Alexis Solis: “La primera vez que puse un pie en el hipódromo sabía que era lo que quería hacer el resto de mi vida”

Actualizado
  • 02/04/2023 00:00
Creado
  • 02/04/2023 00:00
Le nació como un instinto innato. Su talla y su don de entender a los caballos fueron la dupla que lo llevó al éxito. Alexis Solis, el jinete panameño que entró al Salón de la Fama Hípico de Estados Unidos motivado por un sueño: salir de la pobreza
Alexis Solis: “La primera vez que puse un pie en el hipódromo sabía que era lo que quería hacer el resto de mi vida”

Enfilar los sueños en una dirección, sin descanso, le rindió frutos. Siendo un adolescente se empeñó, sin freno, en sacar a su familia de la pobreza. Quería comprarle a su mamá una casa digna. Con ese profundo deseo, y agraciado por una talla que encajaba como jinete, emprendió la carrera.

Después de probar suerte en su natal Panamá, viajó a Estados Unidos con la ilusión de hacer mucho dinero, y lo consiguió. Ganó más de cinco mil carreras que representaron en premios una cifra superior a $238 millones, de los cuales recibió el 10%, suficiente y más para hacer su sueño realidad. En el cabalgar se rompió más de 20 huesos y tuvo una lucha constante con el peso, como suele ocurrir a todos los montadores.

Alexis 'Alex' Solís, el 'maestrito', como en una ocasión le apodó un periodista argentino, es un hombre humilde, de ejemplo, sencillo, que se aferró a la cincha con la que cabalgó hasta convertirse en uno de los cinco caballistas panameños más reconocidos a nivel internacional. Aprendió del mejor, Laffit Pincay, a quien agradece sus consejos y se refiere como su ídolo, su ejemplo. En 2017, a sus 53 años dijo adiós a la carrera, una operación de cadera y un cuarto de básculas con el que competía todos los días, lo convencieron de que era hora de retirarse.

¿Cómo mira su vida en retrospectiva después de ganar más de 5 mil carreras?
Alexis Solis: “La primera vez que puse un pie en el hipódromo sabía que era lo que quería hacer el resto de mi vida”

Yo veo un sueño hecho realidad. Cuando partí de Panamá a los 16 años, me fui con un sueño de hacer algo en mi vida de ayudar a mi familia que éramos muy pobres. Siempre quise conseguir lo mejor para mi mamá y mi papá y sabía que iba a tomar algo de trabajo. Es un riesgo grande montar caballos. Tienes que amar lo que haces.

¿Por qué se inclinó por la hípica?

Yo me crié en San Carlos. Cuando tenía 12 años mi papá, que es primo hermano de Jacinto Vásquez, que también está en el salón de la fama de Estados Unidos, me dijo: tú deberías ser jinete. Yo le respondí: ¿qué es un jinete? Me dijo, los que montan caballos en el hipódromo. Yo no sabía lo que era un hipódromo a los 14 años. Yo no sabía nada de hípica. Él me llevó al hipódromo y la primera vez que puse un pie en el hipódromo sabía que era lo que quería hacer el resto de mi vida.

¿Cómo sintió eso de repente?

Yo nací montando caballo criollo, de los pequeños. Cuando llegué al hipódromo me parecían unos caballos gigantes, pero inmediatamente me emocionó.

¿Por qué su papá le dijo eso? ¿Por su talla?

Exacto. Era pequeño y él creía que podía. Le encantaba la hípica.

¿Cómo cruzó a Estados Unidos para continuar la carrera allá?

Yo tuve mucha suerte. Muchas personas me ayudaron, una señora que se llama Lidia Ortíz y un buen amigo mío el coronel (Marcos) Justines que me dio mucha ayuda. Gracias a ellos me dieron la visa y me encarrilé a Estados Unidos.

¿Cuando llegó, a quién contacto?

Por medio del coronel (Marcos) Justines, él era dueño de caballos aquí y en Miami, Florida, que fue el primer lugar al que llegué. Justines tenía un gran amigo allá que se llamaba Héctor Marino Ruíz y por medio de él me agarró y me llevó a su casa, me ayudó y me encargó a hacer las movidas correctas.

En su carrera logró que, en forma global, se amasaran más de $238 millones, ¿qué significa esta suma para usted?

Lo que produce uno de eso. Primero, gracias a Dios la hípica me ha dado todo, pero en ese momento lo importante era el bienestar de mi familia. De mi mamá, que siempre le decía, cuando haga dinero te voy a comprar una casa bien linda, te voy a dar todo lo que pueda. De eso es lo que estoy más orgulloso, no solo por los logros de la hípica, sino porque pude ayudar a mi familia.

¿El primer premio que ganó, en qué lo invirtió?

La carrera más grande que gané fue en 1982 mi primer grado uno, que fue el Flamingo, una de las carreras más importantes para calificar. En ese tiempo creo que el premio era de $250 mil, pero recibí un cheque de $15 mil. Ese dinero lo usé para ayudar a mi familia. Le compré a mi mamá su primera casa y luego le compré otra.

Ahora que ha alcanzado ese objetivo, ¿cuál es la cantidad que le queda a usted de los $238 millones?

Es el 10% lo que me pagan, de todos los premios es esa cifra.

¿Qué hace un jinete con tanto dinero?

Yo tuve la fortuna de conocer a mi esposa a los 18 años, ella era preparadora de caballos. Empezamos a salir y gracias a ella, como tenía todo el conocimiento de cómo administrar dinero, me ayudó a invertir mi dinero.

¿De dónde salió el mote de “el maestrito”?

Eso salió de un reportero argentino cuando yo estaba en Miami. La mayoría de la gente me vio montar, pero yo me fui de aprendiz de Panamá, entonces cuando me vieron montar la gente no creía que yo era aprendiz, entonces de ahí nació el apodo.

¿Cómo es la relación de los jinetes con los dueños de caballos? ¿Quién escoge a quién?

La relación empieza con un agente de monta, cuando te ven ganando carreras la mayoría de los dueños de caballos te buscan. Entonces yo tenía mi agente y él me decía cuál caballo yo quería montar. Tenía para escoger. Cuando llegué a Los Ángeles California fue diferente. Ahí le montaba a varios preparadores como Richard Mandella que está en el salón de la fama también, y a otros preparadores que la mayoría están en ese salón. Le montaba a cuatro o cinco preparadores, entonces mi agente conseguía las montas y buscábamos otros preparadores.

¿Cuál fue la victoria más dulce, la que más anhelaba?

En 1986 gané el Preakness Stakes con el caballo Snow Chief, era un caballo nacido en California donde hice la mayor parte de mi carrera. Yo llegué a Miami, estuve 3 años ahí y luego me fui a Los ángeles. Era un caballo californiano, muy famoso que también está en el salón de la fama.

¿La copa Dubai World Cup?

Fue muy importante porque estábamos compitiendo con el mundo entero, creo que eran $6 millones. Pero con el caballo Snow Chief me di a conocer recién llegado a California.

¿Cómo se lidia entre el peso y la disciplina que se debe tener en la carrera?

El montar caballo es muy divertido, es peligroso, tienes que amarlo. Yo tuve mucha satisfacción de eso. Tuve la gran dicha de que cuando fui, me mudé de Miami a California, mi ídolo era Laffit Pincay Jr. Cuando llegué a California les pedí que me dieran el mismo valet (la persona que brinda atención a los jinetes o les arregla los instrumentos para montar) que él, y por 30 años nos sentamos uno al lado del otro. Gracias a Laffit que me dio tantos consejos buenos. Yo también peleé con el peso, pero era más delgado pero alto para ser jinete, mido 5.4 pies.

¿Cómo fue su experiencia con el peso? ¿tenía episodios de anorexia?

Sí, era pura ensalada, un cuarto de libra de pescado. Igual que Laffit. Todo lo que aprendí de dieta lo aprendí de él, una persona que ya había pasado por todo eso, me ayudó a eliminar otros sufrimientos. Sus consejos me ayudaron mucho. Pero yo siempre fui una persona que no le gustaba ir a la sauna, prefería hacer mis ejercicios, salir a correr. Siempre me cuidé.

¿Qué tanto se divertía por las noches?

Yo tenía mucha disciplina en mi carrera porque siempre he tratado mi cuerpo como un atleta. Los días de semana siempre pasaba en casa. Gracias a Dios yo conocí a la mejor mujer del mundo, mi esposa, estamos casados por 40 años. Siempre cocinaba lo correcto, pero eso sí, los domingos y lunes salíamos a comer y nos saltábamos todo lo que queríamos. Nos dábamos permiso. Siempre corría cinco días a la semana, que era de miércoles a domingo, pero lunes y martes eran mis días libres, así que el martes me cuidaba, subía la montaña y hacía ejercicio para prepararme para la semana.

¿Cómo es su vida ahora desde su retiro?

Ahora sí puedo comer (risas). El último día que monté estaba en 117 libras, ahora mismo estoy en 135. Me mantengo haciendo ejercicio todavía. Al principio me gustó mucho porque decía que quiero comer, quiero viajar. Pero después de un año de comer y hacer lo que queríamos hacer, nos pasamos un año en la playa de Hallandale en Florida donde tenemos un lugar, pero después de un año de no hacer nada te aburres. Cuando oigo a la gente que dice que se quiere retirar para no hacer nada, por dentro digo, no sabe de lo que está hablando.

¿En qué se ocupó?

Hablé con mis hijos y ellos me propusieron trabajar con ellos. Tengo muy buenos amigos que son dueños de caballos, hablé con varios de ellos y les compré unos caballos. Cuando empiece a preparar a Austin (uno de sus hijos) él los va a montar. Para mí es mejor que los prepare a que los monte porque me da nervios. Hay peligro tan pronto montas un caballo, ya sea en la hípica o fuera de ella.

¿Qué se necesita para ser un buen jinete?

Lo más importante es el lenguaje que te está dando el caballo, es lo más importante. Después de que conoces su estilo de correr aprendes a tratar de visualizar la carrera, cómo se va a desarrollar la carrera. Igual tienes que ver qué otros caballos van a competir y los jinetes, saber cómo monta cada uno, como se va a realizar la carrera por el estilo del jinete.

Pero cambias de caballo…

Sí, cada carrera se corre cada media hora, así que después de que terminas de montar una carrera, así sea que la pierdas o la ganes, si estás enojado o no, tienes que montarte en la siguiente. Incluso si sales bien, que tienes tu estrategia y te sale mal saliendo de la gatera, tienes que ponerte en mente inmediatamente.

¿Le llamó la atención ser propietario de caballos?

Sí. Después que mi hijo mayor se involucró en la hípica también, cuando empezó a hacer su carrera lo ayudé a comprar caballos. Hemos tenido bastantes caballos.

Hay caballos que cuesta más mantenerlos, de lo que rinden…

Exacto. Hemos tenido suerte, te digo. Mi hijo tiene buen ojo para comprar caballos, el pedigree, y hay otras cosas que se han avanzado. que miden el corazón del caballo. Ese es el negocio de mi tercer hijo, trabaja con una compañía que hace eso.

¿A su hijo Austin cómo le va como jinete?

El montó por cuatro años, y ahora mismo se le ha hecho difícil el peso, así que ahora está trabajando con un preparador que se llama Richard Mandella y él quiere prepararse en el futuro.

¿Le aconsejó que se dedique a otra carrera en vez de jinete?

Sí. Cuando él me dijo que quería montar… es difícil, porque sé el riesgo que se toma, yo puedo lidiar con mi cuerpo. Pero viendo a mis hijos puedes caerte y quebrarte un hueso.

Como le pasó a usted…

He tenido muchos golpes, es muy difícil.

Usted es miembro del Salón de la Fama Hípica de Estados Unidos y del Salón de la Fama de Calder, ¿cómo se siente por eso?

Nunca pensé eso cuando empecé a montar, no era uno de mis objetivos. Es un orgullo súper grande, porque Panamá es un país de 4 millones de habitantes y soy parte de un grupo de personas, entre las que está mi héroe, Laffit Pincay, Jacinto Vásquez, Luis Baeza, Manuel Icaza, y es un orgullo ser parte de esto. Nunca lo soñé.

¿En qué queda en deuda con la hípica panameña?

Yo siempre trato de hacer todas las cosas positivas, dar el mejor ejemplo, no solo para la gente sino para mi familia, así que si un jinete panameño me pide mi ayuda yo lo voy a ayudar. Eso es en lo que trato de contribuir.

¿Qué consejo le daría a un jinete que quiere triunfar en el extranjero?

Número uno como cualquier otro deporte, debe tomarlo en serio. Debe tener una gran disciplina diariamente. Lo más importante es que tenga bien claro en la cabeza que es un deporte muy peligroso, que sabes que te vas a quebrar un hueso, que puedes morir y lo peor es que puedes quedar en una silla de ruedas, como mi primo que era tremendo jinete Michael Martínez, quien tuvo un accidente y terminó en una silla de ruedas.

¿Cuántos huesos se quebró usted?

Yo me he quebrado veintipico de costillas, no al mismo tiempo, tengo dos barras de titanio en la espalda, ocho tornillos en la espalda y me operaron de la cadera, de la mano y del hombro, me he quebrado piernas…

Después de los accidentes, ¿cómo regresaba a la monta?

La recuperación es bien difícil, no solo por los huesos, sino mentalmente, es lo más grande. Yo creo que para mí no era tanto ir a un psicólogo, lo que me daba más confianza era prepararme con el ejercicio cuando regresaba a montar. Así lo hacía, tenía un caballo mecánico que hacía mucho ejercicio. Fue muy difícil la retirada, fue a los 53 años.

¿Cuál es el jinete más viejo que conoce?

Hay uno que tiene 64 años, es americano, el otro no me acuerdo el nombre que tiene 71. Pero la media se retira en los 50s, ya se me hacía difícil rebajar. Le doy gracias a Dios que me dio el don de entender a los caballos. De niño montaba en San Carlos, caballos criollos.

Alexis Solis: “La primera vez que puse un pie en el hipódromo sabía que era lo que quería hacer el resto de mi vida”
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