Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 08/05/2022 00:00
¿ADN del panameño?
Jorge G., unido por 12 años con Juana B. es un responsable padre de familia, sus hijos Jorgito y Marlina estudian en la Escuela República de Alemania. Aunque ellos viven en Panamá Este, una tía que labora en el Ministerio de Educación les consiguió cupo en esa escuela ubicada en la ciudad. La ventaja: están cerca del Municipio donde trabaja Jorge.
Es lunes y Juana se levanta a las tres de la madrugada para tender la ropa que la noche anterior dejó en la lavadora, lavar los trastes, sacar la basura y colocarla junto a las otras bolsas (más de cinco días y el recolector de basura no pasa). Con la ropa tendida, corre al baño y con falsa esperanza revisa si ha llegado el agua (tiene dos semanas sin llegar) y como casi todos los días, se enjuaga en un platón de agua dándose su respectivo baño “del avioncito” (solo las dos alitas y el motor). Ya “aseada” prepara el desayuno que sirve en cuatro platos, en cada uno: salchicha guisada y una hojaldra, acompañado de café y una chicha de “culei” con sabor a naranja.
Jorgito, que es el primero en sentarse, observa de reojo que la hojaldra del plato de Marlina es más grande que la de él, por lo que, sin que nadie lo vea, los intercambia. Juana y Marlina se unen a la mesa, los tres sentados comienzan a comer, hay que desayunar rápido, ya que el tráfico hacia la ciudad es lento y deben salir antes de las 4:30 para llegar a tiempo. Con un amoroso grito, llama a su marido que aún no se les une. Un fuerte olor a diésel se siente en el ambiente cuando Jorge aparece. “Oye Marlina, comenta, el combustible volvió a subir y el vecino de nuevo me pidió dos galones para ponerle a su carro”. Le muestra un billete de diez dólares y le guiña un ojo.
La situación de la familia mejoró hace diez años cuando dejó de camaronear porque su padrino lo nombró en la Alcaldía como recolector de impuestos (aun sin haber terminado la secundaria), y ahora mucho más desde que su jefe (a manera de reconocimiento por las “propinas” recolectadas), le permite llevarse a su casa el pick up doble cabina propiedad del Municipio. Esto le alivió sus costos de transporte y además por su “ingenio comercial” otros ingresos se generan con ese auto en la familia.
Con los ahorros producto de “propinas” no reportadas al jefe, logradas durante sus poco meticulosas inspecciones (las estrictas, que son las menos, donde hay que aplicar la ley, no le gustan porque no le rinden), llegó a acumular lo suficiente para el abono inicial de una casita en la nueva urbanización “El Edén”. Cuando decidió comprarla el anuncio le prometía: ¡Venga y disfrute, viva en su propia casa, agua potable 24/7, recolección de basura, ofrecemos áreas sociales, gimnasio y parque infantil “El mejor lugar para vivir”!
Cuando se disponen a tomar la autopista hacia la ciudad, al pasar por el lote donde se suponía iría el parque infantil, observan que se están construyendo otras viviendas. “Estos tipos son unos corruptos, comenta Juana indignada, nos van a dejar sin área social ni parque. No hay agua y no recogen la basura. ¡Coño, no sé por qué las autoridades no les exigen que cumplan lo prometido en el contrato de compra!”.
El traslado hacia la ciudad es lento como siempre. En el camino Jorgito aprovecha y va preparando una batería para el examen de química (esa materia no la entiende). Marlina va devorando la hojaldra que se trajo en una servilleta. Se desplazan lentamente en esa eterna doble fila hacia la ciudad. Mientras Jorge prende un cigarrillo, un busito de color blanco y vidrios oscuros los rebasa por el hombro de la carretera y detrás otros autos lo imitan. “Mira estos bellacos, comenta, la vaina es que yo con placa oficial no me atrevo a hacer esa vaina”.
Encienden la radio, están hablando del caso Odebrecht. “Hasta cuando este país podrá soportar la corrupción, comenta Juana, ya está bueno de los abusos…”. Pero Jorgito la interrumpe. “Mamá, recuerda traerme la resma de hojas de papel que necesito para imprimir la tarea de español”. “Hoy mismo te las traigo mi amor, mi jefa se fue de gira al interior y estoy encargada de la fotocopiadora, no te preocupes”.
Marlina termina su hojaldra y luego de limpiarse arroja la servilleta por la ventana. Jorge la observa por el retrovisor y le llama la atención: “Hija, por favor, eso no se hace” le dice, mientras tira por la ventana la colilla del cigarrillo.
¿Realmente somos así? ¿Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro? Si nos corregimos nosotros, corregiremos a nuestra familia, luego al barrio y pronto al país. ¡Te quiero Panamá y creo en ti!