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- 10/01/2020 00:00
Seguridad, un compromiso de todos
En los últimos seis meses, reiteradamente, se ha atacado a la Policía Nacional alegando que son serviles a tal o cual gobernante o ex gobernante. Ataques que están socavando la confianza tanto interna como externa.
La Policía Nacional (PN), así como todas las fuerzas de seguridad pública son instituciones muy sensibles en cualquier nación; no por débiles, sino por lo que involucra su trabajo y sacrificio.
Pensar que se atacan sus estructuras, sin afectar la seguridad del país es más que iluso. Algo conocí, y muchas anécdotas me las llevaré a la tumba solo por el respeto profundo que siento por este país, y por los miles de mujeres y hombres que todos los días dejan a sus familias en casa para proteger las nuestras. Soy testigo del sacrificio inmenso que cada buen Policía, la mayoría, hace en beneficio de nuestra paz, como nación.
Podrán decir que ellos escogieron ese trabajo. Sí, ellos lo escogieron, pero así como ellos tomaron esa decisión, —que no es fácil e implica mucho esfuerzo— nosotros como ciudadanos estamos obligados a apoyarles en su gestión porque la seguridad de un país no depende de un hombre, ni del presidente, ni del ministro, ni de un solo ministerio, ni de los altos rangos, sino del bienestar de todos los que debajo de ellos a diario, siguen una estrategia de país para cuidar a nuestros ciudadanos.
Escribo desde el sentimiento de orgullo que ha significado haber pertenecido a esa institución y servir a mi país. Trabajé seis años en la industria de producción y más de doce años en medios de comunicación; y jamás pensé en llegar a tener una responsabilidad tan grande como la seguridad interna y externa de nuestro país.
Un día en el año 2012, estando en una reunión de seguridad fuera del país alguien la detuvo y nos dijo: creo que debieran llamar a su país… nos volteamos los dos presentes por Panamá y preguntamos ¿por qué?
La respuesta fue, su ministro de seguridad acaba de renunciar. De más está decir que la reunión se terminó y volvimos al hotel.
En ese momento, yo ocupaba un cargo que no dependía o reportaba al ministro de seguridad, así que decidí solo tratar de comprender lo que estaba sucediendo y sus razones; al rato salí a caminar. Media hora después mi celular sonaba insistentemente, pero al no saber quién llamaba, no contesté.
Minutos después recibí una llamada del ministro que estaba conmigo en la reunión previa y me dijo unas palabras que no olvidaré jamás: tienes que venir ya para el hotel, tengo un mensaje importante para darte.
En ese momento, comprendí quién estaba llamando sin parar. El mensaje fue: el Presidente quiere que seas el director de la PN.
Tengo que ser franco, sentí que el mundo se me caía encima. Y le dije: pero, ¿porqué yo? ¿ No hay nadie más que pueda tomar esa posición? ¿Qué le hice? Y me contestó: me llamó, me dijo que no le contestas y que quiere hablarte urgente.
Durante más de dos horas evité contestar el teléfono… era una responsabilidad inmensa y a la vez un honor muy grande. Entendía que de aceptar debía dedicar mis próximos años a nada más que a la seguridad de mi país. No importando familia, amigos, nada más.
Finalmente me dije: sì acepto el reto, debe servir para la estabilidad de mi país y para el bien de la mayoría. Así que decidí llamar primero al ministro que había renunciado. Me tomó la llamada, y le dije: ministro, buenas noches. Y él me responde: ¡ja! ex ministro… Y yo le contesto: justo para eso le llamo. Pasa que tengo un mensaje del Presidente, me está llamando para ofrecerme el cargo de director de la PN y yo quisiera que usted se quede, lo conozco, lo aprecio, y sé que es honesto. No quiero contestarle al Presidente sin saber quién será ministro, por favor reconsidérelo. Y él y su “carácter” me contestaron: “bueno ya la decisión la tomé”. Le insistí: no quiero aceptar el puesto si usted no se queda, yo sé que con usted podríamos trabajar juntos todas las instituciones. Me dijo: “coño Julio, déjame pensar sereno, pero gracias por llamarme”.
En ese momento, no sabía que él estaba con quien yo debí comunicarme primero, como cualquiera hubiese hecho.
Al rato, confiando que mi llamada iba a servir de algo para que reconsiderara su decisión, llamé al Presidente y me confirmó su propuesta, además de darme las razones por las que el consideraba que yo era -en su opinión- el indicado para dirigir la PN en ese momento.
Le dije Presidente, convenza al ministro para que se quede, por favor. Y le pido que me deje nombrar a todo mi equipo. No traeré a nadie, quiero trabajar con los mejores de la institución, y si no es así no creo poder aceptar. ¡Ah! otra cosa, déjeme llegar a Panamá para hablar con mi familia. Me dijo sí a todo, pero al final la última petición no me la cumplió… lo anunció 30 minutos después.
Aterrizando en Panamá mi celular casi explota en mensajes y llamadas. Considero que el país conservó un buen ministro, tranquilidad y un equipo que iba a trabajar junto interinstitucionalmente para la seguridad nacional; hoy me siento orgulloso, y tal cual dije una vez, no me arrepiento de nada de lo que hice en el Consejo de Seguridad, y ahora agrego en la PN ni en los cinco años que serví a mis país, trabajé con los mejores en todas las instituciones.
El equipo que dirigió la PN lo escogimos juntos en la institución, basados en los mejores perfiles y capacidades, gustase a quien sí y a quien no. Trabajamos duro y logramos avances importantes para la seguridad de nuestra nación. Con orgullo y real aprecio veo cómo hoy dirigen la institución por la que tanto han sacrificado.
Finalmente, y quisiera dejar este mensaje con respeto; creo que debemos como nación, sobre todo los medios de comunicación, que bastante cola de paja tienen algunos, eso también se va conmigo a la tumba, respetar a las personas y a las instituciones sin ponerles dueños o terratenientes.
Respetemos a los profesionales que dirigen y a todos los policías que a diario trabajan en nuestras instituciones de seguridad, apoyémoslos. Ellos necesitan que el Estado les dé herramientas y respeto para que sigamos viviendo en un país seguro y próspero.