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- 06/10/2020 00:00
500 milloncejos
Aunque siempre el futuro resulta incierto y complejo, con este Ministerio de la Presidencia, toda una caja de sorpresas. El ministro Carrizo parece alérgico a la persuasión. Sus movidas son arrojadas a la opinión pública suponiendo que rodarán en un terreno pródigo en aplausos, nunca de confrontación.
Hace cinco meses le retiran las compras de la pandemia en medio del escándalo de los sobreprecios. Las reasignan donde originalmente provinieron, a Salud. Al poco, unos contratos multimillonarios de comunicación ya preaprobados encienden las alarmas ciudadanas por no compaginar con la contención del gasto decretada. El propio presidente, en un rodeo táctico, los detiene. Aunque los mantiene vivos, carga el costo político de evidenciar una oficina presidencial poco eficaz.
Ahora, la cerecita el helado. El Ministerio de la Presidencia presenta a la Asamblea una contracción inédita de casi $500 millones en un presupuesto. Descuaderna lo aprobado por el Legislativo hace menos de un mes. Comprende una reducción sustantiva del 70 %.
Carrizo sigue apelando a la autoridad del presidente Cortizo, quien “les encargó la revisión de… las distintas entidades que forman el Órgano Ejecutivo para mejorar la eficiencia, evitar la duplicidad de funciones y garantizar la ejecución transparente…”.
La revisión propone una reorganización parcial de un aparato burocrático habituado a la inercia gubernamental y mal preparado para el cambio. Reasignaciones en esa magnitud debieron mínimamente encarar un período de preparación profesional de los sistemas, espacios y del personal para garantizar aquel “mejorar la eficiencia”. En ánimos de la trasparencia, el apresto debió incluir explicar las motivaciones a esta ciudadanía cuando todavía no se recupera del gasto injustificado que supuso el alquiler bianual de 253 autos para aquel Ministerio plurifuncional por la friolera de 10.3 millones.
La pandemia terminó de enterrar una impetuosidad neoliberal que intentó colocar al Gobierno y a la sociedad bajo el arbitrio de las leyes del mercado. Hizo caer en desgracia a las oficinas de planificación. Al final, unos para quienes el hambre sin ingresos no vale, resultaron demasiado ciegos al costo ecológico de los procesos económicos y a las necesidades de grandes mayorías.
El retorno del “Gran Gobierno” al centro de la conducción del Estado implica una adecuación organizativa de una cultura burocrática mucho más amplia que la contemplada en la del ministerio Carrizo. Solo Gobiernos que confían en su capacidad estratégica enfrentan proyectos que incluyen genuina adecuación de un viejo aparato cuyo cambio parcial amenaza con sumir a esta administración en un verdadero caos. No pocos optan por maquillajes apurados que corran al pie de sus intereses.
Esta reforma tomó en cuenta a un MEF consciente de manejar un manual de funciones y organigrama general departamentalizado, con funciones que equivocadamente separan los niveles políticos de los técnicos y operativos. Así, la reforma citada nacía condenada a perpetuar la vieja atomización neoliberal.
El ministro confiesa necesitar 14 meses y un diagnóstico para confirmar que un tropel de variopintos programas, secretarías, consejos, autoridades, 14 unidades en total, “desnaturaliza la función coordinadora del ministerio”, rebasando unas claras funciones a que lo limita una Ley que data de 1958. Esto, acepta con sinceridad Carrizo, “durante años fue la expresión política de una excesiva burocracia y concentración de poder”.
Estoy de acuerdo con él, la reorganización -añado yo- aunada a una desafortunada seguidilla de imprevistos mal calculados, desacumula poder a quien necesita calificar como lógico sucesor para sostener los intereses de la facción Cortizo ante las contiendas 2021 del PRD.
Desde mi simplismo, atribuyo una cadena de infortunios a un complejo del vencedor que nubla la identificación de amenazas del presente. Enmascara con el halago cada piedra de la pendiente, exponiendo a sus víctimas -se ensaña con bisoños narcisistas- a tropezar en el camino incierto del mañana.