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China y EE.UU. miran de cerca a Panamá
- 19/06/2023 00:00
- 19/06/2023 00:00
China y Estados Unidos siempre han seguido un camino zigzagueante con largos periodos de tensiones asociados a intereses geopolíticos y geoeconómicos. Los conflictos entre ambas naciones siempre han tenido un impacto en el planeta y, por supuesto, en Panamá.
Con un canal, que conecta dos océanos, y el principal complejo portuario de América Latina, Panamá es una pieza estratégica para cualquier potencia, explica un diplomático e internacionalistas consultado por La Estrella de Panamá.
La creciente rivalidad de las dos naciones se manifiesta en todas partes y en muy diversos escenarios. El actual mayor conflicto es la invasión de Rusia a Ucrania. Estados Unidos está implicado en ese conflicto bélico con apoyo financiero, estratégico, político y militar a Ucrania y China al aumentar la relación con Rusia, aunque al mismo tiempo, preocupada por los efectos negativos en el comercio internacional.
La guerra está inquietando a China por la amenaza a la prosperidad que ha ganado con esfuerzos desde hace al menos cuatro décadas, cuando decidió apostar por una economía de libre mercado, bajo el liderazgo del partido único, comunista, y modernizó su aparato productivo al tiempo que mejoraba notablemente la calidad de educación de su numerosa población, reflexiona el ex asesor presidencial, ex vicecanciller, ex embajador, ex negociador de los Tratados Torrijos-Carter y diplomático retirado con una extensa obra escrita, Omar Jaén.
China hasta tiene un plan de 12 puntos para detener la guerra y proponer una solución política al conflicto.
El más peligroso conflicto, sin embargo, podría ser una invasión del gobierno de China a Taiwán, territorio insular que considera como una provincia rebelde y que está protegido estratégicamente por Estados Unidos. La amenaza también preocupa a Japón, Corea del Sur y Filipinas que han tenido encuentros incluso bélicos en el mar de China Meridional, explicó el ex asesor presidencial.
Pero China, aparentemente, no tiene una sed de control imperialista de territorios distantes. Más bien, en eso se parece a Estados Unidos, puesto que le interesa más la expansión económica, nuevos mercados y espacios de influencia que suministren materias primas, bienes agropecuarios y minerales, que necesita su gran población y su industria, al tiempo que acceso a tecnologías de punta, las más avanzadas, lo que se traduce en la principal riqueza del siglo XXI.
Con miras a lograr su objetivo, el gigante asiático ha volteado su mirada hacia a América Latina y el Caribe.
Más que el acercamiento del dragón rojo a una región en la que históricamente Estados Unidos ha mantenido hegemonía, es el hecho de que está uniendo lazos con regiones dictatoriales alejadas de la democracia y el respeto de los derechos humanos que son archienemigos de los norteamericanos: Venezuela, Nicaragua y Cuba.
El tema que tiene además un tinte político: es el reconocimiento en la región latina de la política de una sola China. El conflicto se amplía aún más con el fortalecimiento de vínculos del gobierno chino con otros países de izquierda de la región latina como Colombia y Brasil, piensa Omar Jaén.
El compromiso del dragón rojo con la región ha crecido significativamente en términos económicos y diplomáticos desde 2001. Hasta 2019 los mayores prestamistas de América Latina y el Caribe eran bancos chinos. En la región, China también ha intentado buscar mercado para sus productos. Entre los objetivos del gigante asiático está incluido asegurar el acceso a materias primas y bienes agrícolas.
Mientras que en materia diplomática sus esfuerzos incluyen participar como observador de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ser miembro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y participar en foros de cooperación económica de Asia Pacífico.
El acercamiento de los chinos con los latinoamericanos ocurre en un momento de creciente rivalidad entre las dos potencias. Por ello, Estados Unidos vigila receloso el avance de los asiáticos porque en ese juego geopolítico entra Panamá, quien por su estratégica posición geográfica se ha convertido en una potencia geopolítica.
China “necesita bases, más que militares, comerciales en otras partes del mundo y Panamá es un sitio ideal, repito, por su excepcional posición geográfica”, continúa el ex diplomático.
Está claro para Omar Jaén que este país sería para el dragón rojo una plataforma regional para ampliar la llamada “ruta de la seda”, su apuesta para extender la política en el continente americano y, hasta más allá, a causa del canal y del hub aéreo.
“Sólo falta urgentemente la comunicación por tierra, con Suramérica, con Colombia, para perfeccionar esta función geográfica de enlace y relación entre los continentes y los mares, entre el norte y el sur de América”, apuntó Jaén.
Hace seis años, Panamá estableció relaciones diplomáticas con China y las rompió con Taiwán, argumentando que este era el segundo usuario del canal y principal proveedor de las mercancías de la Zona Libre de Colón. Además, de ser la segunda economía más grande del mundo.
En medio del proceso de establecimiento de la diplomacia entre ambos países, el entonces presidente Juan Carlos Varela concedió un terreno en Amador, un lugar muy sensible y cercano al canal interoceánico, que construyó Estados Unidos, para la construcción de la embajada de China. La decisión desató una profunda polémica. La presión popular obligó a revocar la decisión.
En el gobierno de Varela (2014-2019), un consorcio chino también se adjudicó la construcción del Cuarto Puente Sobre el Canal de Panamá. Pero, cuando llegó el gobierno de Laurentino Cortizo, la emblemática obra de $1,518 millones quedó estancada durante cuatro años. Las razones son distintas y diversas. Se ha especulado un tema de financiamiento y cambio de diseño de la obra. Pero, la realidad parece distinta.
Alonso Illueca, investigador asociado de derecho internacional público y derechos humanos, explicó que las preocupaciones que plantea Estados Unidos, en cuanto a la participación china en proyectos de infraestructura son válidas y deberían preocupar a los panameños.
Estas – en su criterio - incluyen el control por parte de un estado extranjero de empresas privadas que ejercen dominio sobre una porción del territorio panameño o sobre recursos pertenecientes al Estado.
A esto se le suma la ausencia de normativas robustas del estado de origen de la empresa y/o inversión para la prevención de prácticas corruptas en el extranjero, la trampa de la deuda y algunos criterios fundamentales en materia de derechos humanos en cuanto al trabajo forzado, el tráfico de personas y las condiciones dignas para los trabajadores.
Estados Unidos siempre ha sido un aliado de los gobiernos panameños. Construyó el Canal de Panamá, la megaobra más importante del país y el motor de la economía panameña. “Evidentemente, estamos ante un escenario de competencia estratégica con sus consecuentes implicaciones hegemónicas y de carácter comercial”, explicó el abogado.
En ese sentido – dice - es necesario analizar la temática desde una perspectiva estratégica, integrando los factores de orden comercial y los que plantean posturas hegemónicas, entre estos, se incluyen al Canal de Panamá y su régimen de neutralidad, el control de los puertos aledaños a la vía en el Pacífico y en el Caribe, la libertad de navegación como una institución del derecho internacional y su importancia para la marina mercante panameña, la plataforma internacional de servicios, entre otros.
“Las tensiones en aumento entre una China más agresiva en todos los frentes y Estados Unidos, nos obligan a manejar con mayor cautela la relación con la superpotencia y la potencia ascendente para evitar daños colaterales y para sacar ventaja de una situación más compleja”, reflexiona Omar Jaén.
El embajador de China en Panamá, Wei Qiang negó la existencia de un conflicto de poder entre ambas potencias por Panamá.
“A la hora de establecer relaciones diplomáticas con Panamá, China no se propuso hacer juegos geopolíticos en detrimento de los intereses de los Estados Unidos”, aseguró el diplomático.
En ningún momento estuvo de acuerdo con que las relaciones entre China, Estados Unidos y Panamá fueran definidas con la existencia de un conflicto de poder. No por lo menos provocado por su país, aclaró.
El diplomático aseguró que la única intención de China en América Latina, el Caribe y Panamá está enmarcada en la cooperación y la ayuda mutua de los pueblos.
El embajador chino reconoce la importancia de las relaciones de Panamá y Estado Unidos. Y aseguró que su gobierno no pretende desafiarlas.
Aunque, el diplomático reconoce que desde hace algún tiempo Estados Unidos ha asumido una política de “contención” de China y lo dicen abiertamente.
“Nos parece una política equivocada que no corresponde a los intereses de los países”, dijo.
En lugar de la competencia y la hostilidad, los chinos desean una convivencia pacífica y respeto mutuo, explicó Wei Qiang.
Por último, el embajador dijo que la búsqueda de posiciones hegemónicas son prácticas de las que deben prescindirse en el Siglo XXI.
“Ese legado histórico de disputa entre grandes potencias victimiza a las naciones atrasadas, pobres, débiles y pequeñas. No deben seguir reinando en las relaciones internacionales de este siglo”, concluyó.