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- 02/02/2022 00:00
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La degradación de las relaciones entre Mali y Francia, alimentada por el sentimiento antifrancés de los malienses, ha llegado a un punto sin precedentes al anunciarse ayer la expulsión del embajador galo en Bamako, mientras el gobierno golpista del país africano se acerca cada vez más a Rusia para buscar soluciones a la creciente influencia yihadista en gran parte de su territorio.
El pretexto para la decisión del Gobierno de transición maliense de dar 72 horas al embajador francés, Joël Meyer, para abandonar el país fueron las declaraciones recientes de responsables franceses que cuestionaron la legitimidad de la junta militar en el poder en Mali desde el golpe de Estado de agosto del 2020.
El ministro maliense de Exteriores, Abdoulaye Diop, aseguró anoche en una entrevista concedida a la televisión pública ORTM que la postura francesa creó "una situación muy difícil, porque (el embajador) no puede estar acreditado ante una autoridad que él mismo no reconoce".
Diop se refirió a las declaraciones del ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, quien el pasado jueves calificó al Gobierno de Transición maliense de "ilegítimo" y que toma "medidas irresponsables".
Este cruce de acusaciones se produce días después de que la junta militar exigiera dos veces a Dinamarca retirar sus tropas de Mali por carecer de autorización para su despliegue.
El país escandinavo así lo hizo y replegó a sus 90 soldados y un equipo médico, que participaban allí en la coalición antiterrorista Takuba, dirigida por Francia y una de las cinco misiones militares internacionales presentes en Mali, además de la francesa Barkhane, la europea de entrenamiento EUTM, la Minusma de la ONU y la G5 Sahel de los países de la región.
FRACASO DE FRANCIA EN EL TERRENO
Pero la crisis entre los dos países es más profunda, según observadores malienses, y se debe principalmente al fracaso de las tropas antiterroristas francesas desplegadas en Mali desde 2013.
En declaraciones recientes a la prensa, el primer ministro maliense, Choguel Maïga, lamentó que las tropas francesas no hayan conseguido "destruir el terrorismo" y ayudar a las autoridades a expandir su soberanía sobre todo el territorio.
Actualmente, amplias zonas del centro y el sur del país se encuentran bajo el control de grupo yihadistas, tanto partidarios del grupo Estado Islámico como de Al Qaeda, mientras que los secesionistas tuareg implantaron una administración de facto desde hace casi diez años en el norte.
El rechazo a estas misiones por parte del gobierno golpista es cada vez más acusado. Les señala por obstaculizar los esfuerzos antiterroristas del Ejército maliense impidiéndole acceder a algunas zonas de su propio territorio y critica su inacción cuando los yihadistas llevan a cabo ataques en los pueblos, que a veces dejan decenas de muertos.
MIRANDO A RUSIA
Ante esta falta de resultados por parte de Francia, la junta militar habla recurrentemente de su búsqueda de "alternativas" con otros socios, entre los que se cuenta Rusia.
Precisamente la ayuda que está prestando a Mali ese país, en pleno choque ahora con la OTAN por el conflicto ucraniano, es uno de los factores que ha llevado a un recrudecimiento de la crisis bilateral. París acusa a Bamako de usar a mercenarios de la compañía militar rusa Wagner para entrenar a su ejército, algo que Mali ha negado hasta ahora.
"Nuestro país está ocupado por los terroristas. Estamos buscando a un socio para liberar nuestro país. Hemos vuelto a nuestro socio histórico en materia de defensa, ya que el 80 % por ciento de nuestros oficiales están formados en Rusia", llegó a decir el primer ministro maliense.
La ayuda de Rusia, calificada de "viejo a amigo" por Bamako, goza de un gran respaldo popular en el país, hasta entre las élites opositoras al golpe de Estado. En cambio, Francia, antiguo colonizador, despierta rechazo, tanto en Mali como en otros países del Sahel.
En los últimos dos años se han producido varias manifestaciones en Mali para pedir la retirada de las fuerzas galas y también para reclamar a Moscú que intervenga, hasta con manifiestos firmados por miles de ciudadanos enviados a la embajada rusa en Bamako.
Este respaldo popular está dando oxígeno a un gobierno militar que se aferra al poder pidiendo cinco años más para llevar a cabo una transición que prometió acabar este mes de febrero, y asediado por ello por un bloqueo económico de los países del África occidental.
A su problema de legitimidad democrática se le une así el aislamiento internacional por parte de los países vecinos, apoyados por la UE, pero sobre todo el aumento año a año de los crímenes terroristas en territorios que escapan al control estatal.