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- 18/05/2013 02:00
- 18/05/2013 02:00
PANAMÁ. Hace dos años en el mundo árabe una secuela de rebeliones populares detonó. Empezó en Túnez y siguieron Egipto, Libia y una decena de países árabes del norte de África. La población, con 30 años de dominio totalitario en esos países, decidió reclamar en la calles libertades civiles y democracia.
Uno de esos escenarios fue Siria. Pero ahí la resistencia del régimen ha sido fuerte al punto que se desató una guerra civil que hoy en día preocupa al mundo.
El pasado miércoles, un video difundido en internet mostró de una forma no vista anteriormente del conflicto civil. En el video se muestra a un rebelde abriéndole el cuerpo a un soldado del gobierno para luego cortarle el corazón y el hígado, y poner el corazón en su boca para morderlo.
Esta sería la muestra de que la barbarie y la matanza no parecen tener final. Mientras, la situación sigue empeorando, los números no le favorecen al país, con 1.5 millones de desplazados por el conflicto, muchos de los cuales viven en condiciones precarias, y más de 70,000 muertos por el conflicto.
Hasta el momento la comunidad internacional no ha reaccionado como lo espera la oposición siria no-armada, que aboga por una transición política. Ciertamente han enviado alimento y productos de primera necesidad a los desplazados, y recientemente la ONU emitió una resolución en la que condena enérgicamente al gobierno de Bashar al-Asad y da su apoyo a la Coalición Nacional Siria (oposición).
Así mismo parecía, semanas anteriores, que había una disposición por parte de los gobiernos de Estados Unidos (EEUU) y Reino Unido, de emprender nuevas acciones. Esto se debió a unas supuestas pruebas de sus respectivos servicios de inteligencia, que indicaban sobre el uso de armas químicas en territorio sirio, en el cual sospechaban del gobierno de Al Asad.
Mientras, investigadores de derechos humanos de Naciones Unidas aseguraron que tenían pruebas -aunque no irrefutables- de que quienes emplearon armas químicas fueron los grupos rebeldes. En ese contexto, tanto el gobierno de Al Asad como los rebeldes se culpaban mutuamente de haber usado armas químicas.
No obstante, este apoyo enérgico no ha menguado el conflicto, ni parece que lo hará en el futuro cercano.
A pesar de este panorama, las esperanzas parecen surgir con las recientes conversaciones que tuvieron los jefes de diplomacia de Rusia (aliado de Siria) y EEUU en Moscú. El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, visitó hace poco Moscú, donde se entrevistó con el presidente Vladimir Putin y también conversó sobre el tema de Siria con el ministro de relaciones exteriores, Serguei Lavrov.
En la reunión, ambos diplomáticos acordaron celebrar una conferencia con representantes del gobierno y la oposición a fin de lograr avances que acaben con el conflicto. Sin embargo, la oposición siria pide como prerrequisito que Al Asad se retire del poder, mientras que el gobierno sirio no parece estar dispuesto a ello.
Entretanto, el número de desplazados sirios aumentó a la alarmante cifra de 1.5 millones según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Por ahora los organismos internacionales, ONGs y países anfitriones (Jordania, Turquía, Irak y Líbano) buscan alternativas para ayudarlos en la medida de lo posible.
Un ejemplo de este crecimiento imparable es el caso de Líbano: cada día más de 4,200 personas se acercan a las oficinas de registro.