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Un vagón del ‘tren de la muerte’ de la Segunda Guerra Mundial está en Panamá
- 03/12/2024 00:00
- 02/12/2024 18:56
La propuesta “Solución final” se estableció el 20 de enero de 1942 en Berlín. Aquel plan supuso la deportación y exterminio de cinco a seis millones de judíos; de 2,8 a 3,3 millones de prisioneros soviéticos; de 1,8 a tres millones de polacos, al igual que miles de serbios, personas con discapacidades, gitanos, masones, eslovenos, homosexuales, republicanos españoles y testigos de Jehová.
Para llevar a cabo su “misión”, los nazis trasladaron en vagones de carga a sus víctimas y hoy, luego de casi 80 años de la culminación del conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, aquellos medios de transporte sostienen su historia y se han movilizado a diferentes partes del mundo, incluso a Panamá.
“Esta es una pieza única en toda Latinoamérica con excepción de México”, dijo a La Estrella de Panamá Elvira López Fábrega, directora ejecutiva del Museo de la Libertad y los Derechos Humanos, recinto que acogerá al vagón alemán que fue creado en 1941.
Dalia Perelis de Gateño, presidenta de Fundación EMET, agregó que “el vagón representa un símbolo del periodo en el que se vivió la mayor violación de los derechos humanos”.
“Es importante enseñar y concienciar a la población para evitar repetir los errores cometidos en épocas anteriores”, recalcó.
El medio de transporte con más de 80 años de historia llegó a Panamá en julio de 2020. “Iniciamos ese mes con una serie de estudios preliminares que definieron el estado del vagón, los materiales con que fue construido desde 1941, su contexto histórico y su patología, la cual determinó su nivel de deterioro ”, dijo al diario el restaurador español Carlos Mateo.
“El objetivo es llevar al vagón a su estado más original posible, sin eliminar todo lo que vivió durante la guerra y la historia que tiene para contar”, explicó. Al obtener los resultados de los análisis del medio de transporte, Mateo, junto con su equipo, inició la restauración como tal en octubre del presente año. Para ello, trabajan con bisturís y brochas que permiten raspar las distintas capas de pintura y pulir las superficies de madera.
“Hay partes del vagón que presentan mayor deterioro que otras ya que estuvieron expuestas a lluvia, humedad y altas temperaturas. Lo que hacemos es desmontar y darles el cuidado que necesitan para mantener la autenticidad del transporte. De igual manera, trabajamos para eliminar cualquier agente tóxico o dañino”, explicó.
En su ficha técnica compartida con “La Decana”, el carruaje se describe como un “vagón de carga” con un peso propio aproximado de 11,4 toneladas y una longitud de 9.800 mm. Su fabricante principal se citó como WAGGONFABRIK GEBRÜDER LÜTTGERS GmbH, ubicado en Saarbrücken (Alemania).
Las varias capas de pintura muestran tonos rojizos, naranjas, marrones y negros, al igual que distintos símbolos alemanes que, según Mateo, representan un contexto de la creación del vagón y los cambios que vivió incluso después de la Segunda Guerra Mundial.
“El mismo no frenó operaciones luego de la culminación de la guerra”, aseguró Perelis de Gateño. “El vagón continuó en el sistema ferroviario alemán hasta la década del 80. Posterior a eso, fue comprado por un museo de ferrocarriles en la ciudad de Hamm, Alemania, y fue utilizado como depósito de materiales. El señor Roberto Eissenman compró el vagón y lo trajo a Panamá”, explicó.
El museo ubicado en Amador será el responsable de acoger el vagón alemán. Según Fábrega y Perelis de Gateño, la idea surgió al querer construir un segundo edificio, pero “fue el señor Eissenman quien insistió en adquirir la pieza histórica”.
Lo que suponía un segundo edificio pronto se convirtió en la creación de diferentes pabellones que forman parte de la sección de “Tolerancia” dentro del museo. En este caso, el vagón será la pieza central. Su mudanza al museo se planea hacer en febrero del próximo año para luego culminar con el pabellón como tal a mediados de 2025.
“La expectativa de apertura sería para finales del próximo año”, dijo Fábrega. Para el proyecto cuentan con el arquitecto Ignacio Mallol, quien le explicó a este medio que el “masterplan” contará con seis pabellones: edificio Igualdad, Guardianes de la historia, edificio Tolerancia, Auditorio, edificio Memoria y Plaza de la Democracia.
El edificio Tolerancia albergará el vagón y explicará al público sobre la historia del Holocausto (1939-1945).
“Los pabellones contarán historias de los trágicos sucesos vividos en aquel entonces. Al mismo tiempo, invitará a que todos la entendamos para que no vuelvan a ocurrir”, dijo Mallol.
Para completar la experiencia, Perelis de Gateño agregó que las personas podrán ingresar al vagón y que Fundación EMET será la encargada de capacitar a los guías para brindar la mayor información posible de forma correcta.
“Nuestra intención es aportar a aquel vacío educativo que muchos panameños poseen sobre lo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial”, dijo Fábrega. Para ello, el museo cuenta con un programa educativo denominado “Guía a tus derechos y a la libertad”, el cual “integra giras experienciales diseñadas para estudiantes de primero y duodécimo grado con actividades en función a la edad y madurez de los niños”.
Los denominados “trenes de la muerte” jugaron un papel crucial durante la Segunda Guerra Mundial y sobre todo la sistemática persecución y exterminio de millones de personas por las manos del régimen nazi.
Desde 1933, los nazis avanzaron hacia una radicalización de su política antijudía, la cual definieron como “Solución final” e implicó el asesinato masivo, deliberado y sistemático de seis millones de judíos europeos y otras minorías.
Más de la mitad de las víctimas fallecieron a través del sistema de deportaciones, que jugó un papel primordial en el traslado de la población a los campos de exterminio. Los deportados eran transportados en vagones de ganado, en condiciones inhumanas, sin higiene, comida ni agua, y con un hacinamiento extremo. Entre 1942 y 1944, se utilizaron alrededor de 3.000 trenes para deportar a 3 millones de personas.
El vagón de tren se convirtió en el símbolo del colapso de los valores humanos de un genocidio a una escala sin precedentes.