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- 28/09/2023 00:00
La ancestralidad e identidad de los tambores afropanameños
Luego de la separación de Panamá de Colombia (1903), debido al apoyo brindado al país naciente, a cambio de permitirle la construcción del primer Canal Interoceánico, Estados Unidos se vio obligado a indemnizar a Colombia con la suma de 25 millones de dólares, además de entregarle una parte del territorio de nuestro gran Darién.
Fue así como, hasta el 20 de agosto de 1924, mediante la firma del Tratado Victoria-Vélez, nuestro país tuvo su límite oriental en las riberas del río Atrato, de manera que toda la región del Darién nos correspondió por más de 400 años, incluyendo el Darién chocoano. De esta forma, la nueva frontera política divide en dos a una región que compartía características como grupo humano. Como ejemplo podemos citar al tambor de cuñas darienita, único tambor afropanameño que presenta en su estructura un zócalo, parecido al encontrado entre indígenas del Chocó colombiano (List, 1973, p. 49). Dicho tambor fue descrito por el ingeniero naval de la marina francesa, Armando Reclus, durante sus exploraciones en tierras darienitas, a fin de determinar el sitio más apropiado para construir el tan anhelado Canal Francés.
En su documento, Reclus (1881, p. 23) manifestó que en cada pueblo darienita había una manera especial de tocar el tambor; describiendo también algunas formas de baile de tambor, presentes en la región de La Palma de Darién. Igualmente, hace hincapié en la rivalidad de la cultura darienita panameña con comerciantes colombianos explotadores del caucho, resultante luego de la Guerra del Caucho de Chucunaque (1870) (Ocharan, 1997, pp. 123-125).
Cabe señalar que es frecuente escuchar el grave error histórico y antropológico cultural, en el cual se señala que debido a la unión voluntaria de Panamá a Nueva Granada (actual Colombia) en 1831, luego de la disolución de la Gran Colombia, una extensa parte de nuestro folklore tiene su origen en el país vecino. Esta unión voluntaria se llevó a cabo por un periodo de 71 años, siendo el territorio panameño un Estado Federal autónomo durante muchos de estos años.
A continuación citaremos algunos hechos que sustentan la ancestralidad e identidad de nuestros tambores, que van de la mano con la memoria histórica que describe el surgimiento y desarrollo de nuestro Istmo como nación.
1. Santa María la Antigua del Darién (1510-1524), hoy desaparecida y sus ruinas ubicadas geográficamente en el Istmo de Panamá, pero políticamente en el territorio colombiano, Panamá (1519) y Natá (1522), fueron las tres primeras poblaciones estables fundadas por los españoles en tierra firme americana, antes de la fundación de la primera población estable colombiana (1525), la cual nace poco antes de darse los primeros movimientos de cimarronaje en Panamá.
2. Fue en nuestro Istmo donde llegan los primeros negros a tierras americanas (1511-1512), documentándose la presencia del negro Ñuflo de Olano en la expedición de Vasco Núñez de Balboa que avista el llamado Mar del Sur (Fortune, 1964, p. 83). Según Mena García (Jaén, 1998, p. 360), es también en los actuales territorios de Darién y Colón donde se dan uno los primeros movimientos de cimarronaje y apalancamiento del continente (1530), fenómenos a partir de los cuales los negros fugitivos pudieron iniciar sus rituales de tambor en el Nuevo Mundo, y que posteriormente obligaron a la corona española a declarar el primer pueblo negro libre de América, ubicado cerca de Nombre de Dios, sitio al cual llaman Villa de Santiago del Príncipe (1579), en el que nombran como rey al negro Luis de Mozambique (Laviña et al., 2015, pp. 247-258).
3. Por otro lado, nuestro país conserva la organología instrumental de cuatro tambores de origen africano (una caja y tres tambores de cuñas), cada uno con una estructura, tono y función diferente, así como la polirrítmia y polifonía propia de la región subsahariana, la cual se basa en ostinatos rítmicos en contratiempo y síncopas, derivados de patrones rítmicos ancestrales africanos como el tresillo y cinquillo (Quintero, 2023), demostrando que sigue viva la ancestralidad de nuestros golpes de tambor, tales como cumbia, atravesao, terrible, congo, bullerengue, norte, ciénaga, corrido, etc.
4. Con el simple hecho de ver en los grupos de bullerengue tradicional del Caribe colombiano la presencia de solo dos tambores de cuñas (conocidos como llamador y alegre), o en el Pacífico colombiano la presencia de dos bombos y dos tambores de cuñas (llamados cununos) sellados con madera en el extremo opuesto a su boca (Perdomo, 1963, p. 283), todos muy disímiles a los nuestros, tanto en estructura como en tono y función, podemos sustentar la ancestralidad y la identidad de nuestros tambores afropanameños.
5. Podemos anotar entonces que todos los pueblos que conforman el círculo negro caribeño responden a una riqueza rítmica musical meramente negra, siendo sus miembros hijos de una sola madre rítmica ancestral llamada África.