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Jorge Sahd: 'La debilidad institucional sigue siendo un problema estructural en Panamá'
- 29/01/2022 00:00
- 29/01/2022 00:00
Por segundo año consecutivo, el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile (Ceiuc) revela el índice 'Riesgo político de América Latina', un análisis exhaustivo de expertos que posan su mirada en indicadores de la región. Para desmenuzar esta edición, conversamos con Jorge Sahd, director del Ceiuc, quien destaca puntos clave como la erosión democrática, los efectos del cambio climático, la escasez hídrica, las protestas sociales, y la crisis migratoria durante 2022. Sobre Panamá, detalla que el descontrol de la deuda pública “podría generar desequilibrios que pongan en riesgo el crecimiento del país”, así que atender los asuntos fiscales será primordial. Por otra parte, el país “sigue teniendo un nivel de percepción de corrupción de acuerdo con Transparencia Internacional muy elevado; está en la parte más alta. Sigue teniendo un tema de debilidad institucional y excesiva rotación de servidores públicos... y una mayor necesidad de generación de capacidades en el Estado, entre otros, que son problemas estructurales”, dice. En esta entrevista, Sahd destaca una región golpeada por la crisis socioeconómica que enfrenta retos en materia de corrupción, institucionalidad, democracia y medioambiente.
Podríamos decir que 2019 fue el año de las protestas y la violencia en América Latina; 2020 el año de la pandemia y las cuarentenas, 2021 el de la recuperación y las vacunas, y 2022 es en el que aumenta el riesgo político. Bien mencionas esta triple crisis de gobernabilidad, expectativa y certeza; y ¿por qué gobernabilidad?, porque efectivamente como indica el riesgo político 2022 la erosión de la democracia se perfila como el principal riesgo; ¿a qué nos referimos?, que no hay cambios en los regímenes. Los regímenes dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela se mantienen y la calidad de las democracias ha venido deteriorándose y surge este concepto de los nuevos autoritarismos, que son líderes que llegan con las reglas del juego de la democracia, pero una vez en el poder comienzan a debilitar la separación de poderes del Estado, a concentrar facultades, etcétera. Un buen caso es la deriva autoritaria que vemos en El Salvador. Este año van a crecer las expectativas, pero la economía en América latina no necesariamente va a acompañar, vamos a tener volatilidad, presión inflacionaria. Y finalmente, la crisis de certezas, porque los niveles de incertidumbre política, las elecciones que se avecinan, el comienzo de nuevos mandatos y otras situaciones de dificultad en la gobernabilidad hacen que la incertidumbre política vaya a permanecer en niveles altos.
Por supuesto, de hecho, la irrelevancia regional –donde una parte son organismos internacionales, pero hay otras situaciones, como la excesiva concentración de los presentes en sus asuntos internos, especialmente en la emergencia sanitaria, en desmedro de mayor cooperación y diálogo regional– es un riesgo que se viene manifestando por segundo año consecutivo y yo diría que, más allá del buen esfuerzo que se ha hecho con la provisión de vacunas, faltó coordinación, cooperación, y diría que salvo la Alianza del Pacífico, que es un mecanismo de integración económica muy enfocado en su misión comercial, otros organismos de integración política, el Prosur, la propia Organización de los Estados Americanos, entre otros, no atraviesan por su mejor momento porque sus miembros, sus presidentes están muy enfocados en los asuntos internos. Eso hace que, América Latina y el Caribe pierda esta voz única y este diálogo regional y, por lo tanto, pierda relevancia en las grandes discusiones globales y en los foros multilaterales.
Uno de los elementos destacados de riesgo político 2022 es como emerge con fuerza el cambio climático y la escasez hídrica que no figuró dentro de los 10 riesgos políticos el año pasado y que ahora se ubica en segundo lugar. ¿Qué es lo que detectamos?, que el problema de escasez de agua que ha tenido un impacto en el precio de los alimentos, afecta a los sectores más vulnerables y a importantes zonas agrícolas en América Latina, hace más tangible el cambio climático como una amenaza real. Se veía el cambio climático más bien como una narrativa internacional, pero las personas no tenían conciencia. Hoy vemos que hay una conciencia real, hay un efecto directo que se manifiesta completamente con la escasez hídrica, y como lo advertía el panel de expertos de las Naciones Unidas, si no se hacen esfuerzos hoy, esta situación va a seguir deteriorándose no solamente por el efecto de la naturaleza, sino por el efecto de la acción humana.
Mientras tengamos la situación crítica de un Estado fallido en Venezuela, el problema migratorio va a seguir siendo urgente y real en América Latina. Tenemos más de 5 millones de venezolanos fuera de su país, y se estima que esta crisis pueda llegar a 7 millones; estamos hablando de una magnitud mayor a la de los refugiados sirios fuera de su país. Ese flujo migratorio descontrolado de personas que buscan mejores perspectivas es complejo para los países; complejo a nivel interno por las tensiones sociales que genera. Vimos los casos de Chile, Colombia, Brasil, y también es complejo porque es un problema trasnacional, es decir, sin coordinación entre los gobernantes, entre los líderes latinoamericanos es muy difícil enfrentar este problema que tiene dimensiones económicas, sociales, políticas, y que este año sube dos puestos al cuarto riesgo político, en relación al riesgo político 2021.
Este año el aumento de la corrupción se manifestó en el surgimiento con mayor fuerza de las llamadas economías ilícitas. La pandemia deja un legado también duro: aumentó la informalidad laboral, se relajaron ciertos controles para enfrentar emergencias y eso, obviamente, hizo surgir economías ilícitas relacionadas al narcotráfico y al crimen organizado, pero también cierto aumento de corrupción que vimos especialmente en la primera etapa de la emergencia sanitaria con licitaciones muy dudosas en la adquisición de equipamientos médicos, de insumos, mascarillas y que derivó en una serie de escándalos en distintos países de la región. Como la emergencia sanitaria permite a los gobernantes concentrar ciertas facultades como son los estados de excepción, eso también genera un riesgo en materia de control de auditoría y que lamentablemente se manifestó en algunas situaciones de corrupción, pero la verdad de las cosas es que la corrupción es un problema mucho más de fondo a nivel latinoamericano, está relacionado con la debilidad institucional que presentan muchos gobiernos de la región y que, por lo tanto, en la pandemia fue una nueva manifestación de un flagelo mucho más profundo que tiene nuestro continente.
Panamá es un caso muy interesante, porque América Latina y el Caribe tuvo un crecimiento anémico en el quinquenio 2014-2019, siendo incluso en 2019 el continente que menos creció en el mundo. Si consideramos 2014 a 2023 de acuerdo con las proyecciones, América Latina se encamina hacia una nueva década perdida creciendo menos del 1% promedio. Para el próximo año, de hecho, las proyecciones muestran que va a ser el continente que menos va a crecer. ¿Qué pasó con Panamá?, que en ese quinquenio creció casi en un promedio del 5% o sea, más que cuadruplicó a América Latina, con un buen acceso a los mercados financieros, bajo costo de fondeo de financiamiento, pero, por otra parte, Panamá sigue teniendo un nivel de percepción de corrupción de acuerdo con Transparencia Internacional muy elevado; está en la parte más alta de percepción de corrupción dentro de nuestra región, sigue teniendo un tema de debilidad institucional, excesiva rotación, por ejemplo, de servidores públicos por cambio de gobierno, una mayor necesidad de capacidades en el Estado, entre otros, que son problemas más bien estructurales. Y finalmente, pensando hacia el futuro, el desafío de Panamá es volver a esta convergencia de crecimiento económico. Tuvo una caída muy alta en 2020 y un rebote importante en 2021, pero ahora tiene que ir convergiendo hacia ese crecimiento más cercano al potencial de su economía y tiene que tener mucho ojo con los desequilibrios fiscales. En América Latina, los Estados hicieron un esfuerzo muy importante en transferencias sociales, en programas de emergencia durante la pandemia de covid-19, pero eso también elevó su deuda pública. Panamá, por lo tanto, tiene un desafío fiscal importante, porque de no controlar su gasto presupuestario y su deuda pública, puede generar desequilibrios que pongan en riesgo el crecimiento a largo plazo del país.