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- 19/08/2022 00:00
Agonía de la modernidad y la etapa insurreccional en América Latina
Gomez define el proyecto de la modernidad como la configuración jurídica-territorial de los Estados nacionales y la organización capitalista de la economía. Por su parte, Dussel plantea que dicho proyecto nació aproximadamente 500 años en Europa, extendiéndose por casi todo el mundo gracias a las riquezas que extrajeron del continente americano. Modelski por su parte, afirma que desde aquel entonces han existido cuatro grandes potencias hegemónicas presentadas en orden cronológico Portugal, España, Reino Unido, cuyo imperio es el único que se mantuvo durante dos siglos, y finalmente Estados Unidos durante todo el siglo XX. Sin embargo, hoy nos encontramos ante una economía estadounidense que ha dado un giro de timón, desde inicios del siglo XXI pasó del sector productivo al sector servicio, actualmente con una tendencia en la caída de su producto interno bruto. En contraste, la región Asia Pacífico encabezada por China, con sus contradicciones internas y los conflictos con países vecinos, presenta indicadores de crecimiento constante, con lo cual, las proyecciones indican que en 2050 China será la principal potencia a nivel mundial, seguido de India y Estados Unidos. Gomez señala que la modernidad ha llegado a su fin, dejó de ser funcional, el mundo social es configurado por entidades trasnacionales y no por el Estado-nación. Es decir, nos encontramos ante el fenómeno de la globalización, lo que implica un cambio cualitativo en la estructura del poder.
Así, Wallertein diría que existe una convergencia entre una crisis estructural y una coyuntural, originando un periodo de inestabilidad que durará hasta finales de siglo, donde la humanidad atravesará grandes retos para reducir la brecha de las desigualdades y la conservación del ambiente. La crisis coyuntural está compuesta por dos “concrescencias”, como diría Whitehead. Por un lado, la ideológica-política, y, por el otro, la económica-financiera. La primera es el conjunto de movilizaciones sociales que reclaman, en términos generales, su inclusión en la estructura del sistema. La segunda, el auge del negocio financiero. Ambas concrescencias confluyen en los años 80, donde comenzaría un proceso de fermentación que tendría grandes consecuencias años después, con la tormenta financiera en 2008.
La modernidad occidental, durante los últimos 12 años, atravesó por acontecimientos sociales como el movimiento 15-M, los Chalecos Amarillos y el Brexit. En 2019 los conflictos no se hicieron esperar, la inflación en Venezuela generó protestas que apuntalaban la tensión diplomática internacional, ese mismo año se ejecutaría un golpe de estado en Bolivia y los golpistas perderían las elecciones meses después. En 2020 llegaría la pandemia y el proyecto de la modernidad agonizaría, a su vez, este acontecimiento da origen al primer detonante, produciendo protestas por el desempleo, el confinamiento y la resistencia a la vacunación de masas. Los acontecimientos más sobresalientes en la región, producto de este primer detonante, fueron las movilizaciones antirracistas y políticas en Estados Unidos, la huelga de los camioneros en Canadá, y el magnicidio en Haití. La pandemia también generaría protestas en Chile, Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, Perú y Nicaragua. Como resultado, en algunos países hubo cambios de régimen por la vía democrática. En síntesis, la pandemia es un detonante-puente entre una etapa de relativa calma y la otra de relativa insurrección, es un punto de inflexión entre el orden mundial actual y el nuevo orden mundial.
El segundo detonante es, la crisis energética por la guerra en Ucrania, generando insurrecciones en el modelo occidental, como la renuncia del presidente de Sri Lanka, y, las protestas en Panamá por el alto costo de la vida. Así pues, la insurrección social en Panamá no es tardía, como algunos piensan, por el contrario, es de las primeras en su clase. Se trata de la “acumulación del descontento” producido por los dos detonantes ya mencionados. Por último, se esperan insurrecciones en América Latina generadas por la crisis energética. Además, se debe mencionar que hemos entrado en la “etapa insurreccional” caracterizada por la frecuencia de detonantes a corto plazo en el plano de lo político, económico y ambiental.