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- 26/12/2019 00:00
El sistema de transporte, una gran preocupación ciudadana
La edad, las dificultades para transitar en la ciudad, los embotellamientos desgastadores, la falta de sitios para estacionarse, los difíciles embudos causados por autos mal estacionados en calles estrechas, la descortesía en el manejo de algunos conductores, los accidentes causados por irresponsables, etc. han empujado a propietarios a abandonar sus automóviles y en su reemplazo, transportarse en metro, metrobuses, taxis, etc.
Las sucesos que han ocurrido y acaecen cada día en el servicio de transporte urbano, metrobuses en particular, hacen pensar que parte considerable de sus conductores son los mismos antisociales que manejaban los llamados diablos rojos, pero con diferente uniforme (careta): la misma altanería, los frecuentes irrespetos, el tono de las respuestas, la tendencia a rellenar espacios como si estuvieran cobrando para cancelar la cuota diaria de su pasado negocio, la velocidad descontrolada, el arrancado abrupto con el siguiente tambaleo y caída de los pasajeros, el no detenerse en sitios marcados para subidas y bajadas de los usuarios a pesar de los anuncios hechos a través de los altavoces, requieren que se proceda con severidad y se ponga alto a tales desmanes.
Para el 2020, hay que ser fuerte, introducir correctivos, ponerle el cascabel al gato de manera que el ciudadano de a pie tenga un sistema de transporte que no lo ponga en peligro y contribuya a que su calidad de vida sea mejor, que su seguridad sea respetada ya que el beneficio que recibe no es una dádiva y menos una obra de caridad, sino un beneficio previamente pagado no importa cuán barato sea.
El beneficiario ambiciona que se le asegure un momento placentero mientras viaja; que pueda llegar a tiempo y en el mejor estado de ánimo a su destino sin ser estrujado, pisoteado ni empujado por otros pasajeros que tienen iguales derechos.
Quienes se transportan en metrobuses esperan que el colectivo en que se viaja, esté limpio por dentro y por fuera, que el aire acondicionado funcione óptimamente, que no llueva adentro como en el exterior, que los timbres trabajen adecuadamente para no tener que desgañitarse gritando parada como antaño, que se cumpla con el horario y frecuencia de las rutas por mencionar algunos beneficios.
Si alguien pensara que lo anterior es utópico, se equivoca, porque todo ello es posible. Lo único que se requiere es una administración eficiente con vocación de servir a los que por razones económicas o por las que fueren no se pueden transportar en automóviles para su servicio exclusivo.
Igualmente se requiere que la flota sea renovada, que su mantenimiento sea una prioridad, que los consumidores sean reeducados y aprendan a respetar los espacios destinados a adultos mayores, embarazadas, personas con capacidades especiales y que tengan presente que el autobús no es un sitio para comer y dejar desperdicios regados en el piso o los asientos.
Los favorecidos por el transporte público deben cooperar para que este bien común sea motivo de orgullo para el país. Sería una buena tarea aprender a comportarse en el metrobús en la misma forma que en el metro. Panamá merece el cumplimiento de esta obligación ciudadana que nos haría quedar muy bien ante los ojos de los muchísimos extranjeros que residen en esta tierra.
Ahora, cuando por coincidencia, la dirección de la empresa encargada de transportar a tantos panameños, pasa a manos nacionales, se espera que ocurra lo mismo que con el Canal de Panamá, igual o mejor administrado que cuando lo dirigían los estadounidenses.