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- 08/01/2024 00:00
- 07/01/2024 20:59
Si hay una persona a quien se le podría preguntar sobre la historia de la lucha olímpica en Colón, sin que dude un segundo al responder, ese es Miguel Meza.
Miguel ‘Pica Pica’ Meza, ganador de medalla de bronce en un mundial infantil en los años 80, es tal vez, uno de los pocos que conserva esa particularidad.
Se inició un día del mes de abril a finales de los años 70, después de que el deporte lo cautivara durante un torneo de lucha en la Arena de Colón, una disciplina que iniciaba con mucha fuerza en la Costa Atlántica.
Meza perteneció a una camada de atletas que le brindó a Colón y a Panamá, particularmente, una de las mejores épocas que ha tenido la lucha olímpica y que tuvo como estandartes, a los campeones mundiales Julio Kennion y Saúl Leslie.
Sin embargo, allí también estuvieron los hermanos Enrique y Marcos Antoníos, Raúl De León, los hermanos Eduardo y Lucío Lan, y José ‘Hormiguita’ Jiménez, quienes brillaron por sí mismos al ganar medallas internacionalmente.
Ese fue el mundo deportivo en el que se desenvolvió Miguel Meza, en una época donde, como señalamos, la lucha olímpica a nivel infantil comenzaba a despegar y Colón era uno de sus mejores exponentes.
Hoy, ‘Pica Pica’ guarda esos recuerdos en el disco duro de su memoria y, aunque algunos no son muy agradables, es junto a sus hijos, su más valioso tesoro.
A sus 59 años y sumando, apela a la disciplina, trabajo y constancia para llegar al éxito, mientras cumple su jornada laboral como guardia de seguridad en la ciudad de Colón.
Su primer deporte fue el boxeo, ya que el gimnasio ‘Everardo Núñez’, la mentada ‘Cajetita de Fósforo’, en la calle Cuarta, estaba a la vuelta de la esquina de su casa, pero su madre se enteró de sus andanzas y su carrera acabó apenas con cuatro escaramuzas.
Sostiene que hubo boxeadores que primero fueron luchadores, como Ernesto Ford, Pedro ‘Pellín’ Romero, Ricardo ‘Loco Loco’ Bennett y Rafael Williams, todos campeones nacionales en su momento, entre los años 80 y 90.
“Ford vivía cerca de la Arena de Colón y nosotros somos de la misma escuela, año de 1978, y luchaba bien, pero tenía un estilo tipo boxeo”, expresó.
“Pellín me contó, yo no estuve allí, que practicó con (Julio) Kennion y su tío Arnulfo ‘Ufo’ Romero”, precisó.
“A ‘Loco Loco’ lo vi llegar al gimnasio y hacer todas esas morisquetas que después tenía en el boxeo. El entrenador (Antonio) Toño González le recomendó que se metiera a boxeador y Ricardo se fue y no vino más”, prosiguió.
Recordó que fue un día, acompañado por un amigo. a ver un torneo de lucha en la Arena, y casi que de inmediato quedó enmarañado en el deporte de las llaves, los costalazos y la butargas.
“Fui con mi amigo Carlos Brown, a quien luego convencí de que practicáramos el deporte”, dijo.
Meza fue campeón infantil en la categoría de 13-14 años en 1979, y de la siguiente en los dos años sucesivos, y obtuvo una medalla de bronce en un mundial de la categoría.
“Fui catalogado como el luchador más estilista, porque imitaba a (Muhammad) Alí y (Ray) Leonard, saltando en la punta de los pies, pero ahora no se puede hacer eso”, señaló.
Su mejor año como atleta fue 1980, donde obtuvo el título nacional de los 59 kilos.
Su estilo y clase era superior al del luchador promedio, por lo que se le permitió participar en el entonces torneo nacional de lucha ‘José Luis Domínguez’, de la categoría mayor.
Domínguez, una de las grandes promesas de la lucha colonense, murió atropellado una madrugada en el conocido Corredor de Colón, mientras se preparaba haciendo carretera para una competencia internacional.
En ese torneo colonense, Meza enfrentó al corajudo luchador veragüense Antonio Caballero, ante quien cayó por puntos.
“Casi me lo gano, siendo un infantil”, expresó.
“Recuerdo que mi primer viaje fue al torneo ‘Wilfredo Massieu’, de México, y mis compañeros me lo costearon porque no tenía con qué pagarlo”, señaló con nostalgia.
“Viajábamos en un avión de la Guardia Nacional, pero el pasaporte colectivo costaba 50 dólares y había que poner dinero, y fue allí donde me apoyaron”, ahondó.
Después viajó a un mundial en Estocolmo (Suecia), con Luis y Saúl Leslie y el hoy doctor Luis Quijano, entre otros, donde obtuvo la presea de bronce.
“Debuté ante un luchador de Irak, ganándole 3-2; planché en cuatro segundos a un inglés, pero perdí frente al de Estados Unidos, lo que me hizo luchar por el tercer puesto contra Chad Cooper, de Canadá, en el estilo greco”, detalló.
“Regresamos sin pena ni gloria”, dijo.
“Recuerdo que bajé del bus en la antigua Casa Wilcox (Calle 9), donde el Panamá-Colón hacía su última parada. Caminé hasta la calle 4, donde vivía, y cuando vi a mi mamá se me llenaron los ojos de lágrimas”, precisó.
Meza no logró el título mundial anhelado y con ello se esfumó la posibilidad de que el general Omar Torrijos le regalara una casa para su familia.
“Con los cien dólares que me dieron de viático y que no gasté ni un dólar, comimos por varios días porque hicimos un súper grande y una fiestita”, dijo sonriendo.
Ese descalabro no lo detuvo, volvió a los entrenamientos y al año siguiente, ganó la medalla de oro en el nacional, y volvió al ‘Wilfredo Massieu’, donde obtuvo el primer lugar.
Se mantuvo como campeón nacional en los siguientes dos años, pero en 1983 subió a los 68 kilos, donde pasó algunos problemas debido a su pequeño tamaño.
Aún así, logró estar en los primeros lugares.
Dos años después brindó su lucha más memorable, cuando logró derrotar (1-0) al campeón mundial infantil y casi imbatible, Saúl Leslie.
“Me monté en mi bicicleta, porque Saúl era explosivo y con huesos duros, de gran técnica. Sabía que tenía que atacarlo temprano y cogerlo frío, y le hice el punto”, señaló.
Ese mismo año, el 25 de mayo, fundó la primera escuela de lucha femenina y después viajó a Penonomé como sparring del boxeador colonense Eduardo Tuñón, en ese momento clasificado mundial.
“Allá encuentro a un exluchador, que me dijo que necesitaban un entrenador para un campeonato militar, con la sexta compañía expedicionaria mecanizada de Río Hato”, dijo.
“Y, con casi 17 días de entrenamiento, quedamos segundo por equipo”, destacó.
“Me regresé antes de la invasión (1989) porque como no era militar, no iba a agarrar un arma. Me fui de una manera silenciosa, tomé un bus Penonomé-Panamá y llegué a mi casa”, añadió.
De lo que fue alguna vez, muy pocos se acuerdan, aunque una vez su rostro y el de otros atletas, quedaron plasmados en uno de los muros del entonces estadio Roberto Mariano Bula.
Eran las imágenes de aquellos deportistas que habían brillado en la lucha, el fútbol, el boxeo, el baloncesto y el béisbol, entre otros.
“Todavía paso por allí, pero las imágenes se fueron borrando poco a poco, porque nadie les dio mantenimiento”, expresó.
Al final, las imágenes desaparecieron, dejando casi que en el olvido a esos deportistas que hicieron de Colón, una de las provincias que más satisfacciones le ha brindado al deporte nacional.