes de campaña capturen los beneficios más adelante del abandono de un programa estatal.
En el istmo se puede trabajar muy poco y ser muy productivo consiguiendo un ingreso muy alto, o se puede trabajar mucho siendo poco productivo obteniendo un ingreso bajo. La diferencia está en la tecnología, en la creatividad y los que adolecen los actuales directores: capital humano capacitado y con disposición de cogobernar.
La toma de decisiones tan fragmentadas y antagónicas que pueden llegar a ocurrir para gestionar el dinero de las jubilaciones en el 2024, pueden ser tan malas e ineficaces que pueda catalizar una revolución. Para citar un ejemplo, la concesión de una mina a cielo abierto de cobre no recauda ni para pagar un año de pensiones. ¿En 5 años la empresa y su inteligencia artificial extraerán el cobre con robots mineros y cuál será la retórica?
En Panamá no necesitamos otra revolución, pero los actuales políticos están creando un caldo de cultivo para la aparición de autócratas populistas que lideren o representen a grupos de la población que desean un líder fuerte capaz de tomar el control del caos que han generado el abandono de políticas inclusivas de nuestros gobernantes y que Panamá funcione bien al menos para el grupo de los excluidos —que son al menos 68% de panameños—.
En un país que honramos la memoria de los mártires del 9 de enero, es difícil delimitar la frontera de cuando una protesta debe ser aceptable y cuando vamos camino al Estado fallido. ¿Acaso los inversores internacionales no conocen que ante la duda de una rebelión contra el actual sistema deben empacar sus maletas y retirarse del lugar en conflicto?
Las guerras civiles son la consecuencia natural de la imperiosa necesidad de la nación, de pretender cambiar el orden interno para reestructurar la riqueza y el poder político. Los que están sufriendo en el sistema lucharán para obtener más riqueza y poder, tomándolos de aquellos que tienen dinero/poder y que son beneficiados por el orden ya existente. Oremos para la aparición de un pacificador fuerte en el 2024 y, frene la deriva con fórmulas de armar una coexistencia pacífica.